MI EDITORIAL ME ESTAFÓ Y ASÍ ME VENGUÉ. 

Hace un par de años terminé mi primera novela. 

No soy escritora, no tengo una carrera detrás y tampoco había hecho algo así antes, pero desde siempre había tenido la espinita de algún día dedicarle el tiempo necesario y ver cuál podría ser el resultado. 

Me llevó más de medio año, entre lo que me costó sacar el tiempo para escribir, las veces que reescribí todo, las que me atasqué y las que procrastiné, casi le acabé cogiendo manía. Pero una vez la acabé, no me podía sentir más orgullosa. 

Lo hice sin ninguna pretensión, no tenía en mente ninguna editorial ni nada así. Se lo di a leer a amigos y familiares, que tardaron una eternidad y para nada le pusieron las ganas que yo esperaba, y en general tuvo muy buena acogida. Me dieron alguna crítica que tuve en cuenta y algunas tantas a las que no hice caso, pero sobre todo muchos halagos.

Así que me envalentoné. Pensé en enviar mi novela a algunas editoriales y probar suerte, total ¿qué era lo peor que podía pasar? ¿Qué me rechazasen? Podía con ello perfectamente, no me importaba que a nadie le interesase, así que decidí informarme un poco y hacer llegar la novela a todas las editoriales de la zona y a algunas nacionales a ver si sonaba la flauta. 

Una vez lo hice, me obsesioné un poco. Revisaba el correo todo el rato y buscaba en foros algunos comentarios y reseñas de la gente que había enviado algo para ver como funcionaba. Esto me duró hasta los 4-5 primeros rechazos. Después de gestionar la frustración, me olvidé del tema y simplemente cuando me llegaba un mensaje, asumía que sería otro rechazo, lo leía en diagonal y pasaba a otra cosa. 

Por eso me hizo tanta ilusión cuando una editorial se interesó. Me escribieron diciendo que querían reunirse conmigo, eran una editorial pequeña pero que apostaba por las nuevas autoras y querían darle una oportunidad a mi libro. Me emocioné mucho, se lo comenté a todo el mundo y estuve nerviosa hasta el día que nos vimos. 

Me recibieron en su edificio, el sitio era bastante pequeño, pero moderno. Todos los ordenadores que veía eran carísimos, iba todo el mundo bien vestido, tenían una cafetera de las buenas y me atendieron como si fuera una famosa. Yo estaba en una nube, aunque ahora veo que quizás era eso lo que pretendían para que luego me dejase liar. 

Cuando me hicieron pasar, el director de la editorial y la que entendí que era la segunda al mando, me dijeron que les había gustado mi novela. La chica había sido la lectora beta y había recomendado directamente al director que apostase por mi y por mi libro, él se lo había leído y le daba la razón. Se excusaron por haber tardado tanto y me explicaron que, al ser una editorial pequeña, las cosas iban despacio. Me hicieron algunas preguntas sobre mi pasado, si había publicado antes, si tenía algún contrato, algún agente… Y cuando vieron que era totalmente novata, me pusieron delante el contrato. 

Se ofrecían a hacer una primera tirada de 500 ejemplares, ya que yo no era conocida, a publicitarlos y a gestionar todo el papeleo, como algunos cambios que había que hacer, correcciones etc. Me lo pusieron todo muy fácil, con la única condición de que yo tenía que pagar 2000€. 

Eso me echó para atrás, pero enseguida me dijeron que eran gastos derivados de la edición, que sino ellos perdían dinero, pero que una vez se vendieran los 500 ejemplares, recuperaría ese dinero de sobras con las ganancias, además de con las siguientes ediciones. 

Les pregunté si me lo podía pensar y me dijeron que no. Que debía tomar una decisión allí mismo ya que tenían otras reuniones y debían decidir con quién trabajaban y a quién le concedían la oportunidad. Me dijeron una frase que aun resuena en mi cabeza “Si ni tú misma apuestas por ti, ¿Cómo lo vamos a hacer nosotros?”.

Firmé. Muy decidida a que todo iba a salir bien. Pedí un microcrédito personal para pagar los 2000€ y los ingresé a la cuenta de la editorial. En menos de una semana ya estaba todo cerrado y yo ya soñaba con ser una gran escritora. 

Spoiler. Salió fatal. 

 

Me empezaron a dar largas infinitas para la publicación de mi libro, siempre había algún problema. Que si era mejor esperarse a la promo de Navidad, que si tal libro que había salido era de temática parecida y mejor esperar, que si el marketing hacía su efecto a los no sé cuantos meses… Todo olía fatal. Las veces que hablé con ellos por teléfono me explicaban muy calmados que todo estaba bien, que simplemente era mejor así, pero contra más gente escuchaba mi situación, más me decían que era rarísimo que me pidieran dinero y que parecía una estafa. 

Consulté con un abogado y me dijo que el contrato estaba muy mal redactado, que básicamente yo me comprometía a pagar ese dinero a cambio de la publicación del libro, pero que no ponía ni cuando iba a ser esa publicación ni con qué condiciones. Que eso era abusivo y que podíamos exigir la extinción del contrato o sino ir a juicio. 

Esperé cinco meses y no hubo ningún tipo de movimiento por parte de la editorial, mientras tanto, yo seguía pagando mi crédito y los intereses, así que decidí que, aunque se extinguiera el contrato, no era suficiente, necesitaba vengarme por el daño que me habían hecho, por darme ilusiones y por ese dinero que me estaban haciendo perder. 

Me bajé una app para grabar llamadas telefónicas y les llamé, les dije que había hablado con un abogado y que teníamos que vernos, ellos, que siempre daban largas, aceptaron enseguida. Me planté al día siguiente con mi abogado en la editorial y tuvimos una reunión donde ya no quedaba nada de esas personas tan majas y agradables que me habían atendido, todo fueron malas caras, reproches, desprecios y se hacían los ofendidos por estarles acusando de estafa. Yo lo estuve grabando todo el rato.  

Mi abogado los acorraló y les advirtió que se les podía denunciar por fraude y por daños causados, ya que yo había tenido ansiedad por la pérdida económica, que, para no ir a juicio, solo pedíamos rescindir el contrato y que se me devolviera el dinero que se les había dado más los intereses del crédito que pedí. Se hicieron los dignos durante un buen rato, pero finalmente acabaron aceptando, no sin amenazarme con que no iba a encontrar a nadie que quisiera trabajar conmigo, ya que iban a explicar a todos sus colegas lo que yo les había hecho. Mi abogado les hizo firmar mi finalización del contrato y les pidió que me extendieran un cheque allí mismo, para garantizar que me pagaban y que no íbamos a volver a entrar en el bucle de las esperas.

Nos sacaron a una salita mientras preparaban todo y en menos de una hora ya tenía mi cheque y un café caro en la mano, nos levantamos para irnos, pero evidentemente, no iba a quedar solo así.   

Cuando cruzaba la sala del edificio, me dio un “mareo” que me hizo desequilibrarme y caerme de manera totalmente accidental sobre unos escritorios. 

Me llevé por delante dos ordenadores, que se estrellaron contra el suelo cargándose las pantallas, y tiré todo el café encima de una silla que parecía bastante cara y que se quedó empapada. 

Yo me quedé en el suelo bocabajo aguantando la risa y escuchando a mi abogado, que estaba al tanto de todo, pedir que alguien llamase a una ambulancia y pegando gritos al director y a la segunda, diciendo que ellos me habían acabado llevando a esta situación. Les dijo que como me hubiese hecho daño, les pensaba demandar, ya que hasta en el último momento me habían amenazado con tomar represalias para intentar que me dejasen fuera del sector. 

Mientras unas personas me ayudaban, él les dijo que tenía toda la conversación grabada y que más les valía que yo estuviera bien. Discutieron un rato y finalmente mi abogado dijo que ya me llevaba él a urgencias. 

Nos fuimos de allí en coche y cuando nos alejamos un poco, nos empezamos a reír. Resulta que ir a juicio era bastante más complicado y caro que una conciliación, pero habíamos conseguido recuperar mi dinero y además encasquetarles unos gastos de los que yo no vería un duro, pero por los que me había quedado bien a gusto. 

¿Es moralmente reprochable? Puede. Pero seguro que se lo pensaron varias veces antes de intentar estafar a nadie más.

 

Anónimo

 

Relato escrito por una colaboradora, basado en una historia real aunque con datos ficcionados.