Han pasado varios años desde la última vez que me sentí así; con la necesidad de derribarlo todo y empezar desde cero. La última vez que me miré al espejo y sentí que realmente me gustaba lo que veía, tenía 29 y venía de una lenta recuperación después de una relación abusiva. En ese tiempo, hice exactamente lo que necesitaba para sentirme de nuevo yo; empecé el proceso de recuperar mis espacios, los hobbies que había dejado de lado, busqué la forma de sentirme mejor con mi cuerpo, que es algo que realmente me es muy difícil la mayor parte del tiempo, y se que muchas de vosotras vais a entenderme, quererse desde la anulación absoluta es una tarea imposible.

Me costó varios años, muchos cambios de hábito, un análisis completo de quién quería ser para finalmente dar con ese resultado óptimo, de sentirme bien tanto por dentro como por fuera; y eso no significa necesariamente tener un cuerpo perfecto, el mejor guardarropa, o el mejor trabajo, es más bien un proceso de ir amando aquello que antes no veíamos. Algunas de las cosas de las que me di cuenta, es que, por ejemplo: amo la forma y la expresividad que tienen mis ojos, me encanta la forma de mis caderas cuando uso un pantalón ajustado, aún cuando se que tengo mi pancita; que a estas alturas me parece algo adorable de admirar, me gustan mis muslos gruesos cuando uso una minifalda, me gustan las ondas de mi pelo y la forma en la que caen sobre mis hombros. Tantas cosas que antes no veía y que de pronto aparecen, pero verlas de esa manera las hace frágiles, porque con cualquier cambio de ánimo o comentario se esfuman del panorama. 

A mis 35, vuelvo a internarme otra vez en este proceso de reconstrucción basado en la autovaloración, en el análisis de todas las decisiones que tomé para llegar a odiarme de nuevo; a divorciarme con el espejo y con la ropa. Es lo más fácil del mundo dejarse manejar por esas emociones y sentir que nada te hará sentir mejor; ser mujer es una cuestión de apariencias la mayor parte del tiempo. No existe un respiro y existen tantos objetivos que se deben alcanzar, pero siento que al final del día, lo que realmente importa es cumplir con nuestras propias expectativas y no tener miedo a equivocarnos, y mucho menos a salir de nuestra zona de confort. 

El 2020, a pesar de toda su vorágine y caos, me trajo una paz mental que no esperaba; aunque partí sumergida en una depresión profunda, a causa de una ruptura amorosa muy compleja, fue cambiando sus matices conforme me fui dando cuenta, que a pesar de todas las limitaciones yo era capaz de superar cada obstáculo que se ponía frente a mí; me dije: “qué fuerte soy, y no entiendo cómo es que hago todo lo que hago. ¿De dónde saco toda esta fuerza y energía?” Quizá sólo está ahí, como un super poder, o un regalo; es difícil entender porqué hacemos lo que hacemos cuando estamos fatal, simplemente se lucha contra la corriente y ya, por eso me dediqué a buscar una bitácora que me guiara en este nuevo proceso, pero que no fuera tan frágil como el anterior; para eso redacté una lista de 10 propósitos que estuvieran siempre a la mano, para no ceder a los malos pensamientos. 

Dentro de la lista que hice para comenzar este proceso de amor propio a largo plazo, incluí: 

  1. Pensar en quién me quiero convertir para sentirme satisfecha conmigo misma. 
  2. Siempre dejar espacio para hacer algo que me produzca satisfacción.
  3. No compararme con ningún estereotipo. 
  4. Buscar equilibrio entre lo que disfruto y lo que me hace bien. 
  5. Valorar cada esfuerzo, aunque no siempre se vean resultados. 
  6. Siempre destacar las cosas positivas y evitar ser dura con las que no me hagan sentir tan cómoda. 
  7. Disfrutar el día a día, sin obsesionarme jamás con el futuro. 
  8. Buscar compañías que me sumen puntos, no que me resten. 
  9. Buscar siempre nuevas oportunidades de crecer. 
  10. Amarme aún en los momentos más oscuros; siempre estar consciente del valor que tengo, sin importar lo que diga el resto o el espejo. 

Sólo por nombrar algunas de las nuevas experiencias a las que me dediqué el 2020 para cambiar mi perspectiva por una más positiva, les puedo nombrar que: empecé una nueva carrera, me inscribí a clases online de Burlesque, estoy aprendiendo un nuevo idioma, estoy cambiando mi guardarropa adecuándolo al estilo que realmente quiero para mí, cambié el color y el corte de mi cabello para comenzar esta nueva etapa, estoy planificando un cambio de piso para hacer un nuevo inicio en mi vida. Aunque es cierto, no todas podemos tomar tantos impulsos, a veces basta con pasos pequeños y el camino correcto. Jamás hay que dejar de creer en nuestra capacidad de alcanzar nuestros objetivos y sobre todo querernos y disfrutar de nosotras en todos nuestros colores. 

 

Marina Keller

www.maekeller.cl