Y ¿qué pasa si no disfruto de ir a lo loco por la calle gritando en grupo con una polla de plástico en la cabeza, un tutú rosa y un escote hasta el ombligo? Pues que no puedo asistir a una gran parte de las despedidas de soltera de mi entorno.

A mí me sobran excusas y me falta dinero para hacer todas las fiestas que se me ocurren. Me encanta juntarme con amigas y amigos para hacer cualquier clase de reunión festiva, desde un cumpleaños hasta una cena de despedida, pasando por fiestas infantiles, Halloween, navidad… Lo que sea con tal de reír, bailar y lo que sea que nos depare el propio acontecimiento. Pero eso no quiere decir que esté dispuesta a todo por una fiesta.

Pienso que el concepto en sí de despedida de soltera/o debería evolucionar. Pocas cosas me molestan más que ese rollo anticuado y patriarcal de “se acabó la vida, empieza el matrimonio” como si nosotras fuéramos con una pistola en la mano y unos grilletes entre los dientes a cazar a un hombre al que atar y obligar a pasar a nuestro lado, haciéndolo sufrir con nuestra existencia y la de nuestra madre hasta la muerte. Lo siento, esto no es así.

Hoy en día se casa quien se quiere casar, y el que no quiere no se casa y punto. Por lo que celebrar las despedidas como un último grito de libertad, como la despedida de una vida llena de color, látex y pezones al aire antes de entrar en la oscuridad absoluta del matrimonio, no tiene ni un poco de sentido.


Por otro lado está el concepto “broma”, que no todo el mundo entiende igual. No es lo mismo hacerle una broma a los novios donde ellos se rían y nosotros nos desmontemos de la risa, que juntar a un montón de gente descojonada perdida alrededor de una pareja que está sufriendo una vergüenza terrible o que tiene que invertir dinero en restaurar los daños de dicha broma. Y no estoy exagerando.

A unos conocidos les encerraron en el salón recién barnizado de su casa una pareja de conejos sin comida durante sus respectivas despedidas. Cuando llegaron a casa el domingo, además del susto, se encontraron la tarima flotante recién puesta hecha girones, los restos de un conejo muerto sobre el sofá blanco y al otro tuvieron que abrirle la puerta después de morder al novio al intentar cogerlo. Varios miles de euros y una noche en urgencias les costó la broma y sus amigos aún se siguen riendo. ¿Y la aburrida soy yo, que no tengo sentido del humor?


A otra amiga la llevaron a un restaurante decorado casi por completo con genitales; que digo yo, ¿tanto sufre la gente por comprometerse a no frotarse con otro pene el resto de su vida? ¿se despiden de su soltería o de los miles de penes que no tocarán? No lo entiendo.

Estoy muy a favor de que al fin las mujeres nos quitemos el tabú del auto placer y hablemos orgullosas de nuestros dildos, pero no veo la necesidad de llenarnos de abalorios fálicos y fingir que esa noche solo podemos pensar en lamer penes. No, amiga, no es así. Esa noche es para disfrutar de tus amigas como lo hacías antes de conocer a tu pareja y disfrutar con ellas fingiendo que no será los mismo, aunque no sea así, ya que llevas cinco años viviendo con tu novio y nada te ha impedido hasta ahora salir de farra a darlo todo, mucho menos lo hará un papel en el ayuntamiento.

Es por todo esto que, ante la perspectiva de intentar fastidiar a una amiga y pasar una noche fingiendo un furor vaginal desmedido, he decidido ser muy selectiva con las despedidas de soltera a las que acudo. Me prometí a mí misma no volver a salir de casa con unos testículos de plástico colgados al cuello.

Me gustaría decir que mis problemas económicos son una excusa para no participar, pero tengo que admitir que estos me obligan a no asistir incluso a las despedidas a las que sí querría ir. Pero es que hemos pasado de celebrar una noche de marcha a organizar tremendos fines de semana con, mínimo, tres experiencias inolvidables, cena-baile, hotel, barco… ¡¿BARCO?! Pero, por favor, centrémonos, que en un par de meses nos vamos a dejar un riñón en vestido, peluquería, zapatos y regalo. ¡Esto no hay quien pueda mantenerlo!

Así que no, en los últimos años no he podido acudir a ninguna despedida de soltera, pero supongo que estando en paro y teniendo una familia numerosa, nadie me juzga por quedarme en el calor de mi casa con mis cero genitales falsos decorando mi outfit.