Que sí, que todos queremos que nuestros hijos sean unos lumbreras. Que todos queremos que sean los primeros de la clase. Que absorban como esponjas todo lo que puedan durante esos años en los que su cerebro todavía no se ha atrofiado como el nuestro. ¡PERO EN EL COLEGIO! 

Sí, lo digo. No quiero ayudar a mis hijos a hacer los deberes. No quiero pasarme las tardes entre libros de lengua, cuadernillos de mate y plastidecors. Ale, que lluevan las críticas que aquí las espero.

Y habrá quien diga que los deberes los tienen que hacer los niños. Ellos solos. Muy bien, enhorabuena a los padres de esos hijos. No juguéis más a la lotería porque ya os ha tocado. Yo mientras tanto seguiré jugando. Y jugaré mucho. Porque por algún lado el Universo tendrá que recompensarme.

Y es que hay tardes que los deberes llegan a un nivel que ya no sé si le caigo mal a los profes o es que mi hijo ha estado dormido en clase. 

Todas las tardes igual. Sale del cole y se cruzan dos preguntas en el aire:

– ¿Qué hay de merienda? / – ¿Tienes deberes?

Y las respuestas hacen el camino inverso:

– Fruta / – De mate, lengua y sociales.

La reacción al unísono nos une más de lo que lo hizo el cordón umbilical:

– ¿¡OTRA VEZ!?… ¡MIERDA!

Y así nos vamos para casa cada tarde, enfadados y sin poder quedarnos a jugar con los amigos/socializar con adultos.

Empieza la contrarreloj. Prisas… No quiere fruta. Sobornos… Sigue sin querer fruta pero ahora se enfada porque sabe que no va a conseguir el soborno. Reproches… “¡Nunca hay bocata de nocilla!”. La tensión se palpa en el ambiente (y en la vena que se me hincha en la frente). Por fin acaba la merienda y empieza la fase 2: los deberes. ¿Empezamos por lo fácil para quitárnoslo de en medio o por lo difícil ahora que está fresco? Por mi experiencia os diré que da igual. El fracaso está asegurado elijas la estrategia que elijas. Cuanto antes lo asumas mejor.

 

Si empiezas por lo difícil se frustra y luego no sabe ni pintar sin salirse. Y si empiezas por lo fácil se columpia… pierde el tiempo… y luego ya lleva tanto rato sentado que el resto le parecen tareas de la NASA. Que lo mismo es lo que buscan desde el colegio… preparar a los futuros astronautas de la NASA… Si no es que no me explico que necesidad hay de mandar tantísimas tareas para hacer después de haber estado 6 horas en clase. 

Problemas de mate, gramática, lengua, aprenderse los verbos en inglés… Lo siento pero yo ya no me acuerdo ni de la mitad. Por lo que me toca estudiar primero a mí parar poder luego aparentar que sé de qué me está hablando.

“¿No te podían mandar algo más ameno por Dios? …”

¡ERROR! Porque llega el día en el que tus plegarias se escuchan y le mandar… ¡Hacer experimentos! Veis el viíeo… Leéis las explicaciones… Las lea el niño. Varias veces… Lentamente… Frase a frase… No entiende… Le explicas… No entiende… Las lees tú… No entiende… Pasas a la práctica a ver si así o entiende o se calla maravillado por la gran reacción del vinagre con el bicarbonato. ¡MIERDA! No tenemos bicarbonato.

Hay que ir a comprar. ¿Y por qué no hay bicarbonato en casa? Porque en vez de hacer la compra estoy haciendo un puto volcán. Vas a comprar bicarbonato y de paso una pizza porque está claro que hoy tampoco vas a tener tiempo de hacer la cena. Pues os digo una cosa… si la profesora quiere que sigan con la lección en casa, que saquen en la mochila un tupper con la cena hecha ¿no? ¿Os imagináis?:

– ¿Qué habéis hecho hoy de cena en clase hijo?

– Tortilla francesa. Y tengo de deberes dos fichas de mate, un texto de comprensión lectora, hacer un mural sobre culturas del Mundo y una maqueta de Paris con hueveras.

– No bonito…  le dices a la profe que para eso por lo menos tienes que traer bacalao confitado con muselina de ajo. Por una tortilla francesa te ayudo con unas sumas y sin llevadas…

Sería maravilloso. Tan maravilloso como el último concepto de deberes que he descubierto: 

“Ama hoy tengo que terminar un libro de inglés, hacer un bodegón a carboncillo y estudiar para un examen sorpresa”.

¿Sorpresa?… ¿¡Y por qué les avisas!? Joder… para una cosa de la que nos podíamos librar. Pues mira, la sorpresa se la van a llevar ellos a partir de ahora porque yo me planto. Que yo prefiero dedicar las tardes entre otras cosas a hacer la cena enseñándole a mi hijo como se hace una merluza en salsa, una tortilla de patata o un muffin a la taza para cuando se coma toda la fruta.

Marta Toledo