No me gusta quejarme, pero una vez al año no hace daño, y más teniendo en cuenta el motivo de mi cabreo. Resulta que el otro día salí a cenar con mis compañeros del instituto y en medio de la cena dos de ellos empezaron a hablar de una chica del instituto por lo bajini. Lo malo de vivir en una ciudad pequeña es que todo se sabe: con quién te acuestas y con quién te levantas es de dominio público, especialmente si sólo hay una calle de discotecas. Los espías de la Guerra Fría no eran nada comparados con los cotillas de mi ciudad. Total, que resulta que esta chica no tiene pareja y ha cometido la osadía de follar todo lo que le ha salido del coño y más. 

A mí me parece genial la vida sexual de los demás. Bueno, tampoco genial. Simplemente me la suda. Bastante tengo preocupandome por la mía, que llevo cuatro meses sin echar un polvo, como para estar rayada por lo que hacen o dejan de hacer otros. El problema es que mucha gente no piensa así, y esos dos cromañones empezaron a soltar unos comentarios pa mear y no echar gota mientras el resto nos mirábamos atónitos.

— Sí, sí… Esa chavala tiene que tener el coño dado de sí.

— Bueno, encima con la fama que tiene aquí no se echa novio ni de coña. Si está catada por todos.

— Es que en qué piensa una tía para acostarse con todo lo que le viene encima. Eso es no tener criterio.

— Fíjate que yo creo que es ninfómana.

De repente los chavales se dieron cuenta de que no estaban hablando tan bajo como ellos pensaban y que todos les estábamos mirando mal. Se callaron y el resto hizo como si no hubiera pasado nada, pero yo me vine arriba. Juro que de normal soy muy callada y tímida y que, por desgracia, me cuesta mucho ser asertiva. Huyo del conflicto y estoy trabajando en ello, así que para mí lo que pasó en esa cena fue una gran victoria. Tal vez fue el vino blanco que se me subió a la cabeza, pero les solté la mayor bordería que he soltado en mi vida y me quedé más a gusto que un arbusto.

«Lo que vosotros sois es un par de gilipollas soltando esos comentarios. Una tía no es una puta botella de vino que catar ni merecemos más o menos respeto en función de los tíos con los que nos acostamos. Ah, y si alguien pasa de ella por el número de pollas que ha visto, tal y como vosotros haríais, es que es un tonto del nabo sin cerebro. Por gente como vosotros en el champú vienen instrucciones.» 

Después la discusión se vino arriba y me tacharon de borde, histérica, feminazi y esas cosas tan bonitas que dicen los señoros cuando se quedan sin argumentos. Sigo pensando que si ellos llaman a una tía ninfómana, yo les puedo llamar gilipollas.

Menos mal que no éramos tan amigos, porque gente así no la quiero ni en mi vida ni en mi Facebook…

 

Anónimo