Siento pavor a las entrevistas de trabajo

 

Mis padres y mi pareja pensaban que no quería trabajar. Desde que terminé la carrera siento pánico a buscar empleo. Estudié magisterio para seguir toda mi vida en mi zona de confort: un aula. Conseguí aprobar todas las asignaturas, pero no llegué a graduarme porque en las prácticas me echaba a temblar de pies a cabeza y solo conseguía balbucear. Sin saber qué hacer con mi vida, estudié Filosofía, para ver si encontraba algún sentido y porque en la carrera no hay prácticas, así que al menos conseguí graduarme, y con Premio Extraordinario, nada menos. 

De nada me sirvió. Me presenté a las oposiciones de secundaria a pesar de que me lo desaconsejaban por la escasez de plazas. «Claro, si hubieras estudiado una carrera de ciencias, o al menos literatura… pero no, tú siempre al revés del mundo» me decía mi madre cada dos por tres. 

Cuando vi que aquello no era una opción, empecé a buscar empleo, cada vez bajando más el listón en cuanto a cualificación requerida: cajera de supermercado, camarera, limpiadora… siempre he respetado todos los trabajos, pero una parte de mí sentía que había tirado años de mi vida en la universidad, cuando podía haber estado haciendo cursos de capacitación, yendo a terapia o haciendo teatro para perder el miedo escénico a las entrevistas de trabajo. «En las entrevistas todos interpretamos un papel«, me decía mi hermana. 

Al final probé lo de ir a terapia. Otra pérdida de tiempo.

Describí a varios psicólogos y psiquiatras mis síntomas ante la idea de que me cuestionaran acerca de qué sabía de la empresa, cuáles son mis defectos y virtudes, cuánto me gustaría cobrar y muchas otras preguntas que podía encontrar solo con googlear «entrevista de trabajo». Sudoración, piernas temblorosas o rígidas, incapacidad para articular palabra de forma coherente… ninguno me dio soluciones, por más que lo pedí. 

Un día, pasando la mañana entre redes sociales vi un tweet de Mierdajobs, donde se quejaban de un anuncio en el que buscaban niñera por 3€ la hora y a cambio coger «todo lo que quiera de la nevera».

Tuve una revelación. 

Decidí que no podía dejar mi futuro en manos de ineptos y de personas que no creían en mis intenciones. Tenía que pasar a la acción.

Empecé a apuntarme a todas las ofertas cutres e ilegales que veía: modelo de manos a 5€, niñera con condiciones esclavistas, camarera jirafa (igual que estos animales, solo se podía dormir 2 horas al día). Al principio solo me postulaba por correo electrónico y respondía preguntas por este medio. Luego me atreví con una llamada de teléfono. Más tarde, llegó skype. Por último, la prueba de fuego: una entrevista cara a cara para trabajar vendiendo seguros fraudulentos. Antes de la entrevista me iba el corazón a mil, aunque sabía que no había nada que perder.

Respiré desde el diafragma y me lancé cuando dijeron mi nombre como si estuviera saltando en paracaídas. Al salir, fui dando saltos hasta casa: lo había conseguido.

Tras mi experiencia, hice un curso online para ayudar a personas que pasan por lo que yo pasé a buscar empleo y, cosas de la vida, conseguí poner en práctica lo que aprendí en la carrera y escribí un libro. 

Lo increíble es que, a pesar de todo esto, me gano la vida sin haber hecho ninguna entrevista real hasta ahora, y todavía no sé si sería capaz.

 

Gordillera