La entrevista de trabajo sorpresa

Hace años me vi en la tesitura de hacer una entrevista múltiple para una gran empresa de cosmética. Me presentaba a un puesto de dependienta para una tienda gigante que estaban a punto de abrir y necesitaban ampliar la plantilla con urgencia. La entrevista se había fijado en un prestigioso hotel de la ciudad, y no sé si fueron los nervios, el tráfico o un cúmulo de cosas, pero llegué con el tiempo justísimo. 

Al entrar, me encontré con un vestíbulo enorme. Me acerqué a la recepción a preguntar por la entrevista. La chica me contestó que al fondo del pasillo estaban las salas de reuniones, que seguramente fuera la segunda puerta, que preguntara. 

Seguí las instrucciones de la recepcionista y encontré tres salas cerradas a cal y canto sin ningún cartel que indicara qué clase de eventos tenían lugar allí. Llamé a la segunda, como me había dicho: 

“Hola, buenas tardes, tengo cita con recursos humanos de…”

“Pasa, pasa.”

Me encontré con un grupo de unas doce personas sentadas en círculo y una mujer, que fue la que me dijo que entrara, que me recordaba a la profesora hippie de La banda del patio. Supuse que sería la encargada de recursos humanos y que estaría haciendo un briefing o similar. Los asistentes me hicieron hueco y me senté. Tenían un proyector y en la pantalla había una imagen de un lobo, una fotografía propia del National Geographic. 

Intentaba pillarle el hilo a la charla, pero entre los nervios y la vergüenza de haber entrado tarde no me concentraba mucho. Entendía conceptos sueltos, tipo “seguridad en uno mismo”, “escucha activa”, “conocer las necesidades del otro” y todo eso me sonaba a coaching, pero tampoco me chirriaba demasiado viniendo de una reclutadora. Pensé que estaría haciendo alusión a lo que se esperaba de nosotros, a los valores de la empresa y, quizá, el lobo tuviera un significado metafórico. 

Pasaban los minutos y ella seguía hablando. Los demás tomaban notas y yo cada vez me sentía más descolocada. ¿Por qué estábamos tan callados? ¿Ya se habían presentado todos? La mujer debió notarme el desconcierto en la cara porque se me acercó y me dijo: “¿Todo bien? Si quieres ahora cuando termine te comento un poco lo que te has perdido.” Le di las gracias y saqué un cuaderno para intentar tomar notas, aunque no me estuviera enterando muy bien. Pero casi no me dio tiempo porque nos dijo: “Dejamos todo y nos sentamos en el suelo.” Aquello era una mezcla entre volver al cole y un retiro espiritual.

De repente todos ahí, en posición del loto, y yo sin entender qué tenía eso que ver con vender agua micelar. La reclutadora nos dijo: “Ahora quiero que saquéis vuestro lobo interior, aplicad lo que ya hemos visto. Sin miedo, venga, ¿algún voluntario?” Yo evitaba a toda costa el contacto visual. No sentía esa sensación desde la última vez que se me olvidó hacer la tarea del workbook en 3º de la ESO. Afortunadamente, siempre hay alguien que se viene arriba. Una chica se levantó y empezó a contar un poco su vida: que lo acababa de dejar con el novio, que se sentía hecha mierda, pero que eso no iba a poder con ella, que era una loba y ella se los comía a todos. El broche de oro lo puso AHUYANDO. Sí, sí, tal y como lo cuento. Aquel arrebato de licantropía fue el broche de oro para decidirme a abandonar aquella sala, pero claro, una parte de mí se aferraba a la idea de ver cómo terminaba la entrevista. 

Durante unos segundos dudé y, al final, me decidí por levantar la mano. “Otra voluntaria, estupendo. Preséntate.” No sabía muy bien qué decir, pero tenía claro que no iba a hacer ninguna onomatopeya animalística:

“Hola, de nuevo, lamento el retraso. Quería saber qué me he perdido, porque la verdad es que llevo aquí media hora y solo se ha hablado de escucha activa y de fuego interior y de lobos y quería saber cuál es el planteamiento de esta dinámica porque yo he aplicado para el puesto de dependienta y no sé si aquí estamos todos para lo mismo o…”

La gente me miraba raro y la mujer me hizo un gesto para que parase:

“Perdona, creo que te has debido de confundir. Esto no es ninguna entrevista de trabajo, es un taller de desarrollo personal organizado por el departamento de recursos humanos de la empresa X.”

Me cago en mi estampa. Eran de otra empresa.

Pedí disculpas por le interrupción y me fui cagando leches. A pesar del batiburrillo emocional atiné a quedar en el hotel y esperar a que terminase mi supuesta entrevista, ya que había pasado demasiado tiempo como para entrar sin más. Esta vez sí que me acerqué a la reclutadora correcta y le solté un rollo de que el coche se me había averiado. Coló y me entrevistaron otro día. No me cogieron, pero ahora puedo echarme unas risas cada vez que le cuento a la gente la historia de mi loba interior

Ele Mandarina