Tengo el cerebro completamente frito, de verdad. Todo lo que leo, me suena a la etiqueta en ucraniano del champú. Todo lo que escucho me parecen cánticos de llamada a la oración.
Pongo Netflix, media hora después dando vueltas buscando algo ligero, no he encontrado nada que no se parezca a un documental sobre el mundo interior de Nietzsche. Lo mismo con el resto de las plataformas, todas. Porque lo tengo todo, incluida una pesadez mental, que, si me preguntasen qué tal, posiblemente diría que no entiendo la pregunta.
Es entonces, cuando mi anhedonia vence a mi moralidad, enciendo la televisión, pongo Telecinco, o Cuatro, asínomás y empieza el festival de luces y color. Me quedo completamente absorta observando semejante cantidad de estímulos, mi cerebro empieza a mostrar un encefalograma plano. Ropas minis de brillibrilli, morenos californianos, tupés, mocasines sin calcetines, manicuras multicolor, lenguaje malsonante, grescas, bien de gloss, desbandadas, qué fuerte tía, nunca me lo hubiese imaginado. Hay imágenes para mí, para ti y para todos. Y canela fina.
Ojiplática delante del televisor, soy incapaz de moverme, me siento totalmente absorta, y hablándole al televisor: Pero ¿qué necesitas probar de tu relación si lleváis dos años? Pero ¿qué otra oportunidad le vas a dar a una persona que ya te ha engañado en el pasado? Y venga a llorar, y yo pensando, debe ser un rimmel de buenísima calidad para que no se le corra.
La España callada, la que no ve ninguno de esos programas de puertas afuera, se concentra en Twitter para rajar lo más grande y yo, entregadísima a la causa de la lectura ligera, cual obra literaria victoriana en memes. Ojalá un premio Príncipe de Asturias para sus creadores, tanto talento perdido. Farsohsoih.
-Tía, ¿cómo puedes ver eso?
Ay, chica, perdóname, pero sinceramente la vida “cooltureta” en ocasiones, me agota o simplemente no me apetece. Porque he tenido un día de mierda, porque he trabajado hasta caer rendida o he discutido con todo kiski; y cuando mi día llega a su fin, solo quería ver a un grupo de personas vestidas en tonos flúor desgañitados unos contra otros mientras a su alrededor nadie pide calma. Ah, y también porque a veces pinchan unos temazos que bailo sentada en mi sofá porque en las discotecas ya nada es lo mismo y porque es miércoles. Perdona que no tenga el cuerpo para un concierto de música barroca.
De repente empieza a sonar una sirena de feria y siento que voy a estallar de felicidad. Ellas corriendo como si fuesen velociraptors con esas uñas, ellos detrás corriendo a consolarlas, todos borrachos, menos yo, pero me siento completamente embriagada por semejante espectáculo. Espectáculo que dura más que una ópera de Wagner, así que yo sé quién es el que no puede ver qué. Pero cada vez que intento retirarme, ALGO PASA, tombrusseeresundesgraciado, y aunque no esté muy enterada de quién es ese, sé que la ha liado parda y sé que ella me parece una reina. Reflexiono sobre la cantidad de veces que podría haber hecho algo así en mi vida, y que lo haré la próxima, nota mental.
Cuando ya no hay imágenes para nosotros y en Twitter se ha terminado la fiesta, aquí paz y después gloria. Yo diré que estuve leyendo La letra escarlata, pero ¿qué te apuestas a que en algún momento alguien dirá: oye, ¿y qué es eso de las tentaciones? Es que he visto por ahí…
Ya, ya, por ahí. Y por ahí puede ser no sólo que lo haya visto, si no que está en la prensa, en los programas de corazón y es tendencia en Twitter en todas sus formas y colores a modo de hashtag. Así que, para no verlo nadie, pues está muy bien. Imagino que a Joaquín parodiando tampoco, claro. Estabais todos viendo Metrópolis en La2, mientras yo carricoche.