Hablemos de bragas y culos gordos

 

Mucho se habla de lo difícil que es encontrar un buen sujetador a las que somos pechugonas (entre las cuales me incluyo), pero no se habla tanto de lo complicado que es encontrar unas buenas bragas cuando tienes unas posaderas generosas.

Aclaro que, como hablo desde mi perspectiva particular, solo puedo comentar sobre los culos gordos y no sobre las caderas anchas, aunque imagino que eso debe ser un suplicio aún mayor (y, sí, se puede tener mucho culo y ser relativamente estrecha de cadera).

Por este motivo, creo que todas las culonas hemos pasado por varias etapas en nuestra vida, buscando «la braga ideal» y, como no todas nos habremos quedado con las mismas opciones, quizá no hayamos pasado por todas y lo más probables es que, de ser así, no haya sido en el mismo orden, os voy a relatar mi experiencia:

 

  • Bragafajas:

En mi infancia y pre adolescencia, al ser una niña entradita en carnes (vamos, lo que viene a ser gorda —y a mucha honra—), mi madre me compraba las típicas bragafaja esas de nylon elástico que me llegaban hasta el ombligo y sobresalían por encima de los pantalones (y eso que nunca he sido de llevar vaqueros de cintura baja, por mucho que se llevaran a principios de los 2000). Recuerdo que eran incomodísimas, porque se me  hincaban en la cintura, hacían que me sudara hasta el alma y, encima, mi culo se las comía hasta hacerlas desaparecer entre las nalgas.


  • Bragas de triángulo:

Eran esas típicas bragas de principios de los 2000 que consistían en un triángulo delantero y otro trasero unidos por tiras en los laterales (no confundir con los tangas, porque de ellos hablaremos después).

La verdad es que pasé de un extremo al otro en cuanto mi madre comenzó a dejarme elegir mi propia ropa interior: de las bragas de cuello vuelto a aquellas que aún podían llegarse a considerar bragas.

El problema seguía siendo mi culo, que era un glotón y seguía zampándose la tela a cada paso. Pero me di cuenta de que, como había menos tela que tragar, me resultaban ligeramente más cómodas que las bragas de abuela (con perdón para aquellas que les gusten y se sientan cómodas, sexys y poderosas con ellas). Lo malo de éstas es que las tiras se me hincaban un poco en la cadera.

  • Tangas:

Oficialmente, me había convertido en una “guarra” a ojos de mi madre al seguir el consejo de nuestra esteticista, una muchacha delgada pero con un buen culamen, de utilizar tangas.

Pensé que, si no había tela que tragar, iría más cómoda; y, en parte, tenía razón.

Pero solo en parte, porque me sentía como si toda la tela (aunque fuera poca) ya estuviera dentro de mi culo desde un primer momento, en vez de poco a poco. A esto hay que sumarle el hecho de que se me fuera hincando en la rabadilla.

Pensé en restarles aún más tela a mis bragas, pero ya solo me quedaba por probar el tanga de hilo y, si las bragas de triángulo se me hincaban en las caderas, no quería ni imaginarme cómo sería llevar todas esas cuerdas repartidas por mi culo.

 

  • Culottes:

Aunque el problema de los culottes no fuera el de ser absorbidos por mi raja, seguían teniendo serias peleas con mi culo: se me iban enrollando cachete arriba y me terminaban haciendo «efecto tanga» (vamos, que se me hincaban en la rabadilla y me hacían polvo el ojete —hablando mal y pronto—).

Estaba comenzando a desesperarme, porque parecía que no existían bragas lo suficientemente buenas para el “especialito” de mi culo… Por no hablar del dineral que me estaba gastando en ropa interior que desechaba tras solo un par de puestas.

 

  • Tipo boxer:

Como la ausencia de tela no parecía ser la respuesta, me aventuré a añadirle tejido al asunto. Ya que no me gustaban las bragas de cuello vuelto decidí que, si mis bragas llegaban hasta los muslos, sería muy complicado que mis posaderas se las tragasen.

Y no, no se las tragaban.

Pero es que además de andar servida de culo, también tengo unos muslacos considerables. Así que aprendí por las malas que, cualquier tipo de short por encima del medio muslo, se me iría enrollando pierna arriba por el roce de una con la otra.

Y el cúmulo de tejido en las ingles puede resultar aún más incómodo que entre las nalgas.

 

  • Brasileñas:

Cuando estaba a punto de tirar la toalla e ir en plan comando (sin bragas, para que nos entendamos), descubrí esta maravilla.

No es un tanga y tampoco un culotte, está in between, y ya lo decía Aristóteles: «en el término medio está la virtud».

Tiene más tela que el tanga y está menos metido en el culo, por lo que no me roza la rabadilla, y tiene menos tela que un culotte, por lo que no se me enrolla culo arriba.

Así que puedo afirmar y afirmo que, para mis anchas posaderas, tras más de seis años de uso, la opción elegida por excelencia son (y creo que serán durante mucho tiempo) las bragas brasileñas de algodón del Primark.

Eso sí, les he encontrado una pega: con el uso, van cediendo y se me van bajando cadera abajo; pero, con el precio que tienen, puedo ir renovando el cajón cada año o dos años e ir cómoda en todo momento.

 

Así que yo os invoco a todas las culonas del mundo (o por lo menos a las de habla hispana —ja, ja, ja—) para que me comentéis cuales son vuestro tipo de bragas por excelencia y por qué (al mismo tiempo que espero que esta clasificación os pueda servir a alguna).

 

@caoticapaula