Te presentaste allí, a media tarde de mediados de agosto. Justo cuando dos minutos antes recibía un mensaje tuyo, que decías medio en broma de que no ibas a venir más. Y justo cuando giré la cabeza para atrás, vi como llegabas. Teníamos conexión des de siempre, y lo digo tan segura porque podía sentirte incluso sin verte. Pasaste por mi lado, con media sonrisa, burlándote de mi. Era tu costumbre. Y seguiste caminando para irte al césped, mientras yo rezaba para que te sentaras en aquella silla, a mi lado. Le pediste a María si te dejaba la toalla para tumbarte, tenías sueño y querías dormir. Esperé a que te quedaras dormido, porque quería ver por primera vez qué caras ponías cuando te despertabas.
Y fui allí, a gastarte una broma, a echarte agua para despertarte, para que abrieras los ojos medio enfadado pero el doble de contento, porque así eras siempre. Y cuando abriste los ojos para amenazarme de que me dabas un minuto para salir corriendo, porque decías que me ibas a tirar dentro de la piscina, yo ya estaba medio muerta de risa. Porque la vida contigo era todo risa, y no se necesitaba más para sobrevivir.

Después de correr por allí como niños, porque no lo podía evitar…a momentos me sentía como en el patio del colegio correteando por allí, con esas mariposas en el estomago, te volviste a tumbar en esa toalla llena de colores. Era casi rosa, pero eso era lo que menos te importaba. Y sin palabras me dijiste que me sentara allí a tu lado, y lo hice. Estuvimos hablando, un buen rato, y a media voz. Creo que nadie nos podía escuchar, pero nos sentíamos cómodos hablando casi en susurros. Me estabas explicando algo que me hizo gracia. Y nos entró la risa a los dos. Y te juro que fue a cámara lenta cuando dirigiste la mirada hacia mi y me miraste. Te quedaste mirándome con esos ojos, que me iluminó la vida entera en un segundo…intenté hacerte una foto, pero te moviste. Creo que te entró un poco de vergüenza. Pero yo me quería morir, estabas tan guapo, que por un momento quise casarme con tu mirada. Y no me hicieron falta cámaras de fotografías, porque ese momento se quedó grabado en mi memoria. Y yo recé…recé para que me siguieras mirando así siempre, incluso cuando estemos rozando los ochenta.