Reproducimos testimonio de una seguidora:
Soy cantante de orquesta desde hace muchos años y a lo largo de mi vida he formado parte de un montonazo de orquestas distintas. El año pasado todavía pertenecía a una, la más grande y famosa en la que he estado jamás, que compartía con otras seis personas. Si conocéis un poco el mundillo de las orquestas sabréis que lo primero que se pierde es la intimidad. Viajas en autobús a todos los lados, te duchas como y donde puedes, te vistes y te desvistes a medio metro de tus compañeros y bueno, acabas acostumbrándote a ello, la verdad.
También se sabe que el roce hace el cariño, y así fue como acabé yo liada con el vocalista de aquella orquesta, con el que compartía mucho más que las voces y los coros de las canciones.
No teníamos nada super serio, pero sí que éramos exclusivos, sobre todo porque ¿quién tenía tiempo para conocer a nadie más, en ese verano plagado de actuaciones por toda la geografía española? Nosotros no, desde luego.
Todo iba bien, hacía mucho calor y las plazas de los pueblos se abarrotaban por las noches. La gente tenía muchísimas ganas de fiesta, y eso es el mejor combustible de una orquesta. Tanta era mi dedicación y devoción que olvidé comprar la píldora anticonceptiva antes de que terminara la semana de descanso y entre pitos y flautas comencé a tomarla unos días más tarde, sin poner, por supuesto, precauciones de por medio. Resultado: positivo en embarazo.
Me hice la prueba al ver que no me venía la regla el mes siguiente, para entonces ya estábamos bastante cansados de tocar por los pueblos y no encajé la noticia nada bien. Tenía clarísimo que no quería ser madre en aquel momento, y jamás había visto a aquella otra persona como alguien con quien querría formar una familia, me pilló absolutamente fuera de onda. Él sí quería ser padre (me enteré entonces), y no veía por qué no podíamos seguir adelante con un proyecto familiar.
Os juro que no daba crédito, la relación que teníamos no era de ese tipo en absoluto, y menos con el estilo de vida que llevábamos, tan inestable y tan itinerante.
Le dije bien claro que no, que en cuanto acabara la gira iría al médico para interrumpir el embarazo. Él se disgustó un montón, y no es que a mi me diera igual, pero vamos, tenía clara mi decisión y no iba a cambiar porque a él se le hubiera antojado un hijo. Estuvo como dos o tres días sin hablarme, algo especialmente incómodo cuando compartes espacio vital (y artístico) con alguien, y yo ya empecé a mosquearme. No me parecía nada justo que se lo tomara así, habiéndose tratado de un accidente. Me estaba pidiendo muchísimo más de lo que me correspondía darle, y me parecía fatal por su parte.
El caso es que por fin llegó nuestro último concierto, uno que siempre es muy especial para las orquestas y que yo he celebrado por todo lo alto con todas aquellas en las que he cantado. Es el único día de la gira en el que puedes emborracharte sin miramientos, perder la voz, cogerte un resfriado, lo que quieras, porque ya se acabó. Como digo, llegó aquel día, y este chico, prefiero no decir nombres, se subió al escenario ya borracho, cosa que me pareció super mal por su parte.
Él se ocupaba de muchísimas cosas que tenían que ir perfectamente coordinadas, no podía permitirse la relajación que te da un buen ciego. Pero es que se subió, y antes de empezar, agarró el micro y se dirigió al público congregado allí, que eran más o menos 2000 personas, estaba aquello a reventar. Y dijo:
“Me gustaría pedir un fuerte aplauso para mi chica, porque en esta misma gira nos hemos enterado de que somos uno más en el escenario”.
La gente se vino muy arriba aplaudiendo y gritando y yo me quedé muerta. No me lo podía creer. Eso sí, como soy bastante más profesional que él, por lo visto, hice un conciertazo buenísimo para todo ese público con ganas de darlo todo y fue una vez nos bajamos que le dije que le dejaba a él, a la orquesta, y que lo que había hecho era imperdonable. Pensé que me iba a dar más problemas, pero por lo visto fui lo suficientemente tajante como para que entendiera que no había nada que hacer. ç
Un año más tarde, no sé nada de él, ni ganas que tengo.