No lo entiendo. Te juro que no hago más que darle vueltas y aun no os comprendo a ninguno de los dos. ¿Cómo se puede decidir racionalmente dejar de ser amigo de tu mejor amiga? Sí, la mejor. Tú mismo me lo has repetido en muchas ocasiones. Y yo, idiota de mí, te creí. Después haber sido tú la única persona que vino a verme al hospital después de que yo decidiera darlo todo por perdido (y fallar), después de yo haber estado a tu lado cuando murieron tus abuelos y en tus muchas crisis por tus problemas con las chicas. Las risas, los lloros, las llamadas de tres horas a las tantas de la mañana. Me decías que todo eso cambiaría cuando alguno de los dos tuviese pareja, que por eso debíamos intentar serlo nosotros. Yo no quise. Te quería mucho, pero no de esa manera. Me sentí fatal los días siguientes, y ahora lo que me siento es imbécil por haberme sentido así. Tres días después (literalmente) la conociste e inmediatamente empezasteis a salir. A la semana ya me dejaste caer que ella no parecía cómoda sabiendo que éramos amigos. A las dos semanas, como prueba inquebrantable de amistad, me contaste que habías luchado y conseguido negociar que no nos viésemos nunca a solas, pero que podríamos vernos (y que, por supuesto, debía sentirme agradecida). A las dos semanas y media, tu oferta pasó a que “siempre estarías al otro lado del teléfono y podríamos hacer un Skype al mes”, por supuesto te mandé por última vez a la mierda. Yo necesitaba un amigo, no una tarjeta de monopoly a usar en caso de emergencia.
Ella era la que te estaba dando un ultimátum, pero con mis cabreos era yo la que estaba haciéndote elegir entre “el amor de tu vida y tu (ahora segunda) mejor amiga”. Me duele especialmente por ti, pero también por ella. Al principio del todo, cuando me hablaste de su existenciag, una de las cosas que me dijiste fue que era feminista. No sólo eso, sino que además vivía de ello: está a punto de publicar un libro de microrrelatos feministas, recopilando pequeños machismos y comportamientos nocivos derivados de estructuras patriarcales que le enviaba la gente por correo y que ella re-redactaba. Me encantó que hubieses encontrado a alguien con esas inquietudes, que pudiese mostrarte de primera mano el mundo a través de las gafas moradas. En realidad, querido, te sigue haciendo mucha falta. Lo último que me hubiese imaginado es que sería esta chica quien te presionara hasta esos niveles para dejar de tener contacto conmigo, que usase sus “crisis de ansiedad” para justificar lo injustificable y tú me recriminaras a mí (a pesar de todo lo que sabes sobre mi salud mental y lo que he luchado para salir adelante por mí misma y sin crear dependencias malsanas) que no estaba siendo comprensiva. No concibo que a pesar de que ella nunca te diese un argumento claro que no fuesen celos vacíos (porque, por supuesto, tú nunca le contaste lo que había pasado apenas unos días antes de conocerla, que tampoco lo justificaría, pero aun así…), tú decidieses que yo valía tan jodidamente poco.
Además, no era suficiente con sacarme de tu vida. No. Tú, o más bien ese nuevo ser simbiótico que habla siempre en primera del plural, has intentado organizar quedadas con nuestros amigos de forma que mi ausencia fuera obligatoria, pero los motivos de la misma fuesen desconocidos para los demás. Eso me incluye a mí también, aunque haya terminado enterándome de todas formas. ¿Qué importa que fuese yo quien intentase incluirla en el grupo tal y como me pediste? ¿Quien le dirigiese la palabra y la introdujese para que no se sintiera tan cohibida? Seguimos siendo yo y mi falta de empatía al hacerle preguntas demasiado directas («¿y tú a qué te dedicas?»).
Joder. Eso no es amor. Al margen de lo dolida, engañada y enfadada que esté, no eres consciente del daño que te estás haciendo a ti mismo, a los dos, asumiendo que amar es algo definido y prefabricado, con una intensidad y unas características únicas a lo largo de toda la relación, que es algo que se decide, se ejecuta y punto, aunque eso implique reventar todo lo que tengas a tu alrededor. El amor no duele. El amor no te sana, no te construye, no te define, no va a hacer que te sientas realizado. Si necesitas amar a alguien, ámate a ti. Cualquier otro tipo de amor necesario es tóxico. El amor debe unir y no separar, puedes amar a mucha gente de muchas maneras y eso no va a hacer que dejes de amar a quien hayas decidido que sea tu pareja. Tú amas por desesperación, por miedo a la incertidumbre, a la soledad. Amar por miedo es otra cosa. Es enfermizo.
Dicen que mejor sola que mal acompañada. Yo decidí aplicármelo, piensa tú un poco en qué es lo que quieres de verdad.