A veces… Nuestros no lugares y Tu puta sudadera verde.
A veces, hay capítulos de la vida que es mejor que no se hubieran iniciado nunca. Porque son páginas incompletas, porque son muy pocas, o porque te han hecho sufrir de una manera casi insoportable.
Cuando te conocí, en febrero de 2021, me sentía una persona individualmente completa, feliz, sin partes rotas. Me sentía plena. De repente apareciste con un “How you doing?”, y de ahí surgió una conversación y una conexión increíble de creer. Creo que nunca me había sentido tan conectada con alguien. Los siguientes días fueron estupendos, mensajes de buenos días súper temprano por la mañana, muchísima atención, me gustas por aquí, tengo ganas de verte por allá, que si mira que eres guapa, que si apoyo, que si necesitas despejarte voy a verte… Un don Juan vamos, el tío perfecto. Encima hasta te llama por teléfono y conectáis. Joder, ¿qué podría salir mal?, me decía.
A esto hay que decir, que en aquel momento me daba miedo al abismo que supone tener una relación y el daño que causa la ruptura si esta no acaba en buen puerto, porque ya sé lo que se sufre, y siempre intento estar muy segura cuando empiezo algo con alguien.
Llegó el ansiado día, quedar, vernos, mirarnos a los ojos. Llegaste a mi casa en tu moto azul, a modo de corcel. Madre mía, recuerdo mis nervios y como miraba desde la ventana para verte llegar. Cuando abrí la puerta, dije aayyy igual no me gusta. Un tío enorme, muy grande, con una barba enorme y con la mascarilla negra. Daba un poco de mal rollo. Pero cuando dejaste la mascarilla y me diste dos besos, la impresión cambió por completo. Jooo que lindo, a ver qué tal va esto.
Confieso que tenía bastantes expectativas, llevaba dos años soltera, y bueno, aunque no necesariamente sea muchísimo tiempo, tras varias citas fallidas, me apetecía tener a alguien con el que compartir. Caminando por la calle, íbamos en casi silencio, he de admitir que me incomodó, pues pensé que era mala señal. Ahí debí darme cuenta de que eres una persona de lo más reservada, cosa que luego traería problemas. Fuimos a tomar un vinito, bueno dos. En la mesa más pequeña del ojalá de Malasaña (mierda, ya nunca más podre ir allí), conversamos por horas, sin darnos cuenta de que había toque de queda. Ahí había magia de la buena. Ni siquiera recuerdo sobre qué conversamos, lo que sí sé es que me sitia súper a gusto, y me apetecía seguir conociéndote.
Al salir del bar, sin esperarlo me empezaste a poner tu mano sobre mi hombro. Madre mía me está tanteando (pensaba). Yo hice lo mismo y me agarré a ti, nos miramos. Es cierto, había fuegos artificiales en aquello. Me acompañaste a mi casa, y antes de que te fueras, quitándome la dichosa mascarilla, me besaste. Esas mariposas…
Genial, primera cita superada y con creces. Luego el jueves un paseo, y besos en el descansillo de las escaleras del piso que compartía. Sábado, cita. Paseo, tomar algo (increíblemente lo primero que comí contigo fue un burrito del tierra), y risas cuando te chocaste con esa lámpara. Pensaba lo mono que eras, un chico super grande a la par de adorable.
Paseando paseando… llegamos a mi casa. Teníamos pensado irnos a otro lado, pero de repente, te sentaste en mi cama, me empezaste a acariciar y besar. Y madre mía, yo quería esperar, pero no pude. Me encantabas, y eso no se podía reprimir. Me sentí muy cómoda a pesar de que teníamos que tener más práctica el uno con el otro, pero estaba decidida a que fueras tú.
Los siguientes días fueron maravillosos, venías a dormir conmigo cada finde (que a gusto se dormía entre tus brazos), tus ronquidos que paraban al moverme, los desayunos que preparábamos, e incluso la cazuela que caíste. Todo era genial. Cada finde hacíamos algo, que si ir al Escorial, que si un picnic, que si un paseo por Madrid. Conectábamos y estábamos muy felices ambos, no era sólo una ilusión mía.
En abril, me fui unos días a casa, días que se alargaron por mi cólico renal. Pero el dolor de ese mes no se compara con el dolor que sufriría en el siguiente septiembre. En mi ausencia, hablábamos cada día, estabas súper presente, siempre ahí, videollamadas, pelis juntos, comprensión. Te sentía ahí. No quería más.
Pero cuando llegué a Madrid, apareció la primera decepción, la primera vez que me sentí mal contigo. Volvía un sábado a medio día, con maletas y dolores por las piedras, tomando pastillas. Te pedí por favor que si podías recogerme de la estación de Atocha, a lo que me respondiste con un NO PAULA, ES QUE TENGO PÁDEL. Ahí tuve que darme cuenta, de que el cuento color de rosa se esfumaría poco a poco, de que jamás sería una prioridad para ti. Es genial tener tiempo individual y hobbies, pero joder, sabes que tu novia esta mala y no puedes perder una sola clase? No contentos con eso, no apareciste hasta las 7:30 pm. Después de un mes sin verme. Pero confiaba en ti, y lo dejé pasar, como se dejan pasar mil cosas.
Desde aquel momento seguimos bien, muy bien, salidas, paseos, dormir juntos, duchas juntos. Me presentaste a tus amigos, aunque ni capaz fuiste de defenderme cuando uno me insultó… pero bueno en fin, siempre lo dejaba pasar porque te quería muchísimo.
Segovia, Toledo, bici por Madrid río, matadero… nuestros lugares, o ya nuestros no lugares. Dudo que pueda volver.
En junio tenía la graduación de la carrera, y me saqué el billete para irme. Un día me dices de venir conmigo. Sabes que ibas a conocer a mi familia, y no te importó, estabas súper seguro de la relación y de lo que sentías. Genial, nuestro primer viaje juntos. Te presento a todos, y creo que lo pasamos genial. La verdad es que siempre me lo pasaba bien contigo porque me sentía muy cómoda y en casa. Cádiz, Sevilla, Sanlúcar. Cuando después de ti volví a Cádiz, me entró un dolor enorme en el pecho, ahora aquella ciudad siempre me recordaría a ti, cosa que odio ahora que no estás.
Últimos días en Madrid, jamás pensé que fueran los últimos. Llegó el verano, y yo tenía que volver a casa hasta encontrar trabajo en Madrid para poder estar juntos, porque sé que las relaciones a distancia son una auténtica cagada. Lo hablamos, tuvimos acuerdos, y sabíamos que aquel verano no iba a poder con nosotros, pero parece ser que estábamos equivocados.
Ese verano yo estaba fatal, para qué voy a mentir. Agobiada con un trabajo de mierda, agobiada porque pasé de estar en una ciudad que me flipaba a un pueblo que me asfixia, y sobre todo echándote muchísimo de menos. Aunque hablábamos todos los días, yo sentía que estabas súper distante, que sólo ibas a lo tuyo. Son paranoias tuyas Paula, él te quiere muchísimo. Pero me sentí muy mal. Sentía que cada vez que te llamaba te molestaba, porque siempre estabas ocupado, y la mayoría de las veces yo no lo sabía. Analizando las cosas bien, cuando sabía que estabas por ejemplo con tus amigos surfeando o de viaje con la moto, no te molestaba, porque sabía que estabas a tus cosas, y me alegraba por ti. Pero si no me dices oye mira voy a no sé que, como demonios puedo saberlo. Es imposible, no soy adivina.
Lo peor eran las promesas incumplidas. Dos videollamadas contadas, y tu ausencia en julio. AAAh no Paula, como tu vienes en agosto. Sí, pero tú me dijiste que vendrías a verme. En fin, las cosas se dieron como debían darse, supongo. A eso se añade que, cada vez que te decía como me sentía, minimizabas mis sentimientos con un “ayy Paula no creo que sea para tanto”, “es que estaba ocupado”, “ es que es que es que”. Ya no había buenos días hasta la 1 del día. Apenas había buenas noches si no salían de mí. Y en mi cabeza era siempre un, ¿qué cojones está pasando? ¿cómo ha podido cambiar tanto en tan poco tiempo? Si hace cuestión de semanas era el tío más atento y encantador del mundo.
Al final va a ser cierto eso de que el roce hace el cariño, o algo así. Pero aún así, yo quería que fueras tú. Llegó el momento en el que me iría a verte a Cantabria. El día antes, como es normal, quería compartir contigo pues no sé, los momentos antes de irme, lo que tenía en la maleta… Pero me seguía encontrando indiferencia, mensajes dejados en visto, y contestaciones a las horas. Me entraron las dudas, y tuve que llamarte. ¿De verdad quieres que vaya a verte? –Claro Paula. Pero nunca salía de ti un te echo de menos a no ser que te preguntara. ¿Dónde estaba ese chico ilusionado por verme que solías ser? ¿Acaso había desaparecido para siempre? Me temo que sí.
En el aeropuerto, sentía dudas tremendas, pero decía, verás que cuando lo veas se te pasa toda la tontería. Y así fue. Cuando llegué a Bilbao y te vi, me volví a sentir en casa. Aquellos días fueron muy guays, paseos en moto, sitios preciosos, besos sentidos, hacer el amor incluso en la ducha, Todo estaba bien aparentemente, pero había cosas que fallaban. Odiaba que te pusieras con el móvil todo el rato y no me prestaras atención cuando estábamos solos en la buhardilla. Me sentía mal cuando estábamos acostados en la misma cama abrazados y ya no me tocabas como antes. Que te había pasado Javi? Ahora lo veo claro. Ahí ya no me querías. Ya no estabas enamorado de mi, a fin de cuentas estaba allí porque tenía el billete de vuelta, sino hubieras preferido que me fuera antes.
Y la despedida. Súper fría. De haber sabido que era la última vez que te abrazaría, me habría quedado mil minutos más. Esos abrazos eran para mi estar bien y sentirme bien. Los abrazos de mi grandullón, como me gustaba decir.
Y me volví a casa. Aún habiendo hablado sobre los problemas que habíamos tenido antes, y sintiendo que podíamos con ello, seguías con la misma actitud de indiferencia, cada vez más seco, sin buenos días, sin noches buenas. Mensajes en visto. A la semana de volverme de Cantabria te lo comenté, y tu respuesta fue quitarte los ticks azules. No te preocupaba lo más mínimo como me sentía yo. No sabes lo que me dolía.
Lo peor estaba por venir. La siguiente semana por fin entregaba el trabajo del máster dichoso. Y ¿sabes?, con la ´persona que más me apetecía hablar era contigo, porque siempre quise que estuvieras en mis momentos importantes. Te avisé de que te llamaría. Te llamé, 3 veces. La verdad es que nunca solía llamarte más de dos, pero ese día no sé, como que sentí la necesidad de hablar contigo. En vista que no contestabas, pensé que estarías mal por algo, y no sé, fui gilipollas y me preocupé de más y te llamé varias veces más. Nunca lo había hecho, pero aquel fue tu detonante. A las horas ya pudimos hablar, y te solté un discurso que no era el que quería cuando quería hablar contigo. No estás nunca para mi, te dije, nunca tienes tiempo, y últimamente estas súper poco cariñoso, cuando en persona si lo eres. No sé qué te está pasando, pero esto hay que solucionarlo. Esto en resumen, básicamente. Tu callado, – no sé que decirte Paula. ¿Cómo que no sabes? Mira Paula, te hablo esta noche o mañana. Esa noche te mandé un mensaje para saber como estabas, quería disculparme e intentar arreglarlo, pero esta vez de verdad. Me da la sensación de que nunca nos sentamos de verdad a solucionar lo que nos pasaba, y por eso la bola se hizo más grande. A la mañana siguiente, o más bien a medio día, ya me llamaste, yo estaba esperando ya desesperada. Y lo primero que me dijiste fue, creo que necesitamos un tiempo de 4 o 5 días. Yo me puse a llorar, no me lo podía creer. Aquel chico que pensaba que iba a ser el bueno, me esta pidiendo unos días. Dije muchas cosas, y no paraba de llorar. Y tu callado, indiferente, pasivo total. Me dijiste que me llamarías a los pocos días, porque tu no querías terminar la relación. Sólo necesitabas unos días antes de volver a Madrid, porque estabas agobiado.
Te esperé llorando cada día. Me iba a la cama llorando hasta quedarme dormida, mis amigas tenían que obligarme a salir porque yo no salía de mi cama. No quería comer, no paraba de llorar, no me hacía ilusión nada, solo esperaba tu llamada. Cuando pasaron dos semanas, te escribí un mensaje que no contestaste. Ahí me entró un cabreo enorme, joder al menos puedes contestar y no ser un puto pasivo. Me harté de llorar de nuevo. Ya al día siguiente de aquel mensaje, me entró el impulso de llamarte, pero claro, no me lo ibas a coger. Parecía que tu habías dado por terminada la relación y yo no lo sabía. Te llamé por oculto, ¿la mejor idea del mundo? no, pero necesitaba saber que estaba pasando, no podía estar así. Lo mejor fue tu respuesta, y como me colgaste el teléfono. Esperé a que me llamaras como dijiste, ilusa de mi, esperándote otra vez. Lo único que recibí al día siguiente fue un mensaje dejándome, rompiéndome en dos. No podía creer que ese chico honesto, caballeroso, simpático, amable y considerado que yo creía y que quería tanto, pudiera actuar de esta forma tan cobarde. Te mandé un audio en el que sin quererlo me vine abajo, y nunca supe si lo oíste, porque jamás hubo respuesta a pesar de pedirte que habláramos esto. Jamás recibí respuesta.
Ya estaba pasando por una crisis existencial, entre terminar los estudios y la ruptura, empecé a sentirme perdida, ahogada.
Una noche, dándole vueltas a la cabeza, pensé, Paula no puedes volver a Madrid, te destrozaría. Y decidí hacer lo que antes de estar contigo quería, irme al extranjero. Pero joder, no tenía ilusión aun con los billetes comprados, estaba totalmente descentrada, herida, humillada. Querida, te han dejado sin explicación, ten han roto.
Por eso al inicio de estas líneas decía que hay historias que es mejor que no sean contadas. Porque me conociste estando completa, y me dejaste completamente en ruinas. Pero ahora solo queda reconstrucción y restauración. Y sabes?, a pesar de no venir con ilusiones porque todo me daba igual, llegar aquí supuso todo un reto. Ir a un pub sola, ir a Londres sola (siempre lo quise hacer), y dejar de pensar en ti, lo más importante. Conocerme a mí misma, primordial. Estar aquí hizo que dejara de pensar en ti, aunque he de reconocer que este último finde te he recordado más de la cuenta. Pero me iré curando la herida. De nosotros solo quedan los no lugares, lugares a los que no quiero volver. Ah y tu sudadera. Pensé en mandártela, pero para qué. Si tu no te has molestado en terminar como se debe una relación que fue bonita, por qué debería yo ser considerada mandándote tu puta sudadera verde. En mi casa está, algún día la usaré de trapo, la tiraré o me limpiaré el culo con ella. Pero vaya, que no merece otra cosa.
HASTA SIEMPRE CHURRI