Estoy harta, cansada y muy hasta los ovarios de escuchar cada 2×3 la misma cantinela de ‘es que los jóvenes no piensan en nadie’. Perdónenme, pero tengo algo que añadir: es que nadie piensa en ellos.
Tengo una hija de 15 años, que se echó su primer noviete en enero del 2020, estaba en plena edad del pavo en su máximo esplendor, había encontrado su sitio en el instituto, se pasaba el día con sus amigas, con su chico y en tiktok y de golpe y porrazo la tuvimos que encerrar con su padre, su hermano pequeño y yo en una casa 24/7.
Es normal que necesite aire, es normal que necesite salir, es normal que sienta la necesidad de romper las normas. No me interpretéis mal, no defiendo ni un poco los botellones, las quedadas clandestinas o las ‘fiestas’ que se montan con un litro de cerveza y la bolsa de pipas. Solo digo que alguien tiene que pensar en ellos, que alguien tiene que descubrir la fórmula para dejarlos crecer y que vivan los mejores años de su vida. No sé si adaptar espacios, si ponerles horarios a lo ‘de esta hora a esta hora al aire libre podéis estar con las mascarillas puestas’.
Mi hija lo está llevando regumal, esto de ir al instituto un día sí, un día no y el resto de tiempo encerrada conmigo en casa. Y yo la mira y le grito y me enfado y luego le intento explicar despacio que es lo que nos ha tocado vivir, pero en el fondo me muero de pena porque veo cómo se escapan de entre sus dedos unas horas que para todos han sido/fueron especiales, tanto en positivo como en negativo, los ultimos años de instituto son los que nos hacen formarnos y decidir quienes somos y ella los está viviendo con su familia y en tiktok.
Sé que no hay una solución fácil, pero por favor, vamos a dejar de echarles la culpa por querer vivir, vamos a dejar de criminalizarlos por existir, vamos a dejar de hacerles sentir culpables por intentar hacerlo lo mejor que saben y que pueden.