Hola, preciosuras. No sé si llegarán a leerme, pero si lo hacen me pondría muy feliz.
He lidiado desde chica con traumas por mi peso. De pequeña, fui “gordita” o “rellenita”. Así me lo hizo entender mi pediatra, una anciana, cuando me miró y me dijo que estaba gorda; y que mi sobrepeso se concentraba -indicando con su dedo- acá (pierna derecha), acá (pierna izquierda) y acá (trasero). Yo solo tenía siete años.
Eso, además, me generó mucho rechazo por la parte inferior de mi cuerpo, porque creí que era anormal ser de caderas anchas y trasero más grande. Soñaba con tener el cuerpo de las bailarinas de tevé que estaban de moda, que se veían raquíticas, perfectas, sin ningún rollo.
Así fue como crecí con esa idea sobre mi cuerpo, que, además, se acentuaba con cada comentario que una tía o familiar desubicado hacía sobre mi contextura física.
Cuando empecé mi vida “amorosa”, a los diecisiete años, fue peor aún: todos mis novios (“pololos”, en chileno) se encargaron de hacerme ver que mi cuerpo estaba mal; y no tan solo por los kilos extras, sino que incluso por cómo me vestía y peinaba.
El primero de ellos, cuando me propuse y logré bajar de peso, me dijo que tenía miedo porque ahora sí me iban a mirar (claro, porque gorda imposible); el segundo, me insistió en que debía depilarme más y mejor, incluso zonas que no me interesaban; el tercero, por su parte, me ignoraba cuando no me vestía o peinaba como a él le gustaba, además de inflarme los cachetes cuando comía todo lo que había en el plato, para hacerme ver que así de gorda quedaría.
Hoy, con veinticinco años y toda esa historia detrás, me atreví a comprarme un bikini y a tomarme una foto. Sí, digo “atreví”, porque las voces del pasado siguen resonando en mi cabeza, diciendo que me veo mal, que se me nota la guata, que se evidencia mi celulitis y un largo etcétera.
Es verdad, tras la foto hay meses de ejercicio -que me ha servido como terapia en esta pandemia- pero también un trabajo de autoenamoramiento, de encantarme y convencerme que no soy mis kilos demás o de menos, que no soy los comentarios de mis ex, que no soy las comparaciones con otras compañeras: soy una mujer completa, con muchos más atributos que los físicos; fuerte, valiente y con ganas de dejar atrás los fantasmas del ayer.
No vendré con el discurso de “hoy me amo mucho”, porque las inseguridades no tardan en reaparecer. Pero lo que hoy sí puedo decir es que cada día me amo un poquito más que el día anterior, y eso lo celebro.
Es por eso que les escribo, pues valoro grandemente el trabajo que hacen como comunidad. Gracias a espacios como el de ustedes, muchas mujeres nos sentimos reflejadas, acompañadas y empoderadas; capaces de romper las cadenas que nos han impuesto los estereotipos patriarcales.
Son lo más ♥️
Joudy Salinas O.
Profesora de Castellano
25 años
Chilena