Hola Loversizers,
Soy una chica de 21 años, tamaño hobbit (mido cosa de 1’62) y peso unos 70 kilos. Vamos, que delgada delgada, no estoy. A mí esto nunca me ha supuesto un problema para vivir felizmente (además, tengo una salud envidiable, aunque por razones de falta de tiempo y algo de holgazanería, todo sea dicho, mi vida sea bastante sedentaria), pero, para mi madre, es el fin del mundo.
Desde pequeñita, he estado entre dos frentes, dos fuerzas de presión. Por un lado, mi padre, para quien lo único importante de mi vida era si sacaba buenas notas. Por otro, mi madre, según la cual lo que debía ser primordial en mi vida era ser popular y, por supuesto, delgada. Siendo una chica tímida y de gustos bastante «frikis», podéis imaginaros a quién he decepcionado más. Y, por supuesto, es algo que no permite que se me olvide.
Cada día que vamos de compras es un infierno total. Aprovecha cualquier momento para señalarme «lo mona que estaría delgada», las cosas que me podría poner si adelgazara, las carnes que me sobran, y demás. Si la acompaño a comprar comida y se me ocurre señalar que compre algo que no sea bajo en grasas, integral o sin azúcares, actúa como si acabase de matar a su cachorro. Me acusa de no pensar en mi futuro, de que el día menos pensado me voy a morir por gorda (hace poco, incluso me obligó a ir al médico a hacerme análisis; su cara al ver que estaba absolutamente perfecta no tuvo precio) y demás barbaridades que me acaban llevando al borde de las lágrimas. Y claro, ella no entiende por qué lloro, ¡si todo lo que hace lo hace por mi bien! ¿Cómo puedo ser una hija tan desagradecida?
Intento hablar con ella pero la conversación termina con ella gritándome e insultándome como si no hubiera mañana. Intento ignorarla pero cada día me baja más la moral. No puedo vivir así. Siempre he sido una persona relativamente feliz, pero con este panorama no tengo ganas ni de sonreír.
Espero con ansias vuestros consejos, Loversizers.