El otro día salí de marcha tras una semana bastante movidita, como soy nueva en la ciudad y muy tímida para conocer gente, aproveché que había un conciertito para ver si alguien me hablaba.
Vino un chico de unos 30 y pocos y se puso a charlar conmigo, todo bien, incluso me dijo de irme de fiesta con él y sus amigos y claro, de perdidos al río, yo me fui. Estuvimos todas la noche charlando y él tirándome la caña dedcaradamente, incluso me dijo que estaba encantadísimo de compartir una noche con una chica tan guapa como yo, vamos, comiéndome la oreja que dá gusto pero no hacía nada y yo como soy como soy, no le tiré.
Llegó la hora de irnos y él descaradamente me «tiró» su móvil entre las piernas y me pidió mi número, se lo dí, me despedí de la gente y me fui a casa.
Casi llegando, me doy cuenta que me iba siguiendo, aunque guardando distancias. Llegué a casa y entonces se acercó a la puerta, le dije que si quería pasar y entonces me suelta lo que escondió toda la noche «me encantaría entrar, lo estoy deseando pero como alguien me vea, no veo a mis niños más porque mi mujer me mata si se entera»
Osea, me calentó de tal manera para soltarme la guantá del «estoy casado y con dos niños preciosos» y luego nada.
Moraleja? Si te comen demasiado la oreja, alguna tara hay.