Pues como no se muy bien donde poner mi historia la voy a dejar aquí porque es algo que el mundo merece saber: que soy la más pringada y ya.
Soy vegana desde hace como 10 años. Por compromiso con el planeta y porque odio el sabor de según qué cosas. Vivo feliz alimentándome como me alimento.
Hace ya unos meses empecé a trabajar en una pequeña empresa de comunicación. Tan pequeña como que en la ofi somos 4 (mi jefe y tres más). El asunto fue que nuestro jefe tiene por costumbre hacer una cena de bienvenida en su casa cuando contrata a alguien nuevo. Y claro, organizó el evento para mí.
No llevaba casi ni una semana con ellos y tampoco les había contado mucho sobre mi vida así que cuando llegué a la casa de aquel señor y vi que el menú era ensaladilla (con su huevo cocido), carne asada, flan de huevo… Decidí que mejor no decir nada sobre mi veganismo para no hacerlos sentir mal.
Decido servirme ensaladilla esperando poder apartar los restos de huevo cocido, por suerte no le habían puesto mahonesa. Pero cuando me voy a poner a comer aquello llevaba huevo picado a mansalva. Entonces como la mesa era grande (éramos sobre 10 invitados) se me ocurre ir escondiendo en un bolsillo el huevo para hacerlo desaparecer. No me juzguéis, estaba nerviosa y no quería quedar como una idiota con mi jefe, así que todo mal…
Acabé el plato con los bolsillos del pantalón llenos de huevo cocido pero eso no fue lo peor. La cena se fue animando y después de bevernos unas cuantas copas de vino para cuando pude inventarse una excusa para no comer flan una de mis compañeras se levantó y me dijo que me invitaba a bailar. Yo ya me había olvidado del huevo y de mis bolsillos pringosos.
La mujer se me acerca y me ayuda a levantarme… Yo me levanto y según nos ponemos a bailar mientras todos nos miran me empiezan a salir trozos de huevo de los bolsillos, como si aquello fuera confetti. Además, el aceite de la ensaladilla me había manchado todo el pantalón negro de raso y a cada lado de las caderas llevaba dos lamparones horribles. Allí nadie entendía nada y todos pensaron que menuda cerda comiendo, cómo me había puesto.
Al final me atreví a confesar que soy vegana y que no quería que se sintieran mal por el menú. Mi jefe puso una cara de pena que no olvido jamás. Al menos lo bueno fue que decidió que debía compensarme y a los 15 días nos sorprendió con otra cena, en esa ocasión 100% vegan.