Sí amigas, así es como mis amigas y yo bautizamos a mi primer ligue post-ruptura. Llevaba casi 8 años con el que por aquel entonces era mi novio y por circunstancias (ese es otro temazo a parte), lo dejamos. Y lo dejas… con 36 años a tus espaldas, 8 años retirada del mercado, y con muchos miedos, vergüenza y complejos a tus espaldas.

Pero ahí están tus amigas, esas que te animan a hacerte el Tinder, el Pof, el Meetic y un máster en redes sociales para ligarte a todos los tíos de la Tierra Media y parte de Rivendel. Con muy pocas ganas, empecé a hacerme un perfil en todas las redes de ligoteo que existían. Y apareció él…

Al principio no tenía mucho interés en conocer tíos, tampoco tenía ganas de trajinármelos y luego si te he visto no me acuerdo. Empecé hablando con él por whatsapp en plan desinteresado, echándonos unas risas hasta las tantas de la mañana, un día sí, otro también, hasta que al final me propuso quedar.

La primera cita fue buena. Él con aspecto de hombre maduro, pisada fuerte, guapo, muy buen cuerpo… vamos que me picó donde me tenía que picar. Me llevó a comer a un restaurante chulo, paseito por el centro de Madrid, comedura de morros lento, suave, con deleite y después salvaje, que la cosa al final acabó calentándose. Total, que se nos echó la hora encima y no nos dió el tiempo para más.

En la segunda cita…. quedamos en mi casa, la cosa prometía, nos habíamos estado toda la semana calentándonos por whatsapp. Y cuando llegó a mi casa, nos comimos los morros como si no hubiera un mañana y nos fuimos directos a la habitación. Le bajé los pantalones y me dispuse a deleitarme con lo que tenía delante. A la tercera chupadita, ni siquiera había empezado, el chaval amenazó con correrse con un gracioso “para, para que me voy” entre risitas. Pensando que el chaval estaba nervioso, decidí pisar un poco el freno y juguetear más con besos y caricias. Pero no sirvió de nada, él se calzó un condón y al cuarto empujón se corrió como un campeón.

A mi no me había hecho ni cosquillas. Miré el reloj disimuladamente y vi que sólo llevaba un cuarto de hora en mi casa. Me prometió que si le dejaba descansar diez minutitos, volvería otra vez a la carga. Y efectivamente cumplió con su palabra. Se calzó otro condón y a los tres enpujones se volvió a correr con un “ya no puedo más”.

Estaba flipando, el chaval se corrió dos veces en tan solo cuarenta minutos. Creó que debió de ver la cara de tonta que se me había quedado, porque me dijo entre risitas eso de “es que estaba nervioso”…

Ni corta ni perezosa, le dije que estaba cansada y le invité amablemente a que se fuera de mi casa. Al día siguiente mis amigas se despollaron a mi costa y el chaval se quedó con “el Rapidito de Segovia”…..