El virus del miedo

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    Carlos Ramírez on #561924

    El virus del miedo.
    Quizás la palabra virus inflija temor por el contexto sociosanitario en el que nos hallamos en la actualidad.
    Aunque realmente las cinco letras que más miedo nos pueden dar, no son otras que el propio miedo.
    Y es que, ante esta patología, absolutamente nadie queda inmune, da igual la edad o la talla, porque si eres un gigante de dos metros, el propio miedo se encarga de empequeñecerte.
    Ya lo dijo el mayor de los filósofos: es el miedo a la libertad el que nos impide ser libres.
    Esto es muy cierto, a pesar de que solo puedo hablar en primera persona.
    El miedo es quien te frena a dar ese salto ante cualquier obstáculo.
    Lo piensas y piensas y siempre llegas a la misma conclusión.
    Los síntomas se muestran mediante preguntas que comienzan a merodear por nuestra mente: ¿no es muy grande?, ¿podre hacerlo?, ¿lo puedo intentar?, ¿y si no lo consigo?, me están mirando, no puedo fallar… Cada vez más inseguro te sigues preguntando, ¿lo hago? Y ya cuando crees estar decidido dices, ¡bueno, que sea lo que Dios quiera!
    Ese es el momento cuando sabes que el virus está muy dentro de ti.
    A pesar de todo, quieres luchar y dices, tengo que hacerlo.
    Tragas saliva, respiras hondo y tomas impulso, y a medida que te vas acercando a dicho objetivo, vas repitiendo una serie de negaciones.
    Y cuando estás ante él, cuando no tienes otra que saltar, al final, tu cerebro bloquea tu cuerpo, suceden dos cosas: o al final presentas rendición, cómo aquel gerrero que ve como la parca viene a visitarlo en su última batalla, o saltas por obligación y sin convicción, y al final caes y fracasas.
    Lo malo que sucede es que esta sombra te perseguirá cada vez que se repita una situación parecida a la anterior.
    El gran problema es que, por mucho que tengas a los mejores doctores a tu lado,
    solo tú eres quien puede sanar de ese virus y conseguir superar esa situación.
    El tratamiento a seguir no es nada facil, mas la única lucha que se pierde es la que se abandona.
    Por ende, la mejor medicina es la seguridad en uno mismo y a medida que toca enfrentar, gritar a viva voz: lo voy a conseguir, lo lograré… y nunca abandonar esas dos máximas, de esta forma, solo así lo conseguirás y sabrás que te has sanado del todo.
    Hay muchos miedos, al amor, a la opinión pública o a la muerte entre otros o por el contrario, que afortunadamente son los menos, a la vida.
    Cuando pasas este virus, sales más reforzado y con más ganas de comerte el mundo.
    Por eso, si frotaramos la lámpara y saliera el genio, cualquier humano siempre pediría el mismo deseo ¡No tener miedo!

    Para concluir este reflexión , les dejo la letra del gran poeta madrileño.

    Lo amaban, ni más ni menos,
    Y se sacaba cada mañana
    Las espinas del sueño.
    Juraba y maldecía
    Y se enredaba en la alambrada
    De la mansa rutina.

    Vivía como tú o como yo.
    Los viernes por la noche
    Iba a buscar a su amor.
    Fumaba tranquilo,
    Planeaba la semana
    Y ella le arrancaba el cigarro
    Y lo besaba.

    Y un día lo mordió el virus el miedo.
    Entendió que las mujeres
    Nunca tienen dueño.
    Y temió que ella marchase,
    Que se agotase el manantial
    Sin un por qué.
    Venció el miedo y faltó a la última cita,
    No descolgó el teléfono
    Que aullaba en la mesilla.
    Y el temor a la derrota
    Lo agarrotó como un calambre,
    Sin un por qué.

    Duro, intenso y precario…
    Se enfrentaba cada día
    Al oleaje en el trabajo.
    Y una mañana la cobardía
    Lo paralizó en la puerta
    Y no entró a la oficina.

    Volvía a despertar
    Y empezaba el periódico
    Como tantos -por detrás.
    Vio y sintió la noche
    Del planeta y su desastre,
    Tuvo miedo y decidió
    No salir a la calle.

    Y ahí lo tienes encerrado en casa,
    Temblando como un niño,
    Sellando las ventanas,
    Para no ver, ni escuchar,
    Sentir, notar la vida estallando fuera.
    Por miedo a sentir miedo
    Fue a la cama,
    Como una oruga se escondió
    Y envuelto entre las mantas
    Se durmió,
    Hizo humo el sueño
    Y se olvidó del mundo
    Por miedo a despertar.

    Aún sigue dormido.
    Pasaron los inviernos
    Y aún sigue escondido,
    Esperando que tu abrazo
    Le inocule la vacuna
    Y elimine el virus del miedo
    Y su locura.
    Ismael Serrano( Naves ardiendo más allá de Orión).

    Carlos Ramírez Moreno Conil a 6 de marzo de 2021


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