Esa es mi realidad, chicas, y creo que esta movida me va a generar tanto apuro que lo voy a pasar fatal estas fiestas. Hablo en este caso de la familia de mi novio, con los que pasé las Navidades por primera vez el año pasado y que, visto lo visto, tiene el listón altísimo con los regalos.
El año pasado, al ser el primero en el que celebraba la Navidad en su casa, decidí comprarles unos detallitos tanto a mis suegros como a mis cuñados y mi sobrino. A sus padres les compré una pack para una escapada romántica, a mis cuñados bufandas y guantes y al peque un juguete de esos con muchos sonidos y luces. Todos parecieron encantados, pero es que cuando se pusieron ellos a repartir sus regalos… ¡madre del amor hermoso!
A mí me tocó un reloj con smartphone incorporado y un Ipad porque mi chico les había comentado a mis suegros que me vendría muy bien para el trabajo. Joder, aluciné muchísimo. Y entre ellos todo súper a lo loco. Bolsos de Gucci de madre a hija, abrigos de Carolina Herrera, zapatos de Prada. Bueno, mi cara debía ser un cuadro. Si en mi casa en Navidades lo máximo son libros y calcetines…
Este año volveremos a repetir y yo ya le he dicho a mi chico que no me puedo permitir semejante gasto. Él me ha dicho que no pasa nada, que incluso él puede comprar los regalos de parte de los dos, pero eso tampoco me parece, la verdad. No quiero quedar como la cutre de turno, y creo que me estoy generando una obligación terrible sin necesidad.
Me siento diminuta a su lado, entregándoles bufandas y viendo como ellos me dan barbaridades carísimas. No sé cómo gestionar esto, la verdad.