Aunque llevo algunos años siendo asidua a este foro y respondiendo a diferentes post, es la primera vez que publico algo, pero es que estoy hecha un lío y no tengo con quién hablarlo.
A comienzos del verano, me descargué de nuevo Tinder y le di el intento nº a saber ya. La cosa es que ni fu ni fa, no le prestaba mucha atención hasta que llegó su match. Muy mono, altísimo, amable, atento, educado y una conversación la mar de interesante, estuvimos días hablando sin parar, pero inglés y, por lo tanto vive en Reino Unido, estaba aquí visitando a unos familiares. La cosa es que se marchaba de vuelta, por lo que decidimos quedar a tomar un café para conocernos en persona, aunque fueran un par de horas, y fue de las mejores citas que he tenido en mi vida, se notó el feeling desde el segundo número uno. La cosa es que después de esa cita decidió no coger su vuelo de vuelta a Reino Unido, porque quería que nos conocieramos más y como os podéis imaginar yo motivadísima, al estilo comedia romántica. Seguimos hablando sin parar, todo genial tuvimos un par de citas más, la cosa iba cada vez mejor y entonces me pidió salir, un poco rápido, cosa que me asustó, pero como no sabía cuándo se tendría que marchar o qué iba a pasar no quiso esperar más, y yo le dije que sí.
¿Cuál es el problema? Me preguntaréis, pues aquí viene. Él sigue aquí, aunque no nos podemos ver porque hay restricción de movilidad y estamos en municipios diferentes pero seguimos hablando todos los días. La cosa es que he notado un ligero cambio en él, ya no es el chico tan alegre y feliz de esas primeras citas, es bastante negativo con las cosas, aunque lo entiendo por ciertas situaciones sobre su pasado que me ha contado. En su momento me dijo que había terminado la carrera y estaba estudiando un máster, pero ahora dice que no quiere seguir, cosa que me parece bien pues me parece una pérdida de tiempo y dinero estudiar algo tan caro como un máster si no te gusta, pero tampoco sabe qué hacer, no quiere volver a Reino Unido porque dice que allí no tiene amigos y aquí me tiene a mí, pero tampoco sabe hablar español y no busca otras soluciones.
Todo esto no sería de gran importancia si no fuera por una ‘red flag’ bastante gorda que hubo el otro día… No sé cómo salió el debate de las personas trans, cosa que para mí no es un debate porque creo que los derechos de las personas son intocables, y él decía que apoyaba y aceptaba a las personas trans «pero…» y ya sabéis que los pero no suelen traer cosas buenas detrás. Por lo que empezamos a discutir, es cierto que yo tengo un carácter bastante potente, pero entre que mis ideales son muy fuertes y entre que él estaba aprovechando la barrera del lenguaje para llevar ventaja en la discusión, porque aunque mi nivel de inglés es bastante alto, puede ser el equivalente a un B2, no puedo defenderme demasiado bien en un debate con un nativo, pues me cabreé un montón. Y cuando me cabreo, lloro, así de ridícula soy, y en cuanto se dio cuenta empezó a pedirme perdón, pero el problema es que empezó a decirme que era una mala persona, que era horrible, que sería mejor si no estiviera en este mundo y me dejó caer una cosa bastante grave, y entonces dejó de contestarme y apagó el teléfono, ante lo que yo me preocupé muchísimo porque sé que tiene depresión y que no puede conseguir la medicación que necesita aquí ahora mismo (aclaro que al rato se puso en contacto conmigo y me pidió diculpas, había salido a despejarse y no había cogido el móvil). El problema no es el dicutir en sí, sino el hecho que sacara a relucir lo de quitarse de en medio tras una discusión, cosa que me dio bastante miedo.
La cosa es que yo llevo 3 años sin estar en una relación, porque lo pasé bastante mal, entonces no sé si realmente es tan grave como me parece para estar así de agobiada o me estoy autosaboteando por este miedo a volver a pasarlo mal, sumado a que no nos estamos vendo, porque a pesar de eso sigue siendo igual de cariñoso y atento conmigo, intenta por todos los medios que yo esté feliz y que sus problemas no me afecten.