Vengo a contar algo que aún me tiemblan las manos cuando lo recuerdo y eso que ya ha pasado más de una semana, desde entonces tengo pánico a montar en transporte público sola, quiero dejar claro que esto lo hago para que se vea que nos siguen pasando estas situaciones, que sigue siendo de valientes volver a casa solas, que por mucha que nos digan lo contrario el feminismo hace más falta que nunca.
Línea 10 de metro en Madrid, vivo en la parada de Begoña, prácticamente sola en el vagón, un señor de unos 50 años entra y se sienta a mi lado. Estaba el vagón vacío, me incomodó desde que sentí su cuerpo al lado, no le presté atención, me levanté, me cambié de asiento y listo.
Cuando estaba en el nuevo lugar se acercó a mí, pero esta vez no se sentó, se puso de pié a mi lado, yo estaba TEMBLANDO solo de sentirle cerca. No sabía qué hacer, se me paralizó todo el cuerpo. De repente noté cómo me tocaba el hombro, me giré para gritarle algo (creo) y vi que no era su mano lo que estaba en mi hombro, se había sacado el pene y me lo había apoyado allí, erecto.
Me levanté corriendo y me puse a llorar, en el siguiente vagón había un chico de unos 20 años que iba con ropa de hacer deporte, me preguntó qué había pasado, se lo expliqué (o eso creo), se fue como un toro de lidia hacia el cerdo y le empezó a pegar.
Os prometo que llegué a temer que lo matara, cuando paró el metro en la siguiente estación (no recuerdo cuál era), el chico lo cogió en peso y lo tiró del metro.
Vino conmigo, se sentó a mi lado, me habló, me preguntó dónde vivía y me acompañó hasta la puerta de mi casa. No recuerdo qué le dije, de qué hablamos, no recuerdo casi nada, no recuerdo ni haberle dado las gracias.
Sé que no fue nada, sé que no pasó nada, sé que podría haber reaccionado de mil maneras distintas, pero no pude, no supe.
No estamos solas, hay que contarlo, hay que denunciarlo, hay que gritarlo, hay que lucharlo.