Queréis un buen follodrama? Pues tomen asiento, queridas.
Estaba poniéndome muy tontorrona con un colega con el que a veces quedaba para triscar. Ya llevábamos un buen rato magreándonos en el sofá, medio en pelotas, y pasamos a la habitación por aquello de la comodidad. Cuando terminamos de desnudarnos lo veo que me sonríe y que se pone a cuatro patas en frente de mí, dejándome su culo a mi entera disposición.
Nunca me había pedido que jugase aquella zona, sé que los tíos tienen ahí su punto G pero soy de las que prefiere pedir permiso antes de indagar en zona oscura. Sin duda que me pusiera todo el ano en la cara significaba algo.
Empiezo a acariciarlo alrededor y veo que cada vez se me pone el hombre más malito. No llego a entrar pero acaricio con mis manos y un poco con mi lengua toda la zona. Él no hace más que gemir y pedirme más. Entonces como medio entrecortado me dice que le meta un dedo por el culo, que lo necesita, que luego él me hace a mí lo que yo quiera, pero que lo haga ya.
No mentiré, a mi los culitos prietos me dan bastante grima, pero ahí que fui. Despacio, con muuuuucho cuidado. Una vez dentro decido moverlo un poco. Él estaba ya casi a explotar. A mí escucharlo me estaba poniendo cerda perdida y me vengo arriba. Sigo moviendo el dedo despacio pero cada vez con más intensidad. Lo veo que empieza a masturbarse, aquello estaba siendo una pasada. Cuando lo veo que se corre saco ya el dedo despacio… MARRÓN, LLENO DE MIERDA DE LA PUNTA HASTA LA BASE. Y encima, según lo saco sale un pedo de estos que son como un »ceceo», que casi no suenan pero que apestan.
Él estaba medio en éxtasis, a cuatro patas pero con la cabeza hundida en la almohada. Yo frente a su culo muerta del asco, con el dedo pringado en mierda, mareada por el olor a pedo. Con ganas de vomitar y sin poder moverme porque si lo hacía potaba allí mismo.
Un segundo después lo escucho alegre y juguetón decirme que proponga lo que quiera, que ahora me toca a mí. Solo pude decirle que igual en un rato, que en ese momento lo único que me pedía el cuerpo era un váter en el que echar toda la cena.