Recuerdo que cuando mis hijos pasaron al colegio de mayores y empezaron a invitarles a cumpleaños a mí me hacía mucha ilusión. Me gustaba verles jugar e interactuar con los otros niños y tal. Pero ahora que ya tienen 6 y 10 años, la verdad es que estoy hasta el pepe de los cumpleaños infantiles. Hartísima estoy, tanto que creo que voy a empezar a restringirlos. Lo siento por mis niños, pero este ritmo no hay quien lo aguante.
Es que son varios al mes y ya no es el dinero, que no quiero ni pensar la pasta que se va en botes de cumpleaños a lo largo del año. Y es que tampoco es cuestión solo del gasto. Es también el tiempo que pierdo en ellos porque con la pequeña aún me tengo que quedar (el único día que me fui hubo movida y me llamó la madre porque la niña estaba llorando y muy disgustada… cuando llegué ya estaba jugando la mar de tranquila. Ejem), y los del mayor no sé qué les ha dado a todos por hacerlos en sitios super alejados en los que no me da tiempo de volver a casa o ir a hacer algún recado, porque están en polígonos industriales, o porque es un paintball en medio del monte.
Los que son entre semana me molestan porque me alteran la logística diaria. Los que son en finde me molestan porque me trastocan los planes o el descanso… Total, que estoy cansadísima de hacer bizums cada vez más altos, de socializar con los otros padres y madres por obligación, de perder un tiempo que no suelo tener y de todo, coño, qué hartura. Que yo creía que al ir haciéndose mayores cada vez irían a menos cumpleaños y parece que es lo contrario. ¿Soy muy mala madre si empiezo a seleccionar? ¿A decir, por ejemplo, que entre semana no pueden ir? ¿Los voy a convertir en parias si los saco del circuito de cumples? ¿Me jorobo y me aguanto, mejor?