Jugando con fuego. Capítulo 13: Los primeros pasos y una llamada

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    ilenia on #321217

    Capítulo 13: Los primeros pasos y una llamada.

    Debido a lo peligroso que era el bosque y el poco tiempo de luz que quedaba cuando Daniel regresó, consideró conveniente que nos quedáramos a pasar la noche allí. Sinceramente creía que nos habría dado tiempo de sobra para marcharnos antes de que atardeciera, pero fue un pensamiento que no manifesté en voz alta, no iba a desperdiciar la oportunidad de pasar una noche más en sus brazos, ni loca que estuviera, además en ese ámbito él era el profesional y me fiaba por completo de su criterio.
    Durante la noche mi padre llamó insistentemente hasta que consiguió hablar conmigo, no se conformó con un simple mensaje de texto. Estaba desesperado por verme y que le explicara porque había estado con mi hermano y todo lo relacionado con él. Finalmente cedí y le prometí que en cuanto pudiera iría a casa y podríamos hablar con calma y precisión.
    Antes de la siete de la mañana emprendimos el viaje de vuelta, pero en esta ocasión era yo la que conducía, Daniel iba delante de mí en una moto de la policía que había sacado del garaje.
    Por petición mía conducía muy despacio, me aterraba la simple idea de perderlo de vista y quedarme pérdida en aquel lugar que era precioso y peligroso a partes iguales.
    Una vez fuera, él giró a la izquierda y yo a la derecha. Estaba muy cansada debido a que había dormido unas cuatro horas escasas. Pasamos la noche haciendo el amor, su cuerpo era mi refugio, cuando estaba con él sentía que nada más existía, los problemas desaparecían, mi única preocupación era encontrar el modo de conseguir soportar tanto placer, era una preocupación que estaba dispuesta a afrontar cada día de mi vida.
    No solo estaba desgastada físicamente, mi mente necesitaba recomponerse, aclarar ideas y descansar. Internamente siempre supe que cuando volviera a ver a mi hermano me encontraría a una persona rota, pero vivirlo fue como recibir un guantazo de realidad. El día que mi familia dejara de estar bajo amenaza nuestra pesadilla no se acabaría, ese día solo sería el inicio de un largo viaje hasta la estabilidad emocional y el perdón que estaría lleno de culpabilidad, rabia y dolor.

    Mi primera idea fue ir a mi piso para lanzarme a la cama y dormir el resto de la mañana, pero recordé la petición de mi padre, siendo sincera, no quería hacerlo. Hablar de mi hermano y lo que había pasado me dolía, pero entendía que necesitara respuestas, por lo que decidí enfrentarme a ello lo antes posible.
    Tras quince minutos de viaje, tuve que parar en una gasolinera para tomarme una bebida energética que consiguiera espabilarme. Durante el trayecto había dado hasta tres cabezadas y en la tercera me asusté de verdad.
    Finalmente conseguí llegar a mi casa sin contratiempos. La bebida no me espabiló del todo, pero al menos conseguí mantener el coche en medio de las dos líneas de mi carril.
    Era muy temprano, la casa estaba en completo silencio. Antes de nada, fui a la cocina y me comí un plátano acompañado de un vaso de agua.
    —¿Qué haces aquí? —estuve a punto de tirar el vaso al suelo a causa del susto que me provocó escuchar la voz de mi madre detrás de mí. En esa casa eran demasiado silenciosos. Las personas que ocultan cosas se asustan con facilidad, das el perfil.
    —He venido a hablar con papá —respondí inconscientemente.
    —Se ha ido a trabajar. Siempre vienes a ver a tu padre, sin embargo, hace semanas que te dije que quería hablar contigo y me evitas. Siento que me ocultáis algo —era día laborable, obviamente mi padre estaba trabajando y no en casa, pero estaba tan cansada que la cabeza no me funcionó lo suficiente para llegar a esa simple deducción.
    —Esta bien, hablemos —no quería hablar, pero fue lo único que se me ocurrió para esquivar la pregunta de si le ocultábamos algo.
    La seguí hasta el salón, se sentó en una esquina del sofá y yo me senté en la otra.
    Nos quedamos unos segundos en silencio. A pesar de querer hablar no parecía saber por donde empezar y no sería yo quien lo hiciera. No pensaba ayudarla con la situación. Hubo un tiempo en el que creí que era necesario que habláramos para terminar de sanar la relación madre-hija, pero después de lo que viví con mi hermano, lo único que deseaba era correr y huir de allí.
    —Soy consciente de que entre nosotras sigue existiendo cierta tensión que con tu padre no tienes.
    —Por razones obvias —no quería ser dura con ella, pero tampoco sabía como intentar suavizar mis pensamientos. —Alejandra tienes que entender que después de que tu hermano muriera mi vida se destruyó, no quería seguir siendo madre —ya antes había escuchado aquella excusa, sin embargo, sí fue la primera vez que la analicé con detenimiento, las palabras retumbaron en mi cabeza y sentí como el enfado comenzó a crecer en mi interior.
    —Y tu dolor por Raúl era más grande que tu amor por mí —mi madre me miró como si me hubiera vuelto loca, pero era exactamente lo que estaba diciendo.
    —Ahí está, lo has hecho desde pequeña —me miraba con decepción a la vez que negaba con la cabeza.
    —¿El qué? —pregunté incrédula.
    —Competir con tu hermano. Lo has hecho desde que disteis los primeros pasos, pero no creía que lo seguirías haciendo con él fallecido —no daba crédito a lo que estaba escuchando. Indignada me levanté como un resorte del sofá, iba a marcharme, pero antes de atravesar la puerta un cable se me cruzó y me di la vuelta posicionándome delante de ella que seguía sentada.
    —Quería y quiero a mi hermano con locura, nunca lo culpé por ser tu preferido, tu ojito derecho, él que nunca se equivocaba ¿Pues sabes qué mamá? ¡Se equivocó! —estaba gritando, la rabia fluía por cada poro de mi piel sin ningún tipo de control.
    —¡Respeta su memoria! —gritó poniéndose en pie. Por un momento pensé que me golpearía, pero no lo hizo. Me miraba con una rabia que nunca antes había visto en su mirada. Me amedrenté un poco, incluso di un paso hacia atrás, pero no dejé ni un solo segundo de mirarla a los ojos.
    —Siempre lo he hecho —respondí sin gritar, pero con la total seguridad de lo que estaba diciendo.
    Se marchó, no sin antes lanzarme una última mirada de desprecio que me dejó destrozada por dentro, más de lo que ya estaba. Me daba miedo que llegara el momento en el que colapsara, a cada paso que cada me hundía más en el fango.
    Me dejé caer en el sofá y me llevé las manos a la cara. Nunca competí con mi hermano, al menos no de manera consciente. No podía negar que siempre noté mayor atención por parte de mi madre hacia él que conmigo, pero no recordaba ni una sola vez en que eso hubiese sido motivo de enfado por mi parte con Raúl, ni siquiera con ella.
    Me levanté dispuesta a marcharme, necesitaba llegar a mi piso, darme una buena ducha y descansar, quizás después viera las cosas con mayor claridad y encontrara alguna manera de arreglar la situación, no estaba preparada para volver a tener una relación nula con ella, de solo pensarlo me daban escalofríos.
    Salí por la puerta principal y cuando estaba a punto de cerrarla, apareció mi padre, cerré los ojos y resoplé resignada. Se suponía que estaba en el trabajo, ¿Por qué había vuelto? Me dieron ganas de echarme a llorar y patalear como una niña pequeña.
    —No te esperaba tan pronto.
    —¿Qué haces aquí? ¿Por qué no estás trabajando? —dije sin poder esconder el fastidio en mi voz.
    —Se me han olvidado unos papeles ¿Qué te pasa? —mi padre abrió la puerta y me hizo una señal para que entrara.
    —No me pasa nada —estaba tan frustrada que me era imposible ocultarlo. Sentía que me llevaban los demonios.
    —Dime la verdad —fuimos hacia su despacho donde estaban los papeles que se había dejado olvidados.
    —He tenido una pelea con mamá —se giró y me miró preocupado—. No quiero hablar del tema —me adelanté antes de que comenzara con el interrogatorio.
    —Está bien. Ya hablaremos de eso después. Ahora cuéntame porque ayer estuviste con Raúl —bajó el tono y se apoyó en su escritorio —su mirada cambió de preocupada a ansiosa.
    No sabía por donde empezar, no me apetecía explicarle que Daniel me había llevado allí para solucionar nuestros problemas sentimentales.
    —Fui allí por otros motivos y Raúl apareció…
    —¿Allí donde? ¿Con quién? ¿Y como que apareció? ¿Por arte de magia, volando? —me iba a volver loca con sus preguntas y su sarcasmo.
    —Fui con Daniel, no te voy a decir donde por más que insistas, además creo que si ahora mismo lo intentara, no sabría llegar.
    —¿Por qué fuiste con… ese? —el tono de desprecio de mi padre no me gustó, podía entender que estuviera enfadado, yo también lo estuve, pero no podía tapar el Sol con un dedo.
    —Te recuerdo que “ese” protege la vida de tu hijo y es la única persona en la que confía —intenté usar un tono calmado, lo último que quería era tener una pelea con él también.
    —¡Lo has perdonado! —mi padre alzó la voz con un tono acusatorio.
    —Papá…
    —Vale, aparcaremos ese tema también —dijo intentando relajarse. Como siga aparcando temas se va a quedar sin sitio en el garaje.
    —Raúl supo que estaría ahí y vino a verme. Estuvimos hablando y cuando me llamaste, no lo pensé y le di el teléfono a pesar de que tu no querías que él supiera que estás enterado de todo. Lo siento, os he hecho daño y me siento… —no pude seguir. No recordaba cuanto tiempo hacia que no lloraba con mi padre presente. Intenté aguantarme, lo intenté con la poca energía que me quedaba, pero simplemente no pude. Mis ojos se empañaron y un río incontrolable de lágrimas me desbordó por completo.
    —No me has hecho daño Alejandra —mi padre me abrazó con fuerza y yo escondí la cara en su pecho como una niña pequeña que necesitaba con urgencia la protección de su padre—. Al contrario hija, volver a escuchar la voz de tu hermano me ha devuelto la esperanza que estaba perdiendo —besó mi nuca y yo lloré sin contención.
    —¿¡Qué diablos estás diciendo!? —solté a mi padre y me giré asustada. Mi madre estaba en la puerta del despacho con la cara totalmente desencajada, su pecho subía y bajaba muy rápido. Fue como si la tierra se abriera bajo mis pies, pero por desgracia no me tragó acabando con la pesadilla.
    —Elisabeth espera… —estaba en shock, no fui capaz de pronunciar ni una palabra.
    —¡No! —chilló de nuevo—. Dime la maldita verdad —y eso hizo. Conforme mi padre relataba la historia, el rostro de mi madre pasaba por distintas fases de horror. No intervine en ningún momento, me daba miedo su reacción conmigo.
    Cuando terminó, la habitación se quedó en completo silencio. Mi madre tenía la mirada perdida y los ojos inyectados en lágrimas. Era como si su cerebro intentara procesar toda la información de golpe, conocía perfectamente esa sensación y no lo conseguiría.
    —¿Y tú? ¿Por qué sabes todo esto? —mi madre se centró en mí.
    —Daniel es uno de los inspectores encargados del caso de Raúl —susurré sin ser capaz de mirarla a los ojos.
    —¿Es? ¿También has mentido sobre su muerte? —por primera vez alcé la mirada y la miré atónita. Me estaba acusando.
    —Yo no sabía nada. Creí que había muerto y a partir de ahí todo se descontroló y fui averiguando la verdad. Me viste llorarle, ¿Crees de verdad que soy capaz de fingir algo así? —dije desesperada porque me creyera.
    —Voy a ir a comisaría, quiero saberlo todo, quiero ver a mi hijo —mi madre salió de la habitación y mi padre y yo la seguimos, teníamos que hacer algo para detenerla, no podíamos permitir que cometiera esa imprudencia.
    —No saben dónde está. Debes saber que Raúl no confía en la policía —mi madre se detuvo y miró a mi padre con miedo.
    —¿Qué estás diciendo?
    —Han descubierto en varias ocasiones su paradero, por eso ha tomado la determinación de que solo Daniel conozca donde está.
    —Tiene miedo —susurró. La rojez volvió a invadir sus ojos.
    —No vas a solucionar nada yendo allí a vociferar que sabes la verdad. No podrás verle, además nadie conoce que tu hija… —mi padre me señaló recalcando las dos últimas palabras—. Mantiene una relación con Daniel. En tu estado de nervios podrías decir cualquier cosa que la delate y la ponga en el punto de mira —mi madre volvió a fijar la mirada en mí. Si salía por esa puerta demostrando que le daba igual mi suerte, acabaría por destruirme.
    No lo hizo y por primera vez respiré aliviada. Se dirigió al salón y se sentó en el sofá. Nosotros la seguimos con cierta prudencia. Mi padre se veía desesperado por abrazar y consolar a su mujer, pero la conocía a la perfección y sabía que debía actuar con cautela porque podía explotar en cualquier momento como un volcán.
    —Al menos quiero hablar con él. No puedes negarme ese derecho, soy su madre —la súplica en sus palabras me llegó al alma.
    —Ayer estuve con él. Vi en primera persona como se quedó después de intercambiar dos frases con papá. Si hablas con él… —no sabía cómo decirlo, pero era necesario si quería evitar un mal mayor—. No creo que sea capaz de soportarlo y menos estando solo, se siente demasiado culpable.
    Nadie dijo nada más, estábamos quietos como si el tiempo se hubiera detenido. En un arranque de valor, mi padre se acercó a ella y la abrazó. Lejos de rechazarlo, se aferró a él con fuerza y dejó salir todo el dolor acumulado.
    Me quedé allí observándolos, la escena me trasladó al momento en que “enterramos” a Raúl, al igual que ese día, mi padre abrazaba a mi madre mientras yo los observaba desde la lejanía.
    El timbre de la puerta principal sonó sacándonos del embrujo. Mi padre se levantó y me dirigió una mirada para que me quedara junto a mi madre mientras él iba a ver de quien se trataba, pero no fui capaz de acercarme a ella, no pude tan siquiera dar un paso, tenía mucho miedo de ser rechazada.
    —Adrián Cano Pazos queda detenido —mi madre y yo nos miramos un segundo y salimos corriendo hacia la entrada para averiguar qué estaba pasando, tenía que haber escuchado mal.
    Al llegar vi en la puerta a la subinspectora Castro acompañada de dos agentes más. Tenía agarrado de un brazo a mi padre y en la otra mano sostenía unas esposas.
    —¿Qué? —mi padre intentó zafarse de su agarre, pero Marta no se lo permitió.
    —Por favor no ponga resistencia —los otros dos agentes la ayudaron a inmovilizarlo cogiéndolo cada uno por un brazo. De forma brusca le dieron la vuelta y le colocaron las manos en la espalda. Mi padre soltó un quejido que hizo que por fin reaccionara.
    —¿De que se le acusa? —me acerqué, pero Marta extendió el brazo advirtiéndome que debía mantener las distancia.
    —Colaboración con la mafia italiana y tráfico de drogas —no daba crédito a lo que estaba escuchando. Mi padre confesó, quedó claro lo que estaba pasando, el chantaje al cual Conte y sus hombres lo tenían sometido.
    —¡Ya aclaramos ese tema! —gritó mi padre mientras los otros dos agentes tiraban de él para sacarlo de mi casa.
    —Deje de complicar la situación. Iremos a comisaria, allí se le leerán sus derechos y podrá aclarar lo que quiera.
    Se lo llevaron, lo metieron en el coche patrulla como a un vulgar delincuente y simplemente se lo llevaron.
    —Alejandra ¿Qué pasa? —el estado de nervios de mi madre era preocupante. En menos de una hora había descubierto la verdad sobre su hijo y había visto como se llevaban detenido a su marido acusado de colaboración con los tipos que intentaban destruir por completo a su familia.
    —No lo sé —susurré.
    No podía dejar que los nervios me bloquearan, era urgente que averiguara que estaba pasando y no lo conseguiría quedándome allí clavada muerta de miedo.
    Cogí las llaves de mi coche y junto a mi madre pusimos rumbo a la comisaria mientras ella se ponía en contacto con el abogado, lo íbamos a necesitar.
    Tenía una muy mala sensación sobre lo que estaba pasando, pero ni por un segundo dudé de la inocencia de mi padre, o al menos eso era lo que me repetía una y otra vez en la cabeza mientras conducía.
    Durante el trayecto puse al día a mi madre sobre todas las cosas que no le dio tiempo a mi padre de explicar. Las amenazas de la mafia y la confesión que hizo empujado por mí para evitar precisamente que ocurriera lo que estaba sucediendo.
    Daniel y la idea de que él fuera consciente de la detención llegó a mi mente como un rayo destruyendo la poca calma que fingía tener.
    Al llegar allí me sentí perdida, todo el mundo me decía que me sentara y esperara, pero esa no era una respuesta que nos valiera. A lo lejos vi a Montoya e ignorando al policía que empezó a correr detrás de mí, fui hasta él para encararle. Por suerte llegué antes de que el armario que me perseguía me placara. Javier le informó de que todo estaba bien y se marchó, no sin antes por supuesto fulminarme con la mirada.
    Mi madre que se había limitado a observar la escena llegó hasta nosotros. Antes de entrar le pedí que me dejara a mí encargarme de las preguntas, después de lo que había pasado mi confianza en esa gente era nula y lo último que quería era que tuvieran más información, ellos debían seguir creyendo que era ajena a la realidad, también le pedí que tuviera cuidado con su reacción cuando viera a Daniel, aunque en realidad no sabía si yo misma sería capaz de controlarme.
    —¿Por qué han detenido a mi marido? —mi madre encaró a Montoya con furia en los ojos. Justo lo que le había pedido que no hiciera. Jamás nadie podrá dudar que es tu madre.
    —Cálmese señora, no olvide donde está y con quien está hablando —no me gustó nada la amenaza escondida en un tono calmado.
    —En realidad no sé quien es —mi madre le habló como si tuviera a un idiota delante. Al final acabas con los dos en el calabozo.
    —Javier ¿Qué está pasando? ¿Por qué detenéis a mi padre? Hablamos de todo esto, sabes porque colabora con la mafia —intervine para que Montoya se centrara en mí.
    —Tu abogado será el encargado de informarte —y simplemente se marchó.
    Nuestro representante legal entró en la sala de interrogatorios acompañado de Daniel, Javier y Marta.
    Mi madre se tensó por completo cuando vio a Daniel, pero siguió mis instrucciones y no le dirigió la mirada en ningún momento, al contrario, se dio la vuelta para que nadie pudiera advertir su rostro desencajado.
    Nos limitamos a esperar porque simplemente no podíamos hacer nada más. Nos sentamos en una fila de asientos que había en el pasillo y por seguridad no hablamos en todo el tiempo que estuvimos allí.
    Los nervios me iban a destrozar, necesitaba explicaciones urgentes. Incapaz de seguir sentada, comencé a dar vueltas por el pasillo, intentaba ver algo por las rendijas de las persianas de la habitación, pero lo habían cerrado todo por lo que era imposible visualizar nada.
    Una hora y media más tarde comenzaron a salir, el primero fue mi padre que seguía esposado y custodiado por un policía. Aunque lo intenté, no nos dejaron mantener ningún tipo de contacto.
    Nuestro abogado se dirigió a nosotras, su cara de pocos amigos empeoró mi estado de nervios.
    —Deberíais haberme informado de toda esta situación Elisabeth. Adrián ha sido acusado por tráfico de drogas y colaboración con la mafia italiana.
    —Pero él…
    —Lo sé —me interrumpió el abogado—. Sé que confesó y llegó a un acuerdo con la policía, pero al parecer en un registro que hicieron en la empresa, autorizado por tu padre, encontraron pruebas que lo inculpan. Creen que su confesión fue una tapadera para poder seguir traficando sin estar en el punto de mira.
    —Tiene que haber un error, mi padre es una víctima de esa gentuza, no haría algo así, me niego a creerlo, no es verdad, ¡no lo es! —mi madre me agarró por los hombros y me pidió que me tranquilizara.
    —¿Qué va a pasar ahora? —su voz temblaba, pero al menos fue capaz de mantener la compostura.
    —Por normal general mañana le pasarán a disposición judicial. Necesito que me informéis de todo con detalle.
    Eso hicimos, pero no allí. El abogado nos siguió en su coche hasta nuestra casa.
    Una vez allí hablamos largo y tendido, sobre todo yo que era la que más información manejaba, pero en la parte de Raúl me detuve, no sabía que hacer, no quería poner en riesgo a mi hermano, pero tampoco quería cargar en mi conciencia con el peso de no haber hecho todo lo posible por ayudar a mi padre, el cual estaba convencida de que era inocente.
    —No me ocultéis nada. Soy vuestro abogado, toda la información que me proporcionéis será empleada para ayudar a tu padre y aquello que no pueda usar en su defensa no saldrá de aquí, te doy mi palabra —hablaba como todo un profesional. Miré a mi madre y ella asintió, por lo que desvelé toda la verdad.
    Sabía que tenía confianza plena en Carlos, se conocían desde pequeños, fueron vecinos y estudiaron juntos el primer año de Derecho, el único año de carrera que cursó mi madre antes de darse cuenta que lo suyo siempre fue el arte.
    —Carlos dime por favor que puedes ayudarlo.
    —Eli no te voy a mentir, la situación es difícil, pero lo de tu hijo es un gran punto a nuestro favor, con esto quizás al menos consiga la libertad provisional.
    El móvil que Daniel me había dado vibró un par de veces, intuí que me había enviado un mensaje, fui hasta mi bolso y así era, quería que nos viéramos en mi piso por la noche.
    No fui cuidadosa y mi madre me vio leyendo el mensaje. Su mirada no era reprobatoria, la verdad era que no sabría decir que vi en su mirada. Era una situación muy complicada, debíamos estar unidas para apoyar a mi padre, pero no se me iba de la cabeza que unas horas atrás habíamos tenido una fuerte pelea donde se realizaron acusaciones muy graves y dolorosas.
    Despidió a Carlos después de volverle a rogar que hiciera todo lo posible por mi padre y vino como una flecha a por mí.
    —¿Quién era? —por la desesperación de su voz intuí que deseaba que fuera mi hermano.
    —No tengo su número —me limité a responder. La vez que me llamó lo hizo con número oculto. Raúl sí podía ponerse en contacto conmigo ya que Daniel le facilitó mi teléfono, pero aparte de que no era seguro para ninguno de los dos que nos llamáramos con frecuencia, no estaba muy segura de cuando se vería capacitado para volver a hablar conmigo.
    —Entonces intuyo que era Daniel, que probablemente también fue quien te dio esa antigualla —era difícil de explicar que con lo inteligente que era, tardara tanto en descubrirnos.
    —Quiere hablar.
    —¿Confías en él? —la pregunta de mi madre solo tenía dos respuestas posibles, cualquier otra variante inclinaría la balanza hacia la opción negativa.
    Sin embargo, tras unos segundos paralizada, algo dentro de mí hizo clic y por primera vez en bastante tiempo me sentí segura.
    —Sí —claro que confiaba en él, me lo había demostrado una y otra vez, aunque me había negado a verlo. Sabía que sus sentimientos eran puros al igual que los míos.
    —De acuerdo. Sé que eres lo suficientemente fuerte e inteligente para separar el amor de todo esto, y si tú confías en él yo también —sus palabras me abrumaron un poco. Después de nuestra discusión, lo que menos esperaba eran elogios por su parte.
    La vi vacilar, parecía querer decir algo más, pero no lo hizo, por lo que decidí marcharme antes de que los nervios me jugaran una mala pasada en su presencia.
    Me fui a mi piso donde esperaría a que cayera la noche para poder hablar con Daniel, aunque más que hablar, lo que verdaderamente necesitaba era que me abrazara y no me soltara hasta el día siguiente.

    Me di una ducha más larga de lo normal, el agua caliente cayendo por mi cuerpo consiguió relajarme, la tensión por fin disminuyo en cierta medida, pero mi cabeza no podía parar de pensar. Intenté repetirme que por más que me preocupara no conseguiría nada y que no importaba lo fea que fuera la situación, mi padre era inocente y de un modo u otro conseguiríamos demostrarlo.
    Aproveché que el piso estaba vacío para sentarme en el sofá en vez de en la cama, sabía que en cuanto mi cuerpo rozara mi cómodo colchón caería en un profundo sueño.
    En la televisión no había nada que me mantuviera distraída, en menos de cinco minutos miré cuarenta veces el móvil.
    Me levanté en dirección a la cocina cuando mi estómago emitió el primer rugido. Llevaba casi veinticuatros horas sin ingerir ningún alimento salvo el plátano que me comí en la casa de mis padres. Me hice un sándwich de pavo, no fui consciente del hambre que tenía hasta que le di el primer bocado. Prácticamente lo devoré y me preparé otro, pero el segundo no fui capaz de terminármelo. No me reconocía, en otra época dos sándwiches hubieran sido un simple tentempié y no la cena, bueno… quizás los dos no, pero uno sí.

    Me fui a mi habitación echa un manojo de nervios, la espera nunca se me dio bien y esa se estaba haciendo eterna. Me senté en la silla de mi escritorio, intenté centrar toda mi atención en el libro que tenía encima de la mesa, hacía meses que lo empecé, pero tras todo el caos que me había inundado, no saqué tiempo para continuar leyendo.
    A pesar de que me esforcé todo lo que pude, mi mente terminó por desobedecerme y pensar en todo el trascurso del día.
    El golpe de la puerta de la habitación de mi amiga me devolvió a la realidad, me levanté y abrí la persiana, la calle estaba ya bastante oscura, le envié un mensaje a Daniel pidiéndole que viniera lo antes posible, por suerte recibí una respuesta positiva.
    En cuanto entró por la puerta me levanté de la silla, pero no me acerqué y él tampoco lo hizo, simplemente cerró la puerta después de entrar y me observó como si me estuviera analizando, quizás intentaba averiguar si estaba enfadada o desconfiaba de nuevo de él por todo lo sucedido.
    —¿Lo sabías? —fui directa al grano, no me sentía capacitada para andarme con rodeos o intentar ser delicada.
    —No — no necesité más. En dos zancadas llegué hasta él y le abracé escondiendo el rostro en el hueco de su cuello. La tensión se marchó y por primera vez en todo el día, sentí que podría descansar.
    Me rodeó con sus brazos por la cintura apretándome con fuerza contra su pecho, como si él también se hubiese quitado un peso de encima.
    —¿Por qué lo han detenido? —susurré aún abrazada a él. No quería soltarlo, no quería perder esa sensación de seguridad.
    Dejó de abrazarme y me llevó hasta la cama donde nos sentamos, entrelazó su mano derecha con la mía y me miró a los ojos.
    —Hace unos días con la autorización de tu padre registramos todos los almacenes en busca de pruebas, incluyendo la habitación secreta. Marta encontró unos papeles triturados y decidió llevarlos al laboratorio para que los reconstruyeran por si los papeles contenían información útil y la tenían, pero no para nosotros —hizo una pausa y resopló.
    —Sigue, por favor.
    —Los papeles contenían un informe detallado de Javier, Marta y de mí.
    —¡Es una trampa! —me levanté de la cama exasperada, era tan obvio que alguien los había colocado ahí con la intención de culpar a mi padre, no podía creer que por esa ridiculez estuviera detenido.
    —Yo también lo creo. El problema es que en esos papeles está detallada minuciosamente la confesión de tu padre y todo lo que dijimos los que estábamos allí presentes, incluida tú.
    —Otra prueba más de que es inocente. Mi padre jamás me mencionaría, nunca me pondría en peligro. Es obvio que pusieron esos papeles ahí para inculparlo y las opciones son bastante reducidas —Marta o Montoya, uno de los dos trabajaba para la mafia.
    —No corras tanto, cualquiera en comisaría podría haber accedido a las grabaciones de ese día. Además, en el registro estuvimos presentes Marta, Montoya, otros diez agentes y yo, cualquiera podría haber dejado la documentación.
    —Eso amplia el arco de sospechosos a doce.
    —¿Me dejas fuera de toda sospecha? ¿Vas a correr ese riesgo?
    —No es ningún riesgo —me acerqué a la cama y cogió mi mano para depositar un casto beso en ella. Tiró obligándome a sentarme en su pierna izquierda. Alzó de nuevo la mano y me acarició la mejilla. Cerré los ojos disfrutando del contacto, cuando los volví abrir me centré en sus labios. Rompí los escasos centímetros que nos separaban y me deleité con su dulzura.
    —Todo va a salir bien —no hizo falta que le dijera nada, con solo besarme pronunció las palabras que más deseaba escuchar.
    —¿De verdad Montoya y Marta creen que es culpable?
    —No os conocen tan bien como yo, los detalles del informe son tan exactos y usa unas determinadas expresiones que entiendo que desconfíen, de hecho, no creo que el culpable sea ninguno de ellos dos. Cuando la mafia intenta tener un topo no suelen ser altos cargos, sobornan a los que no tienen tanto que perder.
    —¿En algún momento desconfiaste? —su mirada y su silencio fueran respuesta suficiente. No podía negar que en parte me dolió.
    —Te mentiría si te dijera que no, pero en cuanto vi tu nombre supe que era una trampa. Tampoco creí que fueran a detenerlo sin antes reunirnos los tres y hablarlo calmadamente, pero en cuanto Marta vio su nombre convenció a Montoya para pedir la orden de detención. No lo he sabido hasta esta mañana—escondí el rostro en su cuello y noté como la piel se le erizo cuando mi aliento hizo contacto con su piel.
    —Supongo que te entiendo —ignoré la parte de Marta porque por primera vez en todo el día me sentía calmada y no quería envenenarme pensando en esa mujer.
    —Debería irme, no es recomendable que siga aquí cuando salga el Sol
    —Aún tenemos tiempo — Rodeé su cuello con ambos brazos atrayéndolo, me besó esta vez sin controlar el deseo. Me hizo temblar cuando acarició mi muslo llegando hasta la ingle.
    —Para eso no —susurré no demasiado segura, sonrió en mis labios y se separó un poco—. Cuéntame que decía el informe.
    .
    .
    .
    Me he escapado un momento de la celebración de mis 24 años para subiros el capítulo, perdonad por la demora.
    Solo quedan 2!!
    ¿Qué pasará, que misterios habrá? Puede ser mi gran noche!!

    Responder
    MarSoñadora
    Invitado
    MarSoñadora on #321320

    Ilenia muchas felicidades y gracias por hacernos a nosotras un «regalo» en tu cumpleaños!
    El capítulo está genial. Ha sido muy intenso, lo he leído prácticamente en tensión todo el rato.
    Parece que despeja mis dudas sobre la lealtad de Marta y Montoya, pero no termino de fiarme… Quién puso los papeles?!
    Por cierto, no me puedo creer que sólo queden dos capítulos, la cosa está más liada que nunca!

    Responder
    Bibi
    Invitado
    Bibi on #323822

    BIEEEN!!! ya tenemos capitulo por fin! Primero feliz cumple con un poco de retraso! Segundo… por Dios! no sé si quiero que termine ya o no!! ay! que emocionante todo. Sigue asi, que nos tienes en ascuas a todas!

    Responder
    Científica empedernida
    Invitado
    Científica empedernida on #323914

    Hola Ilenia!!

    Ya no sé si procede felicitarte…pero felicidades por tu cumple y por este capítulazo! No había tenido tiempo para leermelo.

    Responder
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Respuesta a: Jugando con fuego. Capítulo 13: Los primeros pasos y una llamada
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