Hace seis meses la que era mi novia me dejó. De la noche a la mañana me dijo que no podía seguir haciedome daño y que necesitaba estar sola. Fue un jarro de agua fría que no me esperaba por nada del mundo. Aunque quizás no lo quise ver, y lo que pensaba que era una rachilla mas baja, resultó que era los indicios de la ruptura. Pero no ha sido un duelo normal, ya que somos compañeras de facultad, tenemos el mismo grupo de amigas y por aquel entonces trabajábamos juntas. Fue una época horrorosa, donde tenía que seguir viéndola e intentar fingir que estaba bien. Pero lo pasé mal, muy mal, aunque esto me ayudó a dar el paso de empezar ir a la psicóloga, que era algo que quería pero siempre lo iba dejando pasar.
Llegó el verano y ya dejé de tener contacto con ella, incluso dejé de seguirla en redes sociales porque su activismo online me molestaba. En agosto me fui a trabajar a un campamento lejos de mi ciudad durante un mes, y fue mi auténtico salvavidas. Tuve un mes donde no tenía apenas tiempo para pensar en ella, conocí a un montón de compañeras que las llevo en el corazón, e incluso tuve mi rollito de campamento, lo que me hizo ver que la vida sigue y que tenía que recordar quien era yo y disfrutar. Cuando volví a mi ciudad mi ex intentó que nos viéramos, pero yo tenía clarisimo que no quería saber nada de ella, pero inevitablemente a finales de septiembre tocó vernos con el grupo de amigas. lo que pensé que me iba afectar, no fue así y me di por satisfecha, pero poco a poco la cosa fue cambiando, ya que ella era muy cercana y cariñosa conmigo y a mi me desconcertaba muchísimo. Pasaron las semanas y decidí tener con ella la típica conversación que hay que tener después de romper con alguien y fue muy constructiva. En esta conversación le hablé de que aún sentía algo por ella y que había veces que me rondaba el pensamiento de si se podría arreglar, pero pensaba que eso no tendría ningún sentido. Cuando le pregunté en que punto estaba ella, me dijo que también se le había pasado por la cabeza, pero no hablamos nada más del tema.
Tres semanas después, he decidido escribirle esta carta:
Me he cansado de mi batalla interna. He llegado a un punto de inflexión y tengo que decidir que hacer.
Llevo seis meses intentando superarte, y cuando por fin me quité la idea de la cabeza de que quizás en un futuro podríamos volver a tener algo, volviste aparecer, con tu sonrisa y prestándome una atencón que me desconcertó. Pero inevitablemente no pude seguir con mi barrera y la fui deshaciendo poco a poco, hasta que volvió a surgir esos sentimientos que no puedo negar.
Pero intenté ser fuerte y mantenerme en mi postura de que lo nuestro no era posible, de que no iba a funcionar. Y te lo dije, como si diciéndolo en voz alta se hiciese realidad. Pero no ha sido así. El que puede haber una mínima posibilidad de que podamos intentarlo, es algo que me está ahogando. Aunque si lo analizo bien, no me ahoga esa mínima posibilidad, sino negarmela y reprimir todo lo que siento.
Ya estoy cansada de esa batalla campal que tengo conmigo misma a diario, del que siento y de que pienso, hasta la psicóloga me ha dicho que tengo que tomar una decisión.
Y tengo miedo, mucho miedo, porque considero que no es el momento, por el rechazo, por intentarlo y que no funcione, pero más miedo me da aún que por no querer arriesgar, luego sea tarde, que pierda una oportunidad que quizás no exista más adelante, miedo a no dejarme llevar, aunque luego tenga que coger mis trictos rotos y volver a reconstruirme, una vez más.
Pero cuanto más lo pienso, más claro lo tengo. Quiero arriesgarme, No quiero espinitas clavadas que con el tiempo se conviertan en dolores insalvables. Arriesgarme a decirte lo que siento y como creo que se puede intentar una última vez, como no quiero volver a lo del pasado, sino construir algo nuevo donde las dos tengamos nuestro espacio y podamos crecer. Y se de sobra que es un trabajo muy duro, pero cuando algo se me mete en la cabeza, me cuesta horrores poder sacármelo.
Más que necesitar decírtelo, quiero hacerlo. Arriesgar, aunque no consiga lo que quiero, pero así poder zanjar este tema, ya sea contigo o sin ti, pero acabar con este constante runrún para poder seguir, y pasar página.
¿Y si perdemos el miedo y nos arriesgamos?
No sé cuando seré capaz de decírselo, ni si cambiaré de opinión por el miedo a arriesgarme, pero siento que tengo que lanzarme al vacío y ya se verá como acaba la cosa.