Esta mañana estaba desayunando en el bar de siempre. Pocos minutos después de entrar yo apareció un señor de unos 60 y pico, se sentó en una mesa cercana a la mía. En el bar en aquel momento solo estábamos cuatro personas más el dueño.
Me dispongo a desayunar. El señor que acababa de llegar habla muy alto. De este tipo de gente que claramente quiere que todo el mundo escuche sus movidas. Sigo a lo mío, a mi tostada y leer las noticias en el móvil.
Un ratillo después salen en la tv del bar las imágenes de una de las manifestaciones de 8M, están dándole otra vueltita de tuerca a que la pandemia fue culpa de las feministas (santa paciencia…). En esto que el tipo, que seguía hablando a todo meter, mira la tv y cambia de discurso. Madre mía madre mía madre mía:
»Las feministas son unas lameconas» (cona=coño)
»Asco de mujeres, que no han conocido a un hombre en su vida»
»Estas tías todas solteronas, o si eso han estado alguna vez con un hombre pero poco tiempo porque no hay quien las aguante»
»Encima feas y todas gordas y maleducadas»
»Las mujeres españolas de antes sí que merecían la pena»
»Estas lo que tienen es una enfermedad, un cáncer interno que les hace odiar a los hombres»
»¿Que si ellas se paran se para el mundo? Pero si lo ellas tienen que estar sentaditas y tranquilas»
Os juro que todo eso, y algo más, lo dijo en cuestión de segundos. A viva voz, mirando a la tv como si no le faltara ni un poco de razón. Yo me fui nervando y a punto estuve de levantarme y mandarlo a la mierda como buena feminista-gorda-enferma que soy. Miré al dueño del bar que me miraba como disculpándose por lo que estaba pasando. Algo me dijo que casi era mejor que me largase y no montase allí mismo un pollo, porque estaba claro que el tío no se iba a callar por mucho que yo le dijera. ¿Me apetecía jarana tan de mañana? Más bien no.
Le pedí al dueño del bar que me pusiera el café para llevar y me fui. Aquel señor seguía soltando barbaridades por la boca. Pensé dos segundos antes de salir del bar si era buena idea dar media vuelta y tirarle el café por la camisa. No merecía la pena, que se ahogue él solo en su propio odio a la mujer.
Asco de gente, de verdad, ASCO DEL GRANDE.