Yo entiendo que mi culo no es el centro del universo (aunque por su envergadura quizás sí que podría serlo ja ja ja). Soy culona, sí, y he aprendido a vivir con ello en mi día a día. Entiendo que no en todas las tiendas de ropa tengan pantalones aptos para mis glúteos y caderas, he aprendido a comprender que no todos los vaqueros le sientan bien a este cuerpo serrano e incluso he llegado a asimilar que hay en según qué atracciones de feria en las que no puedo montar por mi seguridad. El tiempo me lo ha enseñado, mi cuerpo me encanta pero veo lógico que por sus características en ocasiones tenga que lidiar con ciertas cosas.
Hasta aquí todo correcto. Ahora, con lo que no puedo en absoluto es con esa tendencia que parecen haber tomado muchos restaurantes y bares en los que de pronto mi culo, o incluso el tuyo que seguramente sea más pequeño que el mío, directamente no entra. Hasta hace más bien poco podía reírme de ciertas sillas en las que entraba pero de las que quizás no podría salir, pero es que la moda actual son esos asientos que no solo no aceptas grandes nalgas, sino que te castigan por ello con dolor si al final decides intentar sentarte. Da un poco la impresión de que la silla se esté cagando en tus muelas regalándote unas buenas dosis de dolor por el mero hecho de haber osado plantar tu culo gordo en su superficie.
¿En qué piensan los hosteleros cuando adquieren esas sillas? Porque mira que hay catálogo de sillas monas en las que no es necesario resolver un problema de física para saber cómo será eso de sentarse. Pero no, mucho mejor adquirir una silla con reposabrazos estrechos y que encima se eleva ligeramente en los bordes del asiento como creando una cucharita en la que plantar el culo. Siempre y cuando tu culo sea fino, porque para culámenes lo que te encuentras es un filo alrededor del asiento que se te clava hasta el alma en apenas cuestión de segundos.
Las he visto ya mínimo en tres locales, y os aseguro que la primera vez consiguieron colármela, pero en los siguientes me negué en rotundo. Porque yo ya me he hecho a la idea de que mi culo tiene cierta envergadura pero que una silla quiera castigarme por ello, no, yo por ahí no paso. A ver si cambian de una maldita vez las modas y volvemos a la silla de toda la vida o incluso al taburete ¡mirad lo que os digo!