Hola a todas.
Estoy escribiendo esto en un mar de lágrimas, rodeada de kleenex y sola en casa. Sola porque cuando he reunido el valor necesario para hacer la pregunta: ¿me has engañado? El lo ha negado y a los pocos minutos ha dicho que se iba y que ahora volvía.
En resumen. Tenemos una relación desde hace casi 7 años. Hasta el momento todo parecía perfecto. Es amable, cariñoso y atento. Me hace sentir querida. O eso creo. Y yo le quiero. Me encanta estar con él, reírme con él. De verdad pensaba que éramos esa pareja que es un ejemplo, que se complementa, que cada uno tiene su espacio y a la vez un mundo muy suyo y en común.
Le conozco muy bien. O creía conocerlo. Por eso sé que su defecto principal es que le gusta demasiado soltar mentirijillas. Sin sentido. Un día incluso, cuando le dije que le pillaba en todas y no aguantaba más que me mintiera en tonterías sin razón, me confesó que sabía que mentía sin motivo, pero que se había convertido en su estrategia de supervivencia en la adolescencia en su casa y ya casi lo hacía por rutina. En fin. Esto sucedió hace ya unos 3 años. Y desde entonces he tendido a desconfiar. No mucho. Quiero decir, no estaba obsesionada con que me mentía en el terreno sentimental. Alguna vez le cogía el teléfono, y miraba rápidamente lo que podía. Más allá de alguna conversación con sus amigos de machirulo y alguna otra con un par de chicas en un tono de “tonteo sin importancia” nunca había encontrado nada. Cuando digo tonteo con distancia quiero referirme a un par de chicas que le habían escrito y el les había seguido el rollo y luego había pasado. Y sinceramente, yo también lo he hecho. En 7 años he tenido mis pretendientes, y los hay que me han gustado. Y los hay con quien he tonteado. Pero sin más. Hasta ahí, personalmente, me parece razonable. Me gusta gustar, me gusta hacer el tonto, pero siempre manteniendo la distancia y cortando sin llegar a absolutamente nada. Y por lo que veía entre sus mensajes, el tampoco hacía más.
Con la convivencia que era cuando más fácil lo tenía para hacer estos pequeños cotilleos a su móvil, era cuando menos lo hacía. No sé si es que era cuando más confianza ciega y plena tenía en él o cuando sabía que si llegaba a descubrir algo todo mi mundo se iba a desmoronar de una manera irreparable y no estoy preparada para eso. El caso es que llevamos ya casi un mes sin tener relaciones. Y las dos ultimas veces que las hemos tenido, he sido yo quien ha iniciado el juego. Y ahí es cuando tuve la excusa perfecta para volver a ponerme en alerta (y os juro que dentro de mí seguía convencida de que jamás encontraría nada y que jamás me engañaría). Así que empecé a mirar el móvil cuando se metía en la ducha. Y seguía pensando que nada me ocultaba porque se va dejando el teléfono por cualquier sitio y no está nada pendiente de donde lo tiene.
Pero amigas. El día llegó. Ayer por la tarde, después de leer por encima su whatsapp (ni una sola conversación con nadie que no fueran sus amigos, familia y yo) me dio por mirar sus fotos. Nada interesante en principio. Hasta que el destino o lo que coño sea me llevó a entrar en la carpeta de capturas de pantalla. Y en principio no vi nada relevante. Hasta que abrí esa maldita captura de pantalla. Era una captura de su propio, lo sé por el fondo de pantalla. El número no estaba guardado en la agenda. Y la foto era la de una tia voluptuosa en ropa interior. La conversación venía a ser algo como que él preguntaba: como vas? Y ella le respondía: ya estoy y le indicaba un portal y un piso.
Me quede en shock. Miré la fecha. Un día de mayo. Hice una foto con mi móvil al suyo para ver las horas y el teléfono de la chica. Todavía seguía pensando que era algún tipo de broma, que le había hecho el favor a un amigo, o yo que sé. No podía concebirlo, en serio. Con una prostituta? En que punto de su vida decide pagar por tener sexo con otra mujer? No me entraba en la cabeza, de él no.
Total. Que me puse a investigar. Busque el numero de la chica en google y efectivamente, se trataba de una prostituta que trabajaba en su casa en el centro de Madrid. Se anunciaba y decía que su contacto era a través de whatsapp. Yo seguía rezando a lo que sea que se rece para comprobar que ese día y a esa hora el estaba conmigo o que ese día no estaba en Madrid. Pero no. Era el mismo día en el que justo, en ese intervalo de horas, no supe de él. Ni un whatsapp, ni llamada. Nada. Yo estaba trabajando y el supuestamente también.
No me hace falta seguir investigando, aunque reconozco que he seguido agarrándome a la teoría de que le estaba cerrando la cita a algún colega. Sé que suena absurdo, pero cuando de repente la persona con la que has compartido tu vida tantos años hace algo así, no te entra en la cabeza que no le conozcas en absoluto. He intentado, antes de hablar, investigar un poco más. Necesitaba un palo al que agarrarme y salvarme. Necesitaba encontrar algo que me dijera: te has colado, tonta. Cómo te va a hacer algo así.
Pero no podía mas. Y esta mañana he roto a llorar. Y el ha venido y solo le he preguntado “¿me has engañado?” Y me lo ha negado. Varias veces. Pero en su mirada lo he visto…
Después ha intentado preguntarme que por qué lo decía o qué me habían dicho o qué había visto. Pero sólo le he pedido que me contara cualquier cosa que tuviera que contarme y no me hiciera tener que empezar a decirle cosas.
Después se ha marchado diciendo que luego volvería.
No sé que hacer. Estoy perdida. Rota. Dolida. No quiero contárselo a nadie. No quiero escuchar lo típico.