Desde el primer día Violeta ha disfrutado de la atención de todos. Su piel está curtida por el sol y el aire, sus pies son pequeños pero grandes de no vivir apresados.
Violeta tiene caderas anchas, más anchas desde que albergó vida, y le gusta moverlas al ritmo de la música mientras sirve mesas en el bar de Nicolás, mientras pinta las paredes de su casa o mientras les muestra la vida a los que la sucederán.
Violeta me contó una noche, mientras cortaba limones y bebíamos tequila, que tuvo dos amores y que ninguno supo entenderla, que querían que llevase zapatos ¡ella que nunca se peinaba, ella, que como las golondrinas siempre busca el verano!.
Violeta tararea cuando piensa siempre la misma melodía, y si le preguntas ¿qué canción es esa?, te mira forzando la vista y agudiza el oído para invariablemente responder “yo no oigo nada” mientras sube los hombros con gesto infantil.
Cerca de Violeta siempre hay un libro. Un libro que lee de adelante a atrás y de atrás adelante, un libro que huele a vainilla como el pelo de Violeta.
Desde que ella ha llegado y tomo margaritas a media noche, mi amante es más feliz que nunca porque yo soy más libre que nunca. Porque no me peino, porque mi vello crece salvaje, porque camino descalza y porque no me importa que ensanchen mis caderas…porque ya no me contengo…porque he cambiado mi olor y ahora huelo a violetas…..