Lucha contra la gordofobia: desconsideración en el trabajo

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    Marta C. on #160957

    El otro día una compañera de trabajo me soltó que esto que os voy a contar ERA UNA TONTERÍA y que me había pasado a mí (la única gorda de 50 personas) como podría haberle pasado a cualquiera de los que trabajamos allí. Que no me obsesionara, dijo.
    Os cuento, en el lugar donde trabajo llevamos como uniforme una camiseta (no muy bonita, la verdad). Pues bien, en la reunión previa al primer día de trabajo, una de las primeras cosas que me preguntaron sin explicarme por qué fue qué talla de camiseta NECESITABA. Si bien, el uso de esa palabra puede ser corriente, acompañado de la expresión y del tono en que me lo preguntaron, me mosqueó un poco. Obvié todo eso y contesté con otra pregunta ¿Las camisetas son unisex?, a lo que su respuesta fue “Creo que sí pero, ¿eso qué más da?”. Pasé de seguir jugando al juego de las preguntas y respondí, “La XL”.
    ¡Sorpresa! El primer día de trabajo, cuando se me entregan mis dos cutrecamisetas me comunican que no quedaban XL y que me han cogido una L y una XXL POR SI ACASO. Y yo pensé “Por si acaso, ¿qué? Estas camisetas me van a acompañar durante 9 meses por si acaso o por si no acaso, ¿Tanto costaba preguntarme cuál de esas tallas prefería cuando vieron que no quedaba la mía?”. Bueno, decidí no saltar a la primera y esperé a ver cómo me iban. Con la L parezco una morcilla de Burgos, con la XXL un saco de patatas. Si hubiese tenido voz, hubiese preferido tener dos sacos (sorrynotsorry las fundas de morcilla para la carnicera de mi pueblo, que ella si las utiliza para trabajar). Pero decidí callarme, estaba entusiasmada por empezar a trabajar allí y me había propuesto no preocuparme por nada más que por el trabajo en sí.
    Hasta día de hoy he sobrevivido con esa filosofía y, además, he conocido compañeros majísimos, algunos que ya podría decir que son amigos. Perdón, que me voy del tema. El segundo problema viene cuando a los pocos días resulta que en el lugar donde trabajo también se hace teatro y piden gente que quiera hacerlo. Allí que voy, con lo teatrera que soy yo me hace muchísima ilusión cuando me dicen que sí y me dan mi primer guion. Todo bien, los ensayos van fenomenal, les gusto a los jefes, y llega el momento de probarse el vestuario (a dos días de la actuación). Le comento a la persona que coordina esto que probablemente el vestuario no me valga y me dice que sí, que la chica que lo usó el año anterior estaba delgada pero le iba enorme. “JÁ”, me descojono por dentro porque ya se lo que viene después. Veo la camiseta de la talla S que era tan enorme (nótese la ironía) y me doy cuenta de que no me cabe ni la cabeza por el agujero. “ESTUPENDO”, pienso. Me molesta tener que molestar con el tema de las tallas otra vez pero es eso o salir en bolas, y no creo que lo segundo les fuese a parecer bien. Así que lo comento, me dicen que no me preocupe que vaya a comprarme algo lo más parecido posible y que les lleve el ticket, que ya me lo pagarán (eso faltaría, que tuviese que pagármelo yo). Voy, encuentro algo parecido, llevo el ticket, me lo pagan, se acabó el drama. Con las siguientes obras que hago sucede lo mismo pero soy previsora y reviso el vestuario con más antelación. Cierto es que nadie me pone problemas, de hecho compro la ropa de la talla más grande que hay pensando en que puede haber alguien más gordo que yo que pueda usar esas camisetas o vestidos (los pantalones generalmente nos los traemos de casa cada uno, THANKS GOD), y me dicen que si no me va un poco grande. Les explico mis motivos, asienten no muy convencidos.
    Pues bien, os cuento la gota que colma el vaso. Después de casi 7 meses de trabajar allí nos invitan a un evento importante en el que vamos a juntarnos con gente de toda España y de distintos lugares del mundo y vamos a ir todos con la misma camiseta (no preguntéis). Me piden que diga mi talla otra vez, repito que la XL y pido que si no hay talla me avisen, por favor. Me confirman un par de días después que tendré camiseta de mi talla. ¡YUJU!. Llega el día del evento, dress code: ropa negra. La camiseta nos la darán al llegar. Llegamos, me dan mi camiseta en una bolsita, la abro y ¡TACHAN! Mide la mitad que cualquiera de mis camisetas tanto de ancho como de largo. Resulta que no era el mismo modelo que las del trabajo, sino de estas apretadas que te cortan la circulación en los brazos y que son de tela mala que a la media hora ya te huele el sobaquillo como si no te hubieses duchado en un mes. Ah, y para más inri había modelo de chico y de chica (por supuesto la M de chico es el doble que la XL de chica por aquello de que los hombres tienen que ser grandes y fuertes y las mujeres pequeñas y vamos a decir, menos fuertes) ¡GENIAL! Me quejo pero dicen que tengo que ir con eso todo el día, que NO ES PARA TANTO. Intento estirarla y le rompo las costuras de abajo y de los brazos porque no me apetece morir ese día. Y consigo sobrevivir sintiéndome, por descontado, extremadamente incómoda (con lo guapa que yo me había puesto con mis vaqueros negros favoritos). Paso el día como puedo, sin disfrutar mucho del evento y deseando que llegue el momento de quitarme ese horror de camiseta y cuando llego a mi casa vuelvo a ser libre (físicamente) pero no feliz, me repatean estas situaciones y ya es la segunda, esto no puede quedar así.
    ¿Y por qué os cuento esto? Bueno, porque en mi trabajo la gente (casi sin excepción y somos 50 personas) es muy maja y comprensiva. Pero como la gorda soy yo nadie ve que estos pequeños detalles hacen daño a una persona que ha tenido (y tendrá) que luchar siempre de muchas batallas en relación a este tema. Y ahora, que SOY FELIZ con lo que tengo y nada me tira para abajo, voy encontrando situaciones cotidianas en las que ser gorda todavía es un problema. Y lo peor, es un problema porque la gente no tiene en consideración ciertas pequeñas cosas que para ellos no significan nada porque NO LES INCUMBE. Pero estoy segura, que si a mi compañera la que me dijo que esto era una tontería le hubiesen dado una XS en lugar de una M y hubiese tenido que meter sus dos chichas ahí apretadas, tampoco hubiese estado contenta porque además, ella en concreto, tiene muchos más complejos que yo (pero ese no es el tema, un día puedo hablaros de ella [de personas como ella, quiero decir], que es una joyita y sus comentarios lo son más). Y lo que me molesta es que la gente no entiende que NO ESTOY ACOMPLEJADA. Digo esto porque he oído comentarios como, “pero mujer, no digas que estas gorda, esto ha sido una tontería” o “chica, cada uno es como es, no te des mal por eso que no tiene importancia”. A ver, gente del mundo, digo que estoy gorda porque lo estoy y esto NO ES UNA TONTERÍA porque me pasa hace 3 años y me voy al baño a llorar.
    Por eso creo que debo luchar cada oportunidad que tenga de combatir estas tonterías que pueden hacer tanto daño a personas que no se encuentren en el punto de su vida en el que estoy yo. Así que finalmente decido hablar con el alto cargo de la empresa donde trabajo y comentarle mi situación, intento explicarle que no es un capricho pero que me gustaría que se tuviera en cuenta para futuras ocasiones. Creo que me entiende o al menos lo intenta, y me promete que se nos consultarán más estas cosas. ME CONFORMO, de momento.

    Pues bien, quería contaros esto para daros un ejemplo de batalla ganada (así lo considero yo) y animaros a que luchéis cada situación que os encontréis. La única guerra que se debería luchar es la de combatir las injusticias, y con esta filosofía pienso ganar todas las batallas que se me pongan por delante.


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