Es la primera vez que escribo aquí, porque necesito compartir algo en lo que llevo pensando un tiempo. Quizás algunas me entendáis.
Hace poco más de un mes conocí a un chico por esta nuestra maravillosa aplicación llamada Tinder, y bueno, las semanas transcurrieron entre risas y polvazos hasta que empezó a marearme al no dejarme claro qué es lo que busca. Cuando un día me soltó que, harto de aventuras pasajeras, estaría dispuesto a tener una relación, me ilusioné y entusiasmé bastante hasta que vi que con sus actos (yendo muy a saco, luego desapareciendo varios días, etc, etc) no demostraba eso para nada. Me llevé un chasco y con el tiempo comprendí que si quiero seguir acostándome con él, tengo que ir con la mente fría y siempre alerta para no caer a la mínima en sentir un poco más de lo que debo.
Y la cuestión es algo tan simple -y a su vez complejo-, como que yo querría tener un rollo. Sí, un rollo. Pero uno en condiciones.
Querría ir a lo que ambos sabemos que queremos básicamente cada vez que nos veamos. Pero que a su vez haya algo de chispa, tío, pique, tonteo, mucho deseo y quizás -¿por qué no?-, algo de sentimientos. Siempre que no sean lo suficientemente fuertes como para afectarnos si un día las cosas se tuercen.
No quiero que sea el típico «venga, follamos y ya», porque no me gustaría, no soy el tipo de persona que estaría agusto. Porque no quiero sentirme utilizada, ni sentir que estoy utilizando a nadie. Me gustaría que nos tratemos como personas, iguales y respetadas. Tratarnos con confianza pero la justa y necesaria para notar que no somos precisamente amigos, o mejor dicho, que somos algo más que eso. Y tenernos cariño, que sí, joder, pero evitar llevarlo a un límite que pueda hacernos daño o que alguno necesitemos «más».
Eso sí, querría (y de hecho, tendría que haber) cuidados. Cuidados en el sentido de que sepamos cosas el uno del otro, de que resolvamos juntos las rayadas si surge alguna, de que nos respetemos, de que nos seamos sinceros si tenemos algo con otra persona, de que nos salga de dentro el evitar hacernos daño. Es decir, que en cierto modo, nos importemos el uno al otro. Teniendo siempre claro que no es necesidad lo que sentimos, sino ganas.
Que nuestras vidas no tengan que dar un giro de 360 grados, pero quizás sí de 90.
Y ojalá, en serio, ojalá tener algo así sin el miedo de salir herida por sentirme un objeto, o sin el miedo de que él me malinterprete y piense que estoy sintiendo algo más cuando yo realmente solo quiera estar agusto y mostrarle aprecio o tener algún detalle.
Quizás compartir algo más que saliva, incluso visitar más sitios que la cama. Con la certeza de que nunca querré pedirle un anillo, o compartir piso, o poemas o flores. Bombones quizás sí, porque mira, me encantan.
Ojalá tener algo así. Algo agradable y sano. Algo que no desgaste. Y si se desgasta en sí, ser los dos capaces de llevarnos algo tan reconfortante como un buen recuerdo. Y en vez de llorar por que haya terminado, sonreír por todo lo que hemos podido disfrutar. Ambos.