El otro día después de dejar a los niños cenados y acostados, recibí un mensaje de mi marido que decía que no le esperara despierto. Tenía una cena con los compañeros del trabajo, es algo habitual, muchas veces quedan después del trabajo a tomar algo o a cenar.
Yo me quedé viendo una serie en Netflix aprovechando que los niños dormían, cuando me sonó el WhatsApp. Era de una amiga que hablábamos de vez en cuando, y me extraño que me escribiera tan tarde.
En su mensaje ponía «dime que tu marido está en casa», le respondí que había salido con unos compañeros del trabajo. Seguidamente me mandó un vídeo.
Antes de abrirlo las tripas se me revolvieron porque podía imaginarme que no era nada bueno.
Abrí el dichoso vídeo y allí estaba él, bailando bien agarradito con una tía bastante jóven en una discoteca, agarrándose bien el culo y dándose besos por el cuello.
Tuve que ver el vídeo como 5 veces porque no terminaba de creérmelo, esperaba que tal vez me hubiera confundido y no fuera él.
Mi amiga preguntó si quería decirle algo pero dije que mejor no y que muchas gracias por haberme avisado con pruebas.
Pensé en esperarle despierta a que llegara pero preferí dejarlo para el día siguiente, imaginé que vendría borracho y no tiene sentido mantener una conversación seria con una persona que va perjudicada.
Solo pude meterme en la cama despierta sin parar de llorar preguntándome que había fallado. Eramos un matrimonio modelo, feliz, tenemos una familia maravillosa… no entendía nada.
Me mordí tanto la lengua cuando le sentí meterse en la cama y darme un beso en la cabeza.
A la mañana siguiente dejé a los niños un rato con mis padres. No quería que mis hijos se enteraran de nada, ni que nos oyesen discutir ni hablar.
Cuando volví, ahí estaba el cabrón desayunando con el móvil tranquilamente. Le pregunté qué tal lo pasó y me contestó que bien como siempre, que se fueron a cenar y después a un bar a tomar una copa de tranquis.
Le enseñé el video y no supo que decir, estuvo unos segundos en silencio y terminó diciendo que ése no era él, que podía ser cualquiera, que cómo podía desconfiar así, que quién me había enviado esa mierda.
Nos vimos envueltos en una discusión con gritos y reproches. Era obvio que el tío de ese vídeo era él, pero como casi siempre ocurre nos intentan dejar de locas y de paranoicas a las mujeres.
Le pedí que hiciera las maletas y se fuera. Cuando le vio las orejas al lobo confesó. Que lo sentía muchísimo, que era la primera vez que pasaba, que no estaba teniendo buena época, que iba borracho…
Mil excusas soltó por la boca pero aún así le pedí que se marchara y me dejara espacio para asimilar y pensar todo lo que estaba ocurriendo.
Desde entonces no para de enviarme mensajes de súper amor, flores al trabajo, lamentos…
Me da tanta rabia y pena que haya roto nuestra familia. A veces pienso en perdonarle, sé que si lo hago ya nada volverá a ser igual, y viviré con miedo siempre de que se vuelva a repetir. Pienso en mis hijos, no quiero que me separen de ellos en caso de divorcio.
Os escucho, gracias.