Está siendo una época de mierda, mi hermana acaba de fallecer con 38 años después de una larga y jodida enfermedad llamada CÁNCER a la que tenemos que perderle el miedo para poder enfrentarnos a ella con todas nuestras armas.
El caso es que desde que la enfermedad llegó a su vida me ha dicho en repetidas ocasiones que quiere que la incineremos y que plantemos un almendro junto a sus cenizas (y que vayamos allí a beber cerveza cuando tengamos algo que contarle, que sin cerveza está prohibida la entrada).
Fijaos si estaba hablada la cosa, que hasta «bromeábamos» con el tema.
Pues nada, mis padres que son santos, católicos y apostólicos, se niegan. Dicen que su hija se entierra en el panteón de la familia como todos. Que el árbol lo plantemos y pongamos una foto suya, pero que nada de cenizas.
Y mirad, me niego en rotundo. Es su voluntad y se va a cumplir y punto.
Lo peor de todo es que aún la tenemos en el tanatorio de cuerpo presente y ha sido tal la discusión que ni nos hablamos y me jode muchísimo.
Porque si algo no querría mi hermana es vernos peleados en su entierro.
Y ellos no ceden y creedme que yo tampoco lo voy a hacer.
Deberían ser horas de duelo y están siendo de guerra fría y, sinceramente, no puedo más. Yo quiero llorar por mi hermana, yo quiero plantarle su puñetero almendro y beberme una cerveza debajo para sentirla cerca.
Y ya está, no quiero pelearme con nadie, no quiero discutir con nadie y, sobretodo, no quiero que nadie (ni mis padres) se pasen la última voluntad de mi hermana por el arco del triunfo.