Un niño se lo cree todo. Si dices que es guapo aunque sea feo, crecerá sintiendo que es guapo. Si dices que es inteligente y valiente, crecerá sintiendo que lo es. Para que su autoestima no se vaya al traste hay que decirle cosas bonitas, porque si observa que le dices a otro nene «que es guapísimo» y a él no, empieza el juego al que hemos sido sometidos todos, el juego de las comparaciones, el juego que dictamina quien es válido y atractivo según los cánones sociales y quien no.
No es cuestión de que estés haciéndole la pelota todo el día, pero un simple «siii, qué bonica está» o «haber ese pirri? Qué chulo» no te cuesta nada.