Bueno, antes de empezar… tengo que decir que es mi primera vez, así que tened piedad.
En plena pandemia mundial, yo encontré el amor, sí, literal, lo encontré en plena pandemia mundial.
Tengo que reconocer que en nuestra primera cita pasaron tantas cosas que pensé que… perdón, voy a empezar otra vez. En nuestra primera cita y antes de llegar a los postres (no penséis mal, que yo lo que quería era un tiramisú) le llamó su padre por teléfono contándole que su tío (el cual llevaba muchos años enfermo) acababa de morir y que tenía que ir a casa de ellos, para al día siguiente emprender el viaje al norte para ir al funeral.
Yo, que tenía ya experiencia con los fantasmas (a mí la palabra ghosting me sigue sonando a chino) pensé que era la excusa más elaborada que me habían hecho nunca, así que le di el pésame para seguirle el juego y emprendí el camino a casa, cabe decir que nada más despedirnos y cruzar una calle, me replantee borrar su teléfono, lo siento, pero mi cupo de gilipollas estaba cubierto y no me apetecía en absoluto volver a entrar en un juego del que siempre termino jodida (porque soy de creérselo todo y oye, una tiene su corazoncito)
En definitiva, me equivoqué, pero me equivoqué de calle, qué digo de calle, ¡De avenida!
Lo de su tío era totalmente cierto y esa semana a cientos de kilómetros no nos despegamos del teléfono, cuando volvió del norte, seguimos quedando…
Un mes después y antes de irnos a pasar el día (con permiso del gobierno) a una especie de bosque para hacer un picnic me planté. Porque necesitaba saber qué era lo que estábamos haciendo. Nunca he sido muy de etiquetas, pero estaba empezando a sentir cosas y bueno, que al final me armé de valor y le pregunté, ¿Qué es esto? ¿Es solo sexo? Sorpresas del destino, me dijo que eso mismo me iba a preguntar a mí al día siguiente, que quería hablarlo conmigo en persona y por eso había preparado lo del picnic conmigo. Desde entonces, no nos hemos vuelto a separar.
Por cosas que no vienen al caso, a finales de noviembre tuve un problema con mi casera y me quedé en la calle, tras mucho hablarlo, me dijo que me fuera con él. Así que desde entonces yo y mi perro estamos viviendo con él y sorprendentemente nos llevamos muy bien, creo que al único que le costó el cambio fue a mi perro, que no entendía porque en su nuevo «barrio» había tanto coche con lo a gusto que estaba él casi al lado de la montaña.
Siempre nos reímos sobre las coincidencias y el famoso hilo rojo, porque desde que éramos pequeños hemos estado muy cerca aún sin conocernos, cerca nivel yo tenía un apartamento a poco más de cinco minutos de casa de sus padres, este verano iba a tomarme alguna caña con las amigas a dos calles de su casa y así una larga lista de etcéteras.
Esa es toda la parte bonita, ahora viene la que no es tan bonita.
Desde que empezamos esta aventura, teníamos muy claro el no descuidar a nuestros amigos (cada uno los suyos) así que un día del fin de semana (entre semana con el trabajo es inviable) lo dedicamos a ellos, genial, es perfecto, en una relación hay que dar alas y no cortarlas. Aunque de vez en cuando un fin de semana para disfrutarlo en pareja… no está de más.
Yo, nunca he sido de celebrar San Valentín (supongo que el hecho de que me dejaran un día como ese, me marco un poquito) así que hace un mes empecé a prepararle una sorpresa con ayuda de su madre (que es un encanto) y de uno de sus amigos, no para el día en sí, si no para el sábado y no para el domingo. Tres semanas antes le pedí por favor que ese día no hiciera planes, porque tenía una sorpresa y necesitaba que estuviera disponible (sí, los dos somos muy detallistas y siempre (sin ningún motivo en concreto) nos estamos haciendo detalles y preparando cosillas para sorprender al otro). Reservé todo para recrear nuestra primera cita (la que terminó siendo un desastre) pero para rematarla con una noche fuera de casa (que la tenemos muy vista).
¿Mi sorpresa? Que dos días antes me dijo que había reservado con sus amigos (siempre dentro de lo que nos deja el gobierno, no penséis mal) para ir a jugar al pádel ese mismo sábado y que lo más seguro es que después se fueran a comer juntos y así aprovechar un poco más la sobremesa.
Me quedé a cuadros, literalmente. Porque llevaba muchos días intentando organizarlo todo para hacer algo bonito, ya que últimamente pasábamos tiempo juntos, pero no de calidad y el trabajo lo absorbía todo, bueno lo absorbía y lo absorbe, porque muchas veces tiene que dormir fuera por trabajo y cuando está en casa se mete en el despacho y no sale. También mentiría si dijera que pensé que se acordaría que me había prometido no hacer planes ese día o que después no sé, se le encendería la bombilla y les diría «no, justo me acabo de acordar que ese día no puedo».
Intenté explicarle que no podía postponer lo que había preparado, pero se ve que lo entendió fatal y ese día se fue con sus amigos, pensé… bueno, quizás podemos salvar la cena. Pero ni eso, llego al borde del toque de queda y yo ya estaba out no, lo que viene después.
Porque cuando intenté explicarles a mis amigas que había pasado, me soltaron que era licito cambiar de planes y eso me terminó de desmoronar un poco, porque a mi me dolía el gesto, pero mi entorno veía aquello de lo más normal, oye.
No me enfadé porque quedara con sus amigos, no era enfado, era decepción porque siento que o bien no se acordaba de lo que habíamos hablado o bien no le apetecía un pimiento. No estoy diciendo que no quiero que quede con sus amigos, pero a veces me gustaría hacer algo solo los dos sin el móvil del trabajo sonando constantemente y sin tener un ojo puesto en el reloj, porque llega tarde algún sitio.
Ayer tenía un día de mierda y volvió a salir el tema… ¿el resultado? Qué tenía que haberle especificado que tenía que reservar todo el día, que no me estaba explicando muy bien. Que, si le hubiera dado detalles, lo habría cancelado… me dijo esto y acto seguido que no quería que le “prohibiera” quedar con sus amigos, porque si no… apaga y vámonos. A mí en ese momento y después de esa perla, me entraron ganas de mandarle literalmente a la mierda y después preguntarle si me había explicado bien o quería que lo detallara más.
Os prometo que ese sábado valoré la posibilidad de dormir fuera de casa, porque no me apetecía nada verle volver tan contento y sin reparar en nada.
¿Estoy exagerando? ¿Tengo razón para estar decepcionada o es una tontería? Le quiero mucho, pero a veces creo que necesito tiempo de calidad con él, porque el que tenemos… con todos los factores externos, termina siendo una mierda y con perdón de la palabra.