Entré en la habitación y la vi flotando, sola, en el centro, diluyéndose poco a poco, una sonrisa grande, amplia, llena de blancos dientes. Una sonrisa que me hizo sonreír.Una sonrisa que segundos después había desaparecido. Una sonrisa que ya no pude borrar de mi cabeza, de mi tripa, de mi pecho, de mis ojos, de mi vida. Desde aquel día un único propósito ocupaba mi mente, encontrar al poseedor de aquellos dientes y labios que aparecían de forma recurrente en mis sueños.
Cada vez que una nueva persona se cruzaba en mi camino le pedía que hiciesen para mi ese gesto, y así, fui coleccionando sonrisas. Algunas, sinceras, surgían espontaneas de la nada. Otras al principio tímidas se volvían grandes cuando sentían que eran correspondidas. Las hubo que ni forzadas fueron capaces de acercarme de nuevo a aquella sensación.
Poco a poco fui perdiendo la esperanza de encontrarla, la colección dejó de crecer y aun así no olvidé aquella sonrisa flotante,sólo me conformé con otra. Una que no me hacía sonreír en unos segundos, una que desaparecía antes de que su dueño saliese de la habitación. Me conformé y con el paso de los días fui perdiendo la mía. Cada vez le costaba más salir a lucirse y a veces, cuando lograba no sin grandes esfuerzos que brillase esplendorosa, no conseguía retenerla y la perdía para siempre.
Comencé a usar en las emergencias las sonrisas de mi colección hasta que una a una todas se evaporaron llevándose consigo la más preciada de todas, la que asomaba en mis ojos.
Hoy al entrar en una habitación volví a verla, amplia, grande, sinuosa, contagiosa, me aferré a ella, la hice mía y pensé….quién puede perder algo tan bonito y no volver a por ello…..

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