Os cuento un poco el caso y el dilema que tengo.
Tengo una discapacidad y desde que nací he pertenecido a una asociación. Además soy trabajadora social. Por ello, la ley de dependencia me resulta familiar aunque no me dedique específicamente a valoraciones.
Supe hace poco que mi ex (que también tiene una discapacidad, pero que puede caminar incluso) consiguió el grado máximo de dependencia; que se lo suelen dar a gente encamada, con grados avanzados de Alzheimer…
El asunto no me molesta por mí. Yo tengo reconocido menor grado pero lo que me dan me hace muy buen papel y no me lo revisaría. Lo que tengo me parece más que justo.
Lo que me chirría es cómo lo ha conseguido él y ver que hay gente mucho peor, con muchas necesidades y que se tienen que conformar con menos reconocimiento en la ley de dependencia.
Su forma de conseguirlo es mediante una abogada que por lo visto te cobra un riñón pero tiene mil contactos y hace mil chanchullos, cosa que le ayuda a conseguirlo todo.
Sus clientes, obviamente, no tienen queja, porque cosa que piden, cosa que les consigue. Pero a mí lo de mi ex me ha jorobado porque luego veo a esta otra gente que no consigue nada y me parece feísimo ver que él, a golpe de talonario y sin necesitarlo, le dan el máximo.
Yo no quiero jorobar a mi ex ni a ningún cliente de esta señora, porque oye, que les aproveche, pero me repatea saber que quienes lo hacen limpiamente no llegan ni a cubrir lo básico y otros lo consiguen todo sin necesitarlo porque la señora ésta hace lo que sea necesario para conseguirlo.
Qué hago? Pido al colegio de abogados que investiguen lo que hace esta mujer o mejor lo dejo correr para no afectar a nadie?