Reproducimos un testimonio que nos ha llegado via mail:
A los de mi generación nos inculcaron que para conseguir un buen trabajo si o si teníamos que ir a la universidad.
Nuestros padres, en su mayoría, tuvieron que trabajar como mulas, y pensaron que nosotros debíamos estudiar para “ser alguien en la vida”.
Quizá esto no fuera así para todo el mundo, pero para mis padres y para los padres de mis amigos, era la norma general.
Así que, siguiendo los consejos de todo el mundo, fui a la universidad…y la deje a los dos años.
Estos fueron mis motivos. Quizá os parezcan estúpidos, pero para mí eran importantes
- No me gusta estudiar. No sé hacerlo.
Siempre me han considerado muy inteligente. Era la típica alumna que sacaba entre 9 y 10 en todas las materias (menos en gimnasia, que ahí había que correr y eso es de cobardes). Quizá lo sea, no lo sé, pero más que nada lo que tengo es buena memoria. Saque secundaria y bachillerato leyendo el temario un par de veces el día de antes del examen.
Cuando llegaron los primeros exámenes de la universidad, me di cuenta de que eso no me iba a funcionar.
- Me gustaba tener mi independencia económica.
Llevo pagándome todos mis gastos desde los 14, cuando empecé a trabajar como niñera. Cuando digo todos, me refiero a todos. Mis padres nunca me han negado nada, y de haber sido necesario lo hubieran vuelto a hacer sin problema, pero me gustaba pagarme mi propia ropa, peluquería, clases de inglés…
La carrera que elegí no era la más compatible con un trabajo, pues requería muchísimas horas de estudio.
No estaba dispuesta a empezar a depender de económicamente de mis padres.
- Nunca he soñado con una gran carrera laboral
Para que haya jefes, tiene que haber minions que hagan el trabajo, ¡Esa soy yo!
No todos queremos un cargo importante en una gran empresa. Mi única aspiración en un trabajo es que me pague el dinero suficiente para cubrir los gastos necesarios.
La mayoría de las carreras que me interesaban estaban pensadas para, en un futuro, tener un cargo alto. Me basta y me sobra con quedarme a medio camino
- Siempre he tenido claro que me quería encargar yo de mis hijos. O mi pareja.
No me gustaba la idea de traer hijos a este mundo para dejarles 10-12 horas al día en el cole y/o en actividades varias. Tampoco me gustaba la idea de cargar a los abuelos con ellos mientras nosotros trabajábamos. Que para una emergencia o un día especial vale, para todos me parece mal ahora que por fin se han jubilado y pueden hacer lo que quieran.
Entiendo que hay gente que no tiene otra opción porque necesitan ambos sueldos, o que prefieren esta forma de crianza. Tengo amigas que lo hacen así y están tan contentas, pero no era lo que yo quería.
Quería verlos crecer yo, y atenderles yo todo lo posible.
Entonces, no tenía sentido invertir tanto tiempo en una gran carrera, si no iba a ejercerla en todo su esplendor.
Así que, después de dos años, decidí deja la universidad. En su lugar estudié dos ciclos de grado superior relacionados con la carrera que había dejado. Con ellos podía encontrar un trabajo que se adaptase a mis necesidades.
Cuando tuve hijos, mi marido y yo decidimos que yo trabajase solo media jornada y poder criar a nuestros hijos como siempre habíamos querido. Decidimos que fuese yo quien dejase de trabajar, porque mi salario era el más bajo de los dos. Si hubiese sido al revés, lo hubiera dejado él.
Hoy, casi 20 años después, sigo contenta con la decisión que tomé. Y si bien a mis padres les costó mucho aceptarlo, creo que ya se han hecho a la idea al ver que soy feliz y puedo vivir la vida que siempre había querido.
Andrea.