Buenas noches,

Hoy cuelgo el final de mi tercer relato.

«…
Terminamos la segunda copa y la conversación se había vuelto más personal, nuestras voces hablaban en susurros y nuestros cuerpos buscaban la más mínima oportunidad para rozarse. En cada roce de tus manos en mi pierna sentía tu calor. Ese calor que hacia encender mi fuego.
Yo rozaba mi rodilla con tu pierna haciéndote participe de ese deseo que estaba creciendo dentro de mí. Nuestras caras se acercaron y nos fundimos en el más tierno de los besos. Me agarraste por el cuerpo para no soltarme, mientras me susurrabas en el oído que querías hacerme tuya.
Yo me quería dejar llevar pero no era ni momento ni lugar…demasiado expuesto al público. Pero era tal el deseo que me habías provocado con tus comentarios que no había marcha atrás. Necesitaba tus besos, tus caricias, tus susurros en mi oído, tu lengua, tus manos, tu… todo. Te necesitaba para mí.
Necesito calmar esta tensión sexual que hay entre ambos, te dije al mismo tiempo que te levantaba del sillón. Vamos a mi coche, te ordene. Te iba sacando del bar casi a rastras, dirección a mi coche. Si hacia falta nos lo montaríamos en él.
Te paraste en seco y tiraste de la mano que nos unía. No voy a perder la oportunidad pero no voy a hacerlo contigo en un coche. No la primera vez, dijiste tajante. A ti ya se te había ocurrido, lo que hace la experiencia…
Me agarraste por la cintura y yo me acurruqué en tu cuerpo. Me das seguridad… así que no dude ni un segundo en seguir tus pasos. Me abrazabas, me sobabas el culo, estabas desatado… nos adentramos en el hotel cercano.
Ya habías reservado habitación y cuando te pregunté esperando al ascensor me sonreíste: así que este es el recado que tenías que hacer?, dije con un beso en el que creí fundirme… esos besos que continuamos en el ascensor. Me encanta tener el calor de tu lengua dentro de mi boca, intentando abarcarla entera, explorando cada recoveco de ella… sentir tu calor tu respiración
Me apretabas el cuerpo hacia ti con tus manos en mi culo y en el momento que te cogí una de ellas para llevarla a mis tetas, llegamos al piso de nuestra habitación. Nos cruzamos con dos hombres de negocios, un estilo a ti. Tú intentaste mantener la compostura pero ellos ya se habían dado cuenta a lo que íbamos y sonrieron de manera maliciosa.
Mientras intentabas meter la tarjeta para abrir la puerta y me agarre por detrás a ti e intente tocarte el paquete. Esas manos quietas, me ordenaste. Primero hay que jugar un poco, no vale ser tan ansiosa desde el principio, me aclaraste.
Al entrar en la habitación, corrí a tumbarme encima de la cama. Es un habito que tengo… me gusta tirarme para saber si es dura o blandita. Como eres, pides guerra nada más entrar, te reíste mientras te quitabas la chaqueta.
Yo hice lo mismo. Nos mirábamos a la vez que tú te ibas quitando la camisa. Llevé mis manos al primer botón de mi blusa y empecé a desabrocharla. Para, dijiste… prefiero hacerlo yo. Yo asentí mordiéndome el labio inferior y en un instante estabas sentado en la cama rozándome con tus suaves dedos.
Mis tetas estaban hinchadas, los pezones se habían endurecido pero tú estabas dispuesto a hacerme sufrir. Subí las piernas a tu regazo y tras despojarme de la camisa, me quitaste los zapatos suavemente. Ocasión que yo aproveche para rozarte el paquete con mis pies.
Tu polla se había endurecido y aquel atardecer prometía bastante. Tras unos besos cálidos y llenos de pasión me recliné encima de la cama. Tú te quitaste mis piernas de encima y me empezaste a besar el cuello, bajaste por mis pechos y yo me quite el sujetador.
Aun no sé el tiempo que te estuviste deleitando con ellos, era puro placer… sentir tu respiración en mis pezones… esa respiración hambrienta por el deseo.
Mi manos se apoyaron en tus hombros haciendo que tu lengua bajase por mi vientre hasta más abajo del ombligo. Esta falda nos molesta, decías al mismo tiempo que me la bajabas en un roce de los más sensual.
Al volver a subir, tus manos me apretaron los muslos y acercaste tu nariz a mi zona más íntima. Querías saber cómo huele mi excitación. Y sin más hiciste a un lado mi tanga negro para meter uno de tus dedos
Oh, me sentí excitadísima. Creo que estás preparada, dijiste metiéndote ese dedo en tu boca. Sabes perfecta, eres perfecta. Yo te dije que adelante…así que empezaste a besarme la parte interna del muslo mientras note un dedo tuyo dentro de mí. Esos lametones se convirtieron en morreos en mi clítoris. Y así, mientras me masturbabas arrancaste el mayor de los orgasmos desde el fondo de mí.
Cuando pude recuperarme, me di cuenta que estabas en gayumbos…estaba gozando tanto que ni me había percatado. Me senté encima de ti y note tu polla aprisionada en la única prenda que nos dividía.
Tendré que hacer algo por ti también, dije mirándote el paquete. Tú me lo prohibiste. Quiero que esta noche, disfrutes tú, que sea tu noche… ya habrá otras más, me ordenaste. Y al decírmelo me empujaste para tumbarme.
Poco a poco te fuiste quitando los calzoncillos y miraste mi entradita. Perfectamente arregladita, deseosa de ser penetrada. Me volviste a besar y mientras acariciabas una de mis tetas, bajaste mi tanga. La ultima prenda.
Poco a poco y muy suavemente note tu polla en mi entrada deseosa de entrar. Me ibas metiendo la puntita poco a poco hasta que te echaste para atrás y me embestiste con decisión.
Yo chille, más que por el dolor fue por el susto. Tus movimientos se volvieron rítmicos y me empezaste a bombear cada vez más fuerte. Más y más fuerte, hasta que ambos llegamos a la más alto de nuestro climax, prácticamente corriéndonos a la vez.
Caímos dormidos sin danos cuenta, ambos desnudos y abrazados el uno al otro.»

De momento, este es el último relato que tenía escrito. Si os gustan y/o quereis que suba algún otro o que continue alguno de los publicados hasta ahora, hacedmelo saber, por favor.

Saludos

La científica empedernida