Conocí a un chico en Instagram y muy pronto conectamos.Teníamos varias cosas en común y hablábamos prácticamente todo el día. Hacíamos llamada, tanto por webcam como sin ella, jugábamos online juntos… en fin, todas las cosas que se pueden hacer a través de una pantalla.
Me sorprendí a mí misma pasándolo tan bien con alguien que no conocía en persona, y la conexión era tan intensa entre ambos que pronto supe que iba a quedar irremediablemente pillada por este sujeto. Y tonta de mí, me dejé llevar por lo maravillada que estaba de que estuviese yendo tan bien.
No éramos de la misma ciudad pero daba la casualidad de que yo me mudaría a la suya así que el mismo día que fui a ver el nuevo piso quedamos para conocernos. El encuentro sin duda fue el momento más bonito que recuerdo de mi vida, un abrazo corriendo el uno hacia el otro a lo película.
Un bonito momento contrastado con lo raro que transcurrió el día luego. No diré que lo noté incómodo, pero sí algo cohibido. Pensé que era normal teniendo en cuenta que acabábamos de vernos en persona, y no le di mucha importancia. El día pasó un poco raro y bonito a partes iguales, y cuando tuve que regresar a mi ciudad le di un beso para despedirnos y todo bien.
Pues bien, a partir de ahí todo cambió. No me volvió a escribir, sólo me preguntó que tal el viaje y luego prácticamente desapareció. Me sentó como un jarro de agua fría, porque no hacía falta ser muy inteligente para sumar dos y dos y llegar a la conclusión de que en persona no le había gustado tanto.
Me costó mucho hacerlo, pero no le escribí en absoluto. Simplemente comprendí lo que estaba pasando y preferí no arrastrarme, ni siquiera para pedir una explicación.
Sin embargo la mudanza transcurrió y en cuanto supo que ya me había instalado en su ciudad volvió a aparecer de pronto para hablarme como si nada. Su actitud cambió y en vez de ser el chico cariñoso que conocía se volvió un chico que me contaba como si fuese una coleguilla suya sus líos con otras pavas.
Me vais a pegar pero me limitaba a escuchar y a opinar como si no me doliese. Hasta una vez llegó a comerse los morros con otra delante mía y yo no supe dónde meterme. Pero era algo que «soportaba» porque verlo feliz me bastaba. Lo quisiera o no, estaba enamorada de él y le había cogido mucho cariño como para siquiera enfadarme. Estaba triste y lloraba todos los días, pero preferí callármelo.
En Navidad me propuse hacerle un regalo. Sí, ya, pensaréis que soy una completa gilipollas y que más bajo no puedo caer, pero como ya dije verlo motivado y feliz me bastaba. El regalito en cuestión no me salió muy barato que digamos, ya que era un juego nuevo con algo de no sé qué. Unos 200 pavos.
Me lo agradeció muchísimo y después cuando se fue mi intención era no verlo nunca más. Cual fue mi sorpresa cuando días después me hacen una llamada desde un número desconocido de coña burlándose de mi amor hacia este chico en concreto. Colgué y no paré de calentarme la cabeza pensando quién podria saberlo, porque amigos en común teníamos muchos.
Pasaron los meses y quedando con otro amigo un día me confesó que él había sido el que había hecho la llamada motivado por…¡el chico en cuestión! ¿cómo os quedáis? porque yo aún sigo sin creérmelo.
Me pidió disculpas y tal, dijo que se arrepentía de haberle seguido el rollo y haberse reído de mi, aunque no fuese a malas realmente.
Cuando llegué a casa lloré como una niña pequeña. Me sentí tan estúpida, tan usada, tan chiquitita. Porque el cabrón este había sido consciente todo este tiempo de que me seguía gustando y aún habiéndole tratado TAN bien después de todo lo que me hizo se había reido en mi cara con un amigote suyo.
Ya no quiero ni disculpas ni explicaciones por parte de nadie, solo el por qué de hacer tanto daño a una persona que sabes que te quiere de una forma tan pura y que daría todo por ti. No entiendo nada.