Hola chicas, vengo a contar mi historia. Espero no aburriros. Tengo treinta y pico años, ahora estoy en un punto bastante estable de mi vida, en dónde he conseguido permanecer en el país bastante tiempo, mi casa, un trabajo de lo mío y una pareja “que parece estable” al cual adoro. Llevamos tres años juntos y tenemos planes de futuro. Me ha costado “muchísimo” llegar a esto en mi vida. He tenido una década “muy movidita” y he sufrido bastante.
Conocí a (¿Cómo lo puedo llamar?) Teo, hará 7 años y pico. Nos conocimos en una situación algo extraña y preciosa, estábamos en una frontera de un país en desarrollo. Hacíamos algo que nos apasionaba a los dos. En aquel momento Teo tenía pareja, yo tenía algo en España también. No ocurrió nada, pero era obvio que nos volvíamos locos el uno por el otro. Cuando llegó a su país (somos vecinos) él dejó a su pareja y me localizó. Recuerdo aquel Teo, con su camisa blanca y arrugada, su pelo moreno y despeinado, su barba de dos días, ese inglés perfecto con dejes a su idioma natal… recuerdo que no conseguía dormir pensando que él estaba en la casa de al lado. Pero ¡que locura es esta! – pensaba. No entendía lo que me estaba pasando. Cuando Teo me localizó, yo estaba a otra cosa y él estaba muy involucrado en su trabajo (compartimos los mismos intereses), en países diferentes y pasaron casi tres años sin tocarnos, solamente teniendo contacto telefónico puntual. Lo cual es raro, es un tío que no existe en redes ni usa a penas el teléfono.
No sé qué pasó tres años después, nos encontramos, no teníamos a nadie y nos fusionamos en un verano inmenso. Nunca antes había tenido una relación sexual ni íntima así con alguien, estábamos locos el uno por el otro. Quizá demasiado, teníamos 30 años y ardíamos. Al final, como vivimos en países diferentes aquello no resultó sencillo… Teo se involucró en un proyecto grande y se lo comió, desapareció. Teo no estuvo a la altura, digamos que dejó de estar emocionalmente disponible y yo me elegí a mí misma. Volví a España a centrarme en mis propios proyectos. Fue difícil separarme de Teo, y por aquel entonces llegué a dudar si estaba embarazada, fue duro, lloré muchísimo. Tiempo después Teo apareció en mi vida. Me pidió perdón y me dijo que era la mujer de su vida. Yo seguí eligiéndome a mí misma y mi estabilidad. ¡Era lo que me decía mi intuición!
Teo es más que atracción sexual, es inteligente, interesante, trabajamos en temas relacionados y si… es un hombre grande que se vuelve loco cuando estoy presente y eso reconozco que me encanta. Ardemos tanto que supongo que nuestra historia no se sostendría, nos quemaríamos el uno al otro. Él está muy ocupado en sus investigaciones, yo tengo las mías. No quiero hacer renuncias.
Hace un tiempo le conté que tenía deseo de ser madre, que me lo planteaba a solas. Le comenté que en su país la donación es voluntaria y Teo entendió que estaba pidiéndole que fuera el padre biológico de mi hijo. No se asustó. Nada en absoluto. Me dijo que yo sería una madre extraordinaria y debería perseguir mis sueños. Un hijo de Teo suena natural, y bonito. ¡Pero que me ocurre con esta persona!
Recientemente una investigación de las mías se encontró con una de Teo. No sé si fue mi inconsciente buscándolo. Nos comunicamos como colegas, nos damos consejos, compartimos. Somos breves. No hace falta hablarnos mucho, intuyo lo que hay detrás. Una parte de mi desea viajar a su país, y solamente verlo y “tomarnos un café”, hablar “del caso” con otros colegas, ver cómo está, lo viejo que se está haciendo. Me encantaría que me viera trabajar, que se sintiera orgulloso. Estoy preparada si hay otra mujer, por supuesto que la habrá. Nos admiramos, pero ¿es sólo eso?
Dicen que hay trenes que solamente pasan una vez. Supongo que esa es la historia de Teo y mía. No lo pudimos hacer funcionar a los 30 y se nos fue el tren. Yo quiero a mi pareja, deseo formar una familia, tener mis proyectos y estabilidad.
Pero… cuando hablo con Teo, aunque solo sea “por el caso” mi compañera me pregunta ¡Nadia! ¿Qué te has hecho hoy? Estás radiante. ¿Y esa risita? Y es mi cabeza, imaginando a Teo apoyado en la pared, con sus gafas de sol negras, fumándose un cigarrillo. Es mayor, está canoso y se queja de que siempre llego tarde, de que con mi risita soluciono todo, que comamos un pastel de nata… Lo que hacemos después, ya os lo podéis imaginar.
¿Siempre va a ser así?
A veces pienso en dónde voy a meter a Teo en mi futuro. En qué cajita. Lo quiero en mi vida, pero es arriesgado. Quizás es injusto para la otra persona, pero no soy infiel. Teo es como una ilusión viva de juventud. Un amor salvaje e imposible.