Reproducimos un testimonio que nos llega a [email protected]
Hace unos meses que se terminó la relación más bonita que he tenido en la vida. Estaba enamorada de ella cuando me dejó y tenía una visión de futuro que me está costando superar.
Hacíamos buena pareja y estábamos a gusto juntas, pese a nuestras diferencias. Yo soy ordenada, disciplinada y práctica. Ella es caótica y espiritual. Es trabajadora y le gusta lo que hace, pero le cuesta adherirse a horarios y poner límites a las personas de su alrededor. Tiene objetivos que cumplir que, sin una rutina de trabajo para conseguirlos, se le complican. Y eso la frustra y la hace vivir, a veces, enfadada con el mundo.
Yo la quiero como es, con sus luces y sus sombras. Jamás le afeé nada de lo que explico, que no deja de ser una opinión y que comparto para dar contexto, pero sí le sugerí que quizás podrían ayudarla en terapia.
Como digo, hace unos meses me dejó. Yo estuve involucrada en proyectos personales que me llevaron tiempo y, aunque intenté no descuidar la relación, noté que ella se iba alejando. Al final, después de unas semanas de tiras y aflojas, me dijo que ya no era lo mismo que antes y que no quería seguir.
Eso me debería bastar para continuar con mi vida, sin más. Pero ya intuiréis que no. Mi teoría es que su propio caos llegó a un punto de descontrol que la hizo romper con todo, incluso con nuestra relación. La misma que, hasta el momento, le había proporcionado equilibrio. Me fue sustituyendo por personas que alimentaron sus oscuridades con farra, alcohol y malos consejos, hasta que llegó a la conclusión (equivocada o no) de que yo le sobraba. Fue una huida hacia delante.
Me queda la duda: ¿hago bien alejándome, si es lo que ella ha decidido? ¿O interpreto que está en un momento de confusión e intento ayudarla, pase lo que pase con la relación?
Es una adulta funcional capaz de tomar decisiones y de aceptar las consecuencias de sus actos. Pero, a la vez, todos nos equivocamos y merecemos nuevas oportunidades.
Así que aquí estoy, deshojando la margarita.
¿Me quiere?
Algunas cosas que ella hace o dice me indican que, quizás, sí, quiere volver.
1. Le ha confesado a personas de mi entorno que no salgo de su cabeza. Dice que le dolió mucho dejarme y también cree que soy la mejor pareja que ha tenido, pero que era “necesario” para no hacernos daño.
2. Ha dicho que quiere escribirme, pero sabe que no está bien. Quiere contactar conmigo, pero no desestabilizarme.
3. Ha hecho acercamientos físicos cuando nos hemos visto. En varios meses, solo ha sido una vez, pero me pidió un par de besos y un abrazo.
¿No me quiere?
Me pregunto si es mi parte enamorada la que ve cosas donde no las hay, porque esas mismas situaciones pueden indicar lo contrario.
Si no salgo de su cabeza, es normal, ¿no? No se olvida en pocos meses una relación de años, tan sana y bonita como fue la nuestra.
Si no me escribe, ¿es porque no quiere darme esperanzas? Si es así, no puede darme lo que yo busco en ella, simplemente, porque es verdad que se ha desenamorado.
Si ha hecho acercamientos físicos, será porque me sigue teniendo cariño. Incluso puede que haya algo de deseo y nada más.
Ya veis que me doy una respuesta y la contraria en cuestión de minutos. Así ando desde hace meses. No considero que lo esté llevando mal, pese a todo, sigo con mi vida, hago planes interesantes y me apoyo mucho en la gente que quiero. Pero me queda la duda. Si la relación iba bien, ¿fue la ruptura fruto de un mal momento emocional? ¿Debería hacerme presente de algún modo para ayudar y para evitar que se aleje completamente el amor de mi vida?
No sé qué hacer porque ya digo que progreso bien con la gestión de la ruptura y no quiero acarrearme un revés, que ya he llorado muchísimo. Pero preguntas y más preguntas.
Anónimo.