No sé cómo contaros esto, porque tengo una mezcla de sensaciones muy díficil de explicar…
Llevo dos años con mi chico. Nos conocimos porque él empezó a trabajar en el mismo sitio que yo. Él tenía novia en aquel momento, y os prometo que se amaban, eran de estas parejas que ves y te da envidia de la de «ojalá yo algún día».
Nosotros empezamos a ser muy buenos amigos sin nada más de por medio, y de buenas a primeras ella lo dejó. Él se apoyó muchísimo en mí y creo que a raíz de eso surgió nuestro amor.
El caso es que estos dos años han sido los mejores de mi vida. Tiene todo lo que se puede pedir y más. Todo nos iba increíblemente bien, hasta hace una semana.
Él nunca me ha ocultado nada, estábamos en el sofá cada uno con sus cosas cuando me dice «me acaba de hablar Sara» (nombre ficticio).
Sara siempre me había parecido una buena chica. La había visto un par de veces cuando aún estaba con mi chico y podríamos incluso haber sido amigas. Cuando lo dejaron fue una «buena ex», porque dejó que él continuara su vida sin aparecer cuando le apeteciese ni preguntar «cómo te va» ni nada por el estilo. Le dejó cerrar la herida sin más drama.
Así que a ambos nos extrañó que le hablase, pero más aún lo que le había escrito: «Sé que hace muchísimo que no sabemos nada el uno del otro, pero me conoces y sabes que si te pido esto es porque de verdad es importante. Necesito hablar contigo en persona. Puedes venir con Noelia (yo) si así ella se queda más tranquila. Por favor»
Ninguno entendíamos nada, pero resumiendo todo el proceso hasta llegar a la decisión de quedar ambos con ella, os pongo en la situación: mi chico, su ex pareja y yo sentados en la mesa de una cafetería. El momento más incómodo de mi vida: nos saludamos con dos besos helados y cortantes, ella sonríe entre nerviosa y nostálgica (odié esa sonrisa). Mi chico no deja de agarrarme la mano (detalle muy importante para mí) y le suelta en tono despreocupado: «¿Qué buscas Sara»?
Os juro que las palabras de Sara se me hincaron en el estómago más que el hecho de que mi chico me soltó la mano al oírlas, se echó prácticamente encima de la mesa y, probablemente de no haber estado yo, la hubiese abrazado a ella como si no hubiese un mañana. Sé que quería volver a tocarla, y eso me parte el alma de una manera que no sabéis como me duele…
Perdón por divagar. Sara dijo, sin dejar de sonreír: «Me estoy muriendo. Tengo un cáncer terminal. Me quedan unos 6 meses.»
Todo se detuvo. Os resumiré esta parte. Básicamente ella nos dijo, porque también se dirigía a mí, que Mario (mi chico) había sido el amor de su vida. Que en su momento no lo supo gestionar porque era muy joven (tenían 23 años cuando se conocieron) y que se arrepentía de haberlo dejado escapar por inmadura, que se alegraba de que me hubiese encontrado a mí y que no buscaba nada salvo dejar todas sus heridas cerradas. Esto ocurrió muy rápido, muy intensamente, muy surrealista.
Mi chico estaba pálido, por primera vez no sabía leer lo que expresaba su cara. Sara habló como si fuese un monólogo, se notaba que había pensando durante días lo que iba a decir. Terminó con un «os deseo lo mejor, de verdad. Gracias por haberme hecho tan feliz» y miró a mi chico con amor, lo atravesó, os prometo que le dijo «te amo» con la mirada, y él lo entendió y yo desaparecí y me hice pequeña y quise no haber existido nunca.
Después de esto ella se levantó y se fue. Como si nada. Mario y yo nos quedamos sentados como 10 minutos sin decir una palabra. Él tenía las manos en la cara. Yo quería llorar, pero me sentía una niñata porque mis «problemas» no eran nada comparados con los de Sara.
Tras esos 10 minutos nos fuimos a casa, prácticamente sin mediar palabra. El día transcurrió raro, en el ambiente se notaba que había pasado algo, Mario parecía evitarme. Ese día no volvimos a hablar de lo ocurrido, porque yo no sabía cómo afrontar la situación.
Al día siguiente mi chico se levantó «como si nada». Lo pongo entre comillas porque lo conozco, se esfuerza porque todo esté igual pero sé que no es así. Es como si de repente nuestro amor se hubiese ido, como si él estuviese en cuerpo pero su mente siempre estuviese con ella… Me armé de valor y le pregunté que si estaba bien acerca de Sara, que si quería hablar con ella o si necesitaba cualquier cosa que tenía mi apoyo. Él me miró con los ojos vacíos y me besó en la frente diciéndome que no pasaba nada. Con una sonrisa forzada. Me mintió por primera vez en dos años.
Tengo pánico. Creo que él quiere estar con ella el tiempo que le queda, «revivir» su amor, estar ahí para ella. Esto va a sonar fatal, pero me come por dentro pensar que me pueda dejar por ella, aún sabiendo que son solo 6 meses. Que la prefiera a ella por un tiempo tan corto a mí para toda la vida. No sé qué hacer. Ya ha pasado una semana y aunque mi chico pone todo de su parte sé lo que piensa y lo que siente. Le he preguntado por Sara varias veces, por cómo se siente él con lo que está pasando, y su respuesta siempre es la misma «bueno, nosotros no podemos hacer nada». Me dice «te quiero» con la boca pequeña, con prisa, como para que me quede tranquila. Son muchos detalles pequeños…
No sé qué hacer. Estoy agobiadísima, apenas duermo. Necesito consejo, necesito saber cómo actuar, como hacer que me hable, ¿qué hago, dios mío? No quiero perder mi relación, pero tampoco quiero obligarlo a quedarse si no quiere. He pensado en decirle «ve con ella si lo necesitas», pero me moriría si de verdad él hiciese eso. Estoy muy perdida.
Gracias por haber leído hasta aquí, de verdad. Sois las mejores.