Hola a todas. No sé muy bien cómo empezar esto. Digamos que aunque joven, ya he tenido follodramas para dar y regalar, pero nunca me había planteado publicarlos en Internet aunque fuese de forma anónima. El caso es que hoy me ha pasado algo demasiado fuerte como para guardármelo para mí sola y para cuatro amigas. Ahí va la historia.
Hace cosa de un mes di «me gusta» a un chico en Tinder y tuvimos «match». Estuvimos hablando una semana y algo y se nos ocurrió quedar una noche en la que yo tenía la casa sola. Como soy una persona bastante desconfiada, quería ver primero si me gustaba cómo me trataba y luego ya abrirle la puerta a mi humilde morada. Así que un sábado en el que pensaba que mi familia dormía fuera, quedamos a eso de las 2 menos diez de la mañana en el centro de la ciudad (donde hay muy buen ambiente y que no está lejos de mi barrio). El chico trabaja de noche y sale tarde, pero ese día libraba y lo tenía disponible para mí. Nos gustamos y quisimos ir a mi casa. El problema: subimos a mi casa y cruzando el pasillo, veo a mi hermana durmiendo en su habitación. Habían vuelto, después de salir yo de casa (a la 1:30). Por miedo a despertarla a ella o a mi madre (que hubiera sido peor), le dije al chico que lo sentía mucho pero que había que abortar misión y lo entendió. Nos liamos un poco en la puerta de mi edificio y hablamos un par de veces más en las semanas siguientes, pero ya está.
El caso es que hoy me levanté después de haber vuelto de fiesta a las seis de la mañana, y a mediodía recibí un mensaje suyo, diciendo que tenía la casa sola. Aunque me había acostado con otro chico el día anterior, llevaba una temporada de sequía tan larga que quería aprovechar cada oportunidad que se presentase. Le dije que yo también pero que estaba cansada. «Puedo ir a tu casa, no te preocupes». Le dije que estaba cansada y que no había problema en que viniera, pero que a lo mejor del cansancio no me apetecía tener sexo. Dijo que lo entendía y que podíamos pasarlo bien igualmente porque lo cierto es que nos llevamos muy bien.
Cuando llega a la puerta de mi casa, le abro, y huele a alcohol, pero habla bien y no está borracho. Estamos hablando un rato y me dice que está cansado, que lleva sin dormir dos días, y baja la persiana. Me pregunta si huele a alcohol, le digo que sí, y me dice que es que salió de fiesta después del trabajo y se fue a un after, que bebió un poco, pero no mucho. Estamos tranquilos y total, empezamos a liarnos, todo bien, todo correcto. Primer polvo bien, murmuraba algo pero no oía con claridad nada. Se corre, se aparta, se levanta, y me dice «no me encuentro bien». Y yo diciendo: «a ver, yo a veces también me mareo cuando me corro» (es verdad, lo que pasa es que no me corro con cualquiera), y me pregunta dónde está el baño. Bueno, pues al minuto oigo cómo está tirando hasta los intestinos en mi inodoro. Maravilloso, porque mi familia se había ido a pasar el día fuera, pero no tenía NI IDEA de cuándo iban a volver, y ya podía imaginarme a mi madre escandalizarse al ver a un tío desnudo echando chorros y chorros de bilis en mi retrete con un condón en la polla. Empiezo a reír con mucho nerviosismo en mi habitación, y a partir de ahí estuve escuchando cómo devolvía hasta el primer potito con todo lujo de detalles, porque además, es la persona más escandalosa vomitando que he visto en la vida, y eso que he conocido a mucha gente que empina el codo a base de bien.
Cinco minutos más tarde, me asomo a ver si se ha muerto y, ¡milagro! Sigue vivo. Se lava la cara, se enjuaga la boca y le ofrezco una pastilla de estas mentoladas. Me pide dos más. «Qué bien me ha sentado vomitar, te lo juro, sabía que tenía algo mal en el cuerpo, qué tranquilo me he quedado». Le doy un vaso de agua por si acaso y se tumba en mi cama como diciendo: «por favor, cuídame». Me siento a su lado, no por complacerle, sino porque si se me muere un maromo en casa, quiero que al menos no huela como si se hubiese escapado de una rave. Con dos cojones me dice «por fa, dame mimos», y yo, tonta de mí en plan: «bueno, vale».
TOTAL, que nos volvemos a liar y acabamos follando otra vez. Esta vez a lo bestia. Oigo lo que dice y son las típicas mierdas que dicen los tíos dominantes cuando creen que eres sumisa o simplemente lo san por hecho y les da igual. Personalmente me gusta cuando tengo confianza y sé que la persona me valora y realmente no lo piensa (y tengo que hablarlo y estipularlo todo antes), así que le di la vuelta y tomé el mando yo. Le metí mucha tralla y al final el chico estaba que se moría, pero sin abrir la boca, que estaba más guapo. El chico se corrió, y si lo de antes era la primera papilla, lo que echó en el segundo kiki fueron los primeros biberones. Otra vez, esas arcadas que se oían desde el quinto piso. Yo flipando, obviamente.
Terminó y volvió a asearse, yo me vestí otra vez, le di un vaso de agua, y estuve sentada en la cama mientras se vestía y tal. Lo acompañé a la puerta de mi edificio y me regaló un poco los oídos para intentar compensar lo que había pasado. «No te beso más porque doy todo el asco». El que calla otorga; reí y simplemente le dije que se cuidase.
No sé si quiero volver a quedar con él por si dice cosas del rollo sin hablarlo antes conmigo o pedirme permiso. Pero quedemos o no, ya he aprendido la lección: no traigas a tu casa a alguien que vuelve de fiesta. Y si huele a alcohol, HUYE.