Buenos días mis chicas de weloversize, vengo a contaros una curiosa anécdota o bien llamado follodrama que me sucedió hará un par de meses y es digno de contar.
Debo añadir que es algo que me dejo un poco en shock ya que se dieron ciertas casualidades muy catastróficas.
Hará un corto tiempo, conoci por el maravilloso y repugnante tinder a un vikingazo empotrador de tomo y lomo; 1.90, barbita, pelazo, ojos azules, cuerpo cual adonis, es decir un semidiós en toda regla, y yo, señoras, como decirlo finamente, «Se me caía el chichi detrás de el». Quedamos unas cuantas veces, y aunque él por WhatsApp siempre me «lamía el ojete», en persona jamás pasaba nada, en carne y hueso seguía siendo el mismo Hércules, solo que muy retraído, tímido y debo decir que algo cateto, pero tan así es que me dio igual, que un día con una excusa malísima decidí autoinvitarme a su casa.
Cuando entre, me invito a una fanta señoras y señoritas, a una jodida fanta, cuando lo que yo tenía en mente era otra cosa, y al ver que este ni si quiera me tocaba un pie decidí ponerle la excusa del masaje, esa fantástica excusa para echar un quiqui que a todas nos ha funcionado alguna vez, que maravilla.
Ya en su cama, en bragas encima de este, mientras masajeaba sus tersos musculos pectorales, no aguanté más y tuve que rebajarme, así que decidí lanzarme como alma que lleva al diablo, ¡a la yugular!, y para mi sorpresa hubieron una serie de acontecimientos que hicieron que cada vez me arrepentirse más:
1. La boca le sabia a trapo recién sacado de la cloaca, además de no saber besar y simplemente entreabrir los labios y sacar la lengua.
2. Tanto así que no sabía tocar, que con las uñas me hizo sangre en el toto.
3. Digamos que los cunilingus no eran lo suyo, ya que notaba más barba que lengua ahí abajo.
4. Y para terminar el desastroso polvo, le dio un fuerte gatillazo que no hubo manera de reanimar al muerto ni con aspirina.
Cuando ya creía que nada podía ir peor, poniéndome la ropa con cara de pocos amigos, le llaman al móvil, el cual coge se sienta en la cama y comienza a hablar muy bajito, preocupado… con una voz que no reconocía hasta ahora; «No jodas! Y ahora que hacemos? No me digas esto por dios!» Le oía decir, así que cuando colgó lógicamente fui a preguntarle, pues no me contesta otra cosa que: «Tía te tienes que ir, se han encontrado a mi padre tirado en el suelo de su casa y esta muerto, me tengo que ir corriendo». Y se fue.
Hola? O sea hoooola? Lo peor de todo es que al principio pensé que era una mala excusa para que me fuera por tal catastrófico casi polvo, y me fui con una mala hostia para parar un tren de mercancías, pero días después supe que todo había sido verdad. Polla premonitoria quizá? no volví a saber nada más de el.