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Un chico con discapacidad intelectual me acosó sexualmente y nadie le dio importancia
Esto me pasó de adolescente pero a día de hoy me sigue tocando la moral.
Cuando yo tenía 16 años, pasé el verano en mi pueblo. Normalmente nos íbamos fuera, pero ese verano yo quería quedarme con mis amigos del instituto y convencí a mis padres para quedarnos.
En el pueblo había un chico, por llamarlo de alguna manera, que tenía discapacidad mental. Digo chico, porque se le trataba como si lo fuera, pero tenía 38 años. Vamos a llamarle Josito.
Todo el mundo conocía a Josito. Era un chico que siempre iba con gorra, comiendo pipas y acercándose a hablar con la gente aunque no la conociera. Te venía de repente y te hablaba de algo que se había comprado, de su padre o de su perro, luego se iba por donde había venido y todos tan tranquilos.
Yo siempre fui amable con él, me parecía un buen chico que se sentía solo, y por eso mismo, le tenía mucha paciencia.
Supongo que como era simpática y le trataba bien, empezó a cogerme cariño. Algunas veces aparecía en los parques donde había quedado con mis amigos, me esperaba a la salida del instituto o me lo encontraba casualmente por la calle.
A lo largo del verano era raro el día que no me lo encontrase y se me acercase a hablar, yo le preguntaba qué hacía aquí, charlábamos un rato y me iba. Pero la situación cada vez me molestaba más y me daba la sensación de que me estaba siguiendo.
Se lo comenté a mi madre, que le quitó importancia y me recordó que él tiene un problema. Le dije que ya lo sabía pero que aun así, yo me estaba sintiendo acosada y que me daba miedo que un día se le fuera la olla. Mi madre me dijo que era completamente inofensivo, que conocía a su madre de toda la vida y que nunca había dado ningún disgusto. Me cabreó que no le pareciera serio, pero no le di más vueltas.
Una noche en las fiestas del pueblo yo estaba con un chico, mi rollete de aquel entonces, nos fuimos al campo de futbol a enrollarnos y de camino, apareció Josito. Empezó a preguntar casi gritando que dónde íbamos y que si éramos novios. Yo le expliqué que sí que éramos novios y que nos íbamos a la fiesta, que por favor nos dejase en paz, pero él se enfadó y dijo que no podíamos ir a la fiesta, que iba a avisar a mi madre y que yo era muy pequeña para tener ese novio.
El chico con el que estaba, cada vez se estaba calentando más y me temí que acabase mal, así que para que Josito dejase de gritar, nos separamos. Le pedí al chico que me esperase en uno de los bares y me ofrecí a acompañar a Josito a su casa.
De camino a su casa, no paraba de decirme que yo no podía tener novio, que era muy pequeña y que era peligroso, yo le decía que gracias pero que no pasaba nada. Después empezó a decirme que él debería ser mi novio, que él era mayor y que entonces podía cuidarme, pero que el otro no. Le dije que yo no quería ser su novia, que yo ya tenía novio y que si seguía molestándome, se iría hasta casa solo.
Eso le dolió y me pidió sentarnos en un banco. Nos sentamos un rato y a la que pudo, me cogió la mano y se la puso encima del pene. La quité rápidamente y le grité, le dije que eso no se hacía, que estaba muy enfadada y que ya no iba a acompañarle a casa. Me cogió para abrazarme y me inmovilizó mientras me pedía perdón y me intentaba dar besos. Yo grité pidiendo ayuda pero no había nadie por la zona, así que a la que pude le di un golpe y me fui corriendo.
Pasé mucho miedo. Me reuní en el bar con el chico con el que había quedado y le conté lo que había pasado. Se enfadó muchísimo y dijo de ir a buscarlo para partirle la cara, pero yo solo quería digerir todo aquello y ya si eso al día siguiente, tomar medidas.
Me fui a mi casa y me acosté. Al día siguiente hablé con mi madre y se lo conté todo. Ella me dijo que le sabía fatal que me hubiera pasado eso, pero que el pobre no sabe lo que está bien y lo que está mal. Entré en cólera y le exigí llamar a su madre, que se plantó en casa con Josito para pedirnos disculpas. Pero es que yo no quería unas disculpas, yo quería justicia.
Tanto mi madre como la madre de Josito opinaban que yo estaba exagerando y que era muy feo por mi parte tratar así a alguien con discapacidad. Discutimos un buen rato y finalmente amenacé con llamar a la policía si volvía a verle cerca de mí.
A mi madre le pareció fatal y luego subió a regañarme. Me dijo que ahora todo el pueblo iba a pensar mal de mí y que era una creída sin empatía.
Pues para mi desgracia, resultó que mi madre tenía razón. La historia se extendió por el pueblo y en general, para la mayoría de gente, aunque compartían que lo que hizo Josito estuvo mal, se iba diciendo por ahí que yo era lo peor y que tenía los humos muy subidos.
Estuve mucho tiempo muy enfadada con la gente del pueblo. Evidentemente entendía la situación de Josito, pero lo que me hizo fue una agresión y exceptuando a mi novio, nadie lo veía grave. Me sentí completamente desamparada, sobre todo por mi madre.
Han pasado muchos años de eso pero cada vez que lo pienso siento mucha rabia. Creo que debería haber habido algún tipo de consecuencia para Josito y que desde la primera vez que dije que no me sentía segura, se me debería haber escuchado.
No quiero parecer frívola, pero una discapacidad no te exime de tus actos y en mi caso, sus actos me generaron un trauma que luego tuve que trabajar en terapia para superar.