Lo pongo aquí en injusticias porque es una verdadera injusticia lo que me está pasando.
A mí, a una persona que ama sobre todas las cosas el contacto humano, los planes, las improvisaciones… resulta que ahora descubro que me casé con un semi-vegetal que no quiere saber de nada que vaya más allá de la pantalla de su ordenador o de sus libros. Es que me desespero, es que me muero en vida.
Vale que llevamos casados dos años y yo ya sabía que él es muy de sus rutinas y sus cosas, pero es que desde que empezó la cuarentena tengo que animarlo hasta para que se vista. Lo he pensado, que quizá no esté llevando bien psicológicamente lo del encierro, se lo he preguntado muchas veces pero dice que él está genial, que agradece el poder desconectar del mundo una temporada.
¡Joder, y tanto que está desconectando! Como que el otro día fue nuestro aniversario y como el que oye llover. Ni pío en todo le día, ni siquiera cuando a las 7 de la tarde le recordé que hacía dos años nos estábamos casando. Me acarició la espalda como si fuese un perro y siguió a lo suyo.
Me doy cuenta de que aquí dentro poco vamos a poder hacer, que no es el mejor lugar ni la mejor ocasión para sorprender a nadie pero hombre… ¿algo más allá de levantarte a cagar y volver al sofá?
Es muy, muy injusto…