Mi vecino vende droga. No tengo pruebas, pero sí suficientes indicios fruto de la observación directa.

Varias veces lo he visto salir de su casa hasta unos contenedores que hay en el descampado de enfrente. La dinámica siempre es la misma: llega un coche, él se apoya en la ventanilla del copiloto para charlar unos minutos y, luego, el coche reanuda la marcha.

Alguien dejaba algo en su buzón los días que él estuvo de vacaciones el pasado verano.

Hace poco salió al jardín para darle algo sospechoso a un viandante que pasaba “casualmente”, sin intercambiar palabra alguna.<3<3<33

A todo ello se une la falta de ocupación reconocida. Va diciendo que se va a involucrar en no sé qué proyecto, que está pensando abrir un bar con no sé quién o que al mes siguiente empieza de camarero no sé dónde. Y luego nada, que si no me convenía, que si está lejos, que al final no salió…

Todo ello apoya mi teoría de sus negocios turbios para mantenerse.

¿Se puede ser camello y buen vecino?

Voy a obviar las cuestiones éticas de su presunta ocupación. Ni me molesta ni me deja de molestar que venda droga, lo que me molesta es él, ¡ÉL! Su presencia, que hace notar a diario. Mientras no está durmiendo, lo escucho, es imposible no hacerlo.

Cuando le da órdenes a su Alexa, se enciende la mía.

Cuando bosteza, el gato se esconde debajo de la mesa por miedo a que sea un posible depredador.

Cuando habla, parece que está dando un discurso en un estadio olímpico lleno de gente, y él sin micro.

Cuando cierra la puerta de su casa, cimbrean los pilares de la mía.

De cuando en cuando, cualquier día entre semana, trae a amigotes con los que charla hasta las tantas, a sus decibelios. Ya he ido a decirle un par de veces que baje la voz, siempre educadamente y con paciencia infinita. Hace caso al momento, pero al día siguiente todo sigue igual.

Me vine a la periferia en busca de un sitio tranquilo y me tocó padecer a este ser tan molesto y desagradable.

Hombre, si vendes droga, sé un vecino ejemplar y discreto el resto del tiempo, aunque sea por la prosperidad de tu negocio. Se puede ser un chungo de modales exquisitos y refinados, tipo Hannibal Lecter, pero aquí todo mal. Y, cada vez que lo escucho, me pongo enferma y planeo mis venganzas.

Hasta ahora, se me ha ocurrido:

  • Ir a su casa y soltarle: “Sé lo que haces. Sé discreto y yo también lo seré”.
  • Hacerle fotos cuando sale a distribuir por donde los contenedores, meterlas en un sobre y enviarlo con las palabras “Te estoy vigilando. Tu silencio a cambio del mío”.
  • Robarle una “pedrola” del buzón usando una espumadera, enseñársela y decirle: “O vamos a medias o empiezas a moverte dentro de tu casa como si fueras un ninja”.
  • Rajarle las ruedas del coche. Que no serviría para nada, solo para descargar adrenalina e ira contenida.
  • Pagar a alguien para que lo seduzca, se enamore y se lo lleve lejos de aquí.
  • Llamar a la Policía Municipal y ocuparlos para que no puedan atender otras cosas importantes, cuando aquí no van a poder solucionar nada.

Lo de ser más molestos que él lo descarto porque no puedo prever hasta dónde llegará la escalada de ruidos. Para insonorizar mi casa no tengo dinero.

He visto que hay fórmulas para presentar denuncias anónimas a la Policía Nacional a través de la Red (como el email [email protected]). Pero ni creo tener datos suficientes ni soy optimista con librarme de él. A lo mejor solo recibe un toque y deja la actividad, pero lo sufriré igual. A lo peor lo seguiré sufriendo y, encima, sospechará de mí y será él quien quiera vengarse.

¿Alguna vez os ha tocado aguantar a un indeseable así, sea con negocios turbios o no? Porque acepto toda clase de sugerencias.

Anónimo